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Opinión

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Lo que queremos los consumidores

Hace algunas semanas, hablábamos de los llamados “Cinco Fantásticos”, Alphabet (Google), Meta (Facebook), Apple, Microsoft y Amazon, cuyos modelos de negocio y conductas están siendo sujetos a escrutinio por las autoridades de competencia del mundo porque han acumulado demasiado poder. Ya adelantábamos que la dificultad es que los casos se discutirán ante jueces (no expertos en tecnología ni con formación en behavorial economics), que tienen una larga tradición de analizar los casos bajo el estándar del bienestar del consumidor, típicamente entendido como precios bajos.

Desde esa publicación, ya inició en Estados Unidos el juicio contra Google, empresa de la que casi con certeza usted y yo somos o hemos sido usuarios y, por lo tanto, nos debe interesar las posiciones a favor y en contra, y el resultado. El juez norteamericano se enfrentará al argumento de que los precios no lo son todo, y menos aún los precios bajos en el corto plazo, y que su trabajo no solo es proteger el bienestar de consumidor (suponiendo sin conceder que sepan en qué consiste), sino también el proceso productivo, los empleos y el entorno propicio para la innovación.

El Departamento de Justicia acusa a Google de abusar de su poder como motor de búsqueda y publicidad digital, además de seguirlo fortaleciendo a través de enormes pagos que hace a Apple para que Safari —el buscador desarrollado por esta última compañía y precargado en iPhones, iPads y Macs— use Google como motor de búsqueda. En el juicio, a un testigo “se le salió” el dato de que Google paga el 36% de sus ingresos por publicidad, es decir, 18 billones de dólares al año, para mantener esta exclusividad.

Parte de la defensa radica en que Google cuenta con la preferencia de los usuarios por su excelente servicio, y que no es ni puede ser monopolio porque le compiten agresivamente en sus principales mercados, que son las búsquedas y la venta de anuncios, las plataformas de TikTok e Instagram (Meta) cuando se trata de información, y Amazon cuando se trata de productos.

Más aún, Google es gratuito para los consumidores y —alega— una excelente opción para los anunciantes, dado que nadie tiene tanta información detallada de los gustos y preferencias de los usuarios como Google, precisamente por el uso generalizado de su motor de búsqueda, con el que inicia un círculo virtuoso. No es menor la influencia que le da participar en otros mercados, a través de excelentes productos como Gmail. Por lo tanto, una intervención del gobierno que modifique sustancialmente su modelo de negocio es paternalista y contraria al bienestar del consumidor, porque los usuarios eligen libremente Googlear para encontrar todo lo que necesitan, con anuncios a la medida.

El Estado alega que lo que los consumidores realmente quieren es que haya más motores de búsqueda y ninguno esté precargado en los equipos. También cuestionan la estrategia de comprar otras empresas, como YouTube, para crear ecosistemas que hacen que el consumidor no tenga que salir de ellos para satisfacer sus necesidades.

Es cuestionable si el Estado cuenta con suficiente evidencia para probar que los consumidores no quieren (queremos) one-stop shops en las que puedan lo mismo, hacer investigación, mandar correos electrónicos, entretenerse viendo videos o utilizar paquetería de productividad, todo mientras reciben anuncios a la medida.

Lo cierto es que los monopolistas suelen solo innovar en el margen, respecto de sus mismos productos, y no invertir en tecnologías disruptivas. Kodak sacó más y mejores cámaras fotográficas de rollo, pero no apostó por la fotografía digital. Es el caso de Google, que no apostó por la inteligencia artificial al paso que sus competidores, seguramente bajo la errónea creencia de que no le mordería su negocio. Esto fue así hasta que Open AI lanzó su chatbot ChatGPT, que en cuestión de semanas encendió las alertas rojas en Google y pasó a ser considerado una amenaza existencial.

En suma, los jueces tendrán que usar no solo los precedentes, sino una bola de cristal para tratar de dibujar un futuro con un Google distinto, que aumente el bienestar del consumidor de alguna forma que no sea a través de los precios, y con solo el dicho de la parte demandante de qué es lo que queremos los consumidores, con el contrafactual de la competencia que de hecho está ejerciendo ChatGPT al tiempo que el otrora todopoderoso Facebook pierde usuarios cada minuto frente a TikTok. 

Mientras tanto… aquí tendremos que seguir con lupa lo que se hará en Estados Unidos, porque es impensable que las agencias de competencia mexicanas puedan por sí mismas embestir contra los Cinco Fantásticos. En el país de los monopolios locales y el capitalismo de cuates, la batalla de la competencia y la innovación tecnológica en los mercados digitales está prácticamente perdida desde antes de iniciar.

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