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Las alimentaciones adolescentes
Estudios recientes han comprobado que los adolescentes son más sensibles hoy en día a distinguir los rasgos de calidad de un alimento.
En México, la población de entre 12 y 29 años de edad representa 31.4% de la población. Un sector muy importante, en muchas ocasiones ignorado en cuestiones de política pública en relación con la alimentación.
La gruesa clasificación que pretende poner la categoría de joven a toda persona que se ubique en el rango de los 12 y 29 años de edad deja de lado las especificidades de la trayectoria de vida en esta etapa.
Está claro que un adolescente de secundaria tiene un estilo de vida que dista mucho, por ejemplo, del joven egresado de licenciatura.
En política pública, en cuestión de alimentación vista de manera integral (y no solamente en el aspecto de salud), existen dos sopas: aquella que va enfocada a la población infantil y aquella que va enfocada a la población con mayor propensión a enfermedades crónico-degenerativas.
Pareciera que ese gran limbo que representa la juventud no tiene mensajes ni estrategia de política pública específicos.
Tendemos a pensar que es con justa razón que se enfoquen esfuerzos en los niños puesto que desde la infancia se van moldeando los hábitos futuros.
Y en los adultos puesto que son quienes más cuestan al Estado en cuestión de atención por enfermedades relacionadas con el estilo de vida.
Sobre los adolescentes se tienen muchos prejuicios en relación con la etapa por la que transitan: que son rebeldes, no les preocupa la alimentación puesto que no les preocupa como inversión, que cualquier convención social como el acto de comer en grupo les repele y aleja.
La adolescencia es una etapa socialmente construida en tiempos recientes. Anteriormente, se pasaba directo de ser niño a hombre, niña a mujer sin etapa intermedia, con los rasgos físicos de la pubertad como marcadores inequívocos de ser adulto.
Al ser una construcción social, incluso el concepto de adolescencia cambia de una cultura a otra.
Las nuevas generaciones tienen mayor consciencia ecológica. Incorporan el uso de tecnologías e informaciones de manera más fácil. Dada la variedad de informaciones alrededor de la alimentación, ellos están más expuestos a todas las contradicciones y confusiones propias del mundo científico y no científico.
En estudios recientes se ha comprobado que los adolescentes son más sensibles hoy en día a las nociones de calidad y a distinguir los rasgos de calidad de un alimento (ya sean nutricionales, sensoriales, culinarios u otra).
Son los adolescentes quienes con más frecuencia se adhieren a un grupo de pares para compartir actividades (entre ellas, comer) y al mismo tiempo están más vulnerables a la percepción de las transformaciones de su cuerpo.
Clasificar a los adolescentes en una categoría preconstruida se aleja de sus realidades e inquietudes de un grupo que a priori se clasifica por edad pero que sin duda representa toda una diversidad.
Las políticas públicas en alimentación no deberían de hacerlos a un lado dada la representatividad poblacional, pero también por la importancia de lo que pueden aportar a la sociedad.