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Opinión

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Las inversiones automotrices con el respaldo del T-MEC

Para cuando la planta de Tesla, que eventualmente se construirá en Santa Catarina, Nuevo León, saque de su línea de producción su primera unidad terminada este sexenio estará muy cerca de haber terminado.

Esa puede ser una ventaja que esté incluida en algún informe confidencial de las ventajas de invertir en México, junto a un pertinente recordatorio de que los políticos van y vienen, pero los negocios de ese tamaño tienen una visión de largo plazo.

Y aunque en apariencia Elon Musk es de esos empresarios que les gusta tragar lumbre, la realidad es que una decisión como esa se respalda en la certeza legal que le da la existencia de un acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, para que las inversiones fluyan con todo y la 4T.

En esta decisión de Tesla el aval no es el régimen de López Obrador, sino el gobierno de Estados Unidos que con el T-MEC vigente se convierte en defensor de los intereses estadounidenses en este territorio.

Y no solo es esta empresa de autos eléctricos, que vive un momento de gloria en eso de la publicidad gratuita, son los 68 proyectos de inversión extranjera automotriz vigentes hoy en México, de 15 países, que le apuestan a este mercado manufacturero a pesar de los lastres del régimen, por las grandes ventajas que ofrece el mercado de los Estados Unidos.

Si el nearshoring ya era una razón suficiente para sentirse atraído a montar armadoras en México, los incentivos para industria automotriz en el mercado estadounidense son un imán enorme para esos capitales.

El boom que vive la industria de los autos eléctricos y de cero emisiones en Estados Unidos tiene que ver con la política de Joe Biden de subsidiar el crecimiento económico, fomentar los temas de cuidado del medio ambiente y apapachar a los sindicatos que son tan importantes para los demócratas.

Los autos eléctricos tienen un subsidio para los consumidores en el mercado estadounidense y los intentos de favorecer a los sindicatos acabaron por beneficiar a los fabricantes del bloque norteamericano.

Desde siempre la logística de mover manufacturas de gran volumen desde centros de producción tan lejanos como China ha implicado grandes costos, por eso si hay una industria que ha innovado por décadas en eso que ahora está tan de moda como el nearshoring, es precisamente la industria automotriz.

La cercanía de México con lo centros de consumo de Estados Unidos ahorra costos que compensan las grandes cantidades que sí se tienen que destinar a temas de seguridad, por ejemplo.

Pero si hay algo que Tesla, o cualquier otra fábrica armadora de la industria automotriz, o de otros sectores industriales no pueden permitir que falle es la disponibilidad de energía suficiente, sin interrupciones, ni burocracias. Ese sí es un talón de Aquiles en el mercado mexicano con esta visión estatista del régimen actual.

Como sea, la apuesta de Musk con Tesla o del resto de las armadoras con la ampliación de sus inversiones y nuevas marcas que se establecen en México es que podrán desde aquí establecer un negocio rentable por décadas, porque están respaldados en las reglas trilaterales del comercio y no en las ocurrencias sexenales.

ecampos@eleconomista.mx

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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