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Los PIGS
La experiencia de los PIGS resalta la importancia de finanzas públicas sanas y un mercado laboral flexible.
Los países del grupo conocido como los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) enfrentan una grave situación que se ha manifestado con vehemencia a raíz de los problemas que ha enfrentado el gobierno griego para refinanciar durante este año una parte significativa de su enorme deuda interna y externa, misma que asciende a 125% del Producto Interno Bruto (PIB).
Grecia necesita refinanciar este año una cuarta parte de esa deuda y, aunque no es imposible, el refinanciamiento sí les está saliendo muy caro, teniendo que pagar primas por riesgo de default de hasta 6 puntos porcentuales.
La enorme deuda acumulada por el gobierno griego es, obviamente, el resultado de haber instrumentado en el pasado una política fiscal notoriamente laxa, habiendo llegado el déficit fiscal el año pasado a representar 13% del PIB.
Las dificultades económicas que enfrenta el gobierno griego y que ha requerido el apoyo de los demás países que conforman la zona euro, premiando el mal comportamiento y generando en consecuencia un problema de riesgo moral hacia los otros países que también han seguido una política fiscal irresponsable -los PIGS particularmente-, deja ver que estos países tienen un grave problema estructural que va más allá de los problemas fiscales.
Aunque el problema fiscal que estas naciones enfrentan está íntimamente ligado al problema estructural que es la notoria rigidez de sus mercados laborales, mismo que también aqueja, aunque en menor grado, a los otros países europeos.
Los déficit fiscales de los PIGS, Portugal 9.3% del Producto Interno Bruto; Irlanda, 11.7%; Grecia y España, 11.5%, financiados mayoritariamente con deuda externa para financiar gasto internamente, es como si cada gobierno hubiese tenido a su disposición un banco central que les hubiese extendido crédito primario.
El resultado final es una apreciación del tipo de cambio real que ha repercutido en estos países en una pérdida de competitividad en los mercados internacionales, así como en significativos déficit en sus cuentas corrientes.
Como consecuencia de una expansión del gasto interno financiado con deuda externa, estos cuatro países pudieron solventar, transitoriamente, un incremento de los salarios reales sin que hubiera un correspondiente incremento en la productividad de la mano de obra. El resultado es que en la última década el tipo de cambio real se ha apreciado 5.7% en Portugal, 20.7% en Irlanda, 9.5% en Grecia y 14% en España.
Ante una situación fiscal insostenible, cada una de estas cuatro economías tiene que ajustar obligadamente sus finanzas públicas, pero además debe realizar un ajuste del ingreso de la mano de obra, habiendo solamente dos caminos para ello.
El primero es reducir los salarios reales, sea mediante una devaluación o una reducción de los salarios nominales; ambos están descartados porque no pueden devaluar por no tener una moneda propia (usan el euro) y porque hay una notoria rigidez a la baja de los salarios nominales.
El segundo camino para realizar el ajuste es el más costoso pero el único que queda. Se trata de una corrección a través de cantidades, es decir, un significativo aumento del desempleo así como un menor nivel de ingreso nacional y, por un tiempo, menor crecimiento económico.
México ha pasado varias veces por este camino al infierno, por lo que no hay que olvidar la importancia de tener finanzas públicas sanas y un mercado laboral flexible. Lo primero más o menos lo tenemos; lo segundo, aún falta.
ikatz@eleconomista.com.mx