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Libertad constitucional al aborto
El lunes 4 de marzo de 2024 Francia se convirtió en el primer país en consagrar en su constitución la “libertad garantizada” (no quisieron nombrarla “derecho”) de interrumpir el embarazo. Si bien el aborto es legal en Francia desde hace varias décadas, el primer ministro Gabriel Attal argumentó que hacerlo constitucional reducía el peligro de que tal libertad pudiera perderse a raíz, por ejemplo, de un cambio en el balance político del congreso. Claro, no es lo mismo derogar una ley que hacer un cambio constitucional. Sus declaraciones cobran relevancia ante la anulación, por parte del supremo estadounidense, en junio de 2022, del caso de Wade vs Roe: «La Constitución no confiere un derecho al aborto; Roe v. Wade, 410 U. S. 113, y Planned Parenthood of Southeastern Pa. v. Casey, 505 U. S. 833, son anulados; la autoridad para regular el aborto se devuelve al pueblo y a sus representantes elegidos». Dicha anulación, implicó de facto que millones de mujeres estadounidenses perdieran el derecho de abortar.
La decisión francesa también es relevante ante los sucesos argentinos: si bien en diciembre de 2020 las integrantes de la marea verde celebraron (y muchas personas celebramos con ellas) en las calles la promulgación de la ley No. 27.610, que estableció que el aborto es legal y gratuito en Argentina hasta la decimocuarta semana de gestación, lo cierto es que el 8 de febrero de este año el partido del presidente Milei presentó una ley que, reporta el diario El País, «propone castigar con penas de hasta tres años de cárcel a “la mujer que causare su propio aborto o consintiere en que otro se lo causare”. A su vez, contempla penas de entre uno y cuatro años a aquellos profesionales que ayuden a una mujer a interrumpir su embarazo…». Veremos si logran los votos para sacar adelante su injusta propuesta de retroceso.
Tanto el ejemplo estadounidense como el argentino nos recuerdan la fragilidad de los derechos, que no solo han de conquistarse sino de defenderse. En este contexto, si bien las alternativas políticas que compiten en las elecciones mexicanas de este año me parecen incompatibles con mis principios, ofrezco mi voto al partido que proponga hacer constitucional el derecho al aborto. Y aprovecho para reafirmar mi descontento con la postura del presidente López Obrador, quien nunca fue capaz de encabezar la lucha porque se reconozca a nivel nacional el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo.
No queda espacio para ofrecer más que un argumento a favor del aborto: dicen quienes se oponen al mismo que las mujeres deben estar obligadas a ceder su cuerpo para mantener con vida a un embrión, hacer lo contrario sería asesinarlo. Aún si aceptáramos que dicho embrión tiene el mismo derecho a la vida que una persona, de ahí no se sigue que las mujeres deban ceder su libertad sobre su cuerpo y sobre la vida que quieren llevar en pos del bienestar del embrión. Y es que, parafraseando a Judith Jarvis Thomson: tener derecho a la vida no implica tener derecho a hacerle a los demás lo necesario para mantenerla: si me hiciera falta un riñón para no morir, eso no me daría derecho a quitarle un riñón a nadie. A todas luces la prohibición del aborto es un atentado contra la libertad.