Lectura 3:00 min
Meloni hará temblar a la Unión Europea
Las palabras son piedras para ciertos oradores; los tuits se han convertido en metralla para ciertos tuiteros.
Benito Mussolini solía decir que la supuesta incompatibilidad entre inteligencia y fascismo se trataba de una “estúpida leyenda”. Sin embargo, para Mussolini los italianos tenían que cumplir con el verbo sagrado de toda religión: obedecer. Y el fascismo era una religión.
Mussolini lo repitió varias veces, el fascismo no es un partido, es una religión.
La inteligencia se entrega en el momento de centrar la obediencia como dogma de vida.
Los italianos premiaron ayer la coalición de tres partidos cuyos líderes disparan piedras con sonido de palabras.
Silvio Berlusconi fue condenado en primera instancia a 7 años de cárcel e inhabilitación para cargo público de por vida por prostitución de menores y abuso de poder, esto último por haberle pedido a un policía que dejara libre a “Ruby”, una menor de edad que frecuentaba una casa de descanso del empresario polìtico. El entonces primer ministro decidió comprar una casa a Ruby en Puerto Vallarta para expulsarla de la polémica.
Matteo Salvini impidió el desembarco de migrantes en Italia cuando ocupaba el puesto de ministro del Interior. Un barco de la ONG alemana Sea-Watch permaneció varado frente a Lampedusa durante dos semanas con 42 migrantes a bordo.
Berlusconi y Salvini levantan los brazos de Giorgia Meloni, y los tres formarán el nuevo gobierno ultraderechista cuyo vector atraviesa a Dios, la patria y la familia.
Gracias a Berlusconi, el fascismo fue sometido a una especie de lifting debido a los espectáculos de la televisión. Ahora, y gracias a las redes sociales, el fascismo es asimilado a través de tuits.
Tal vez sea esta la razón por la mayor cantidad de italianos que votaron ayer lo hicieron por alguno de los tres partidos de la coalición, especialmente lo hicieron por Hermanos de Italia, encabezada por Giorgia Meloni.
De haber ocurrido poco después del brexit, se diría que lo de ayer desencadenaría el italxit. No lo sabemos con certeza, pero en economía de guerra todo puede ocurrir.
Meloni no quiso prometer el italxit gracias al fracaso de Boris Johnson. Ni él ni Theresa May reconocieron que el brexit está provocando exactamente lo que prometieron que no iba a ocurrir: crisis económica. Reino Unido ha pedido 5.5 puntos de su PIB sólo por el brexit. Meloni no podía hacer campaña por un italxit.
Pero después de haber ganado las elecciones, se permite romper filas, es decir, se permite mentir. La decepción es la norma.
Nada diría que Meloni coloque la soga a Italia. La patria es primero. Bruselas es lo último para los ultranacionalistas. Sin embargo el italxit tiene un costo de oportunidad: entre muchas externalidades negativas, dejar de recibir 200,000 millones de euros desde Bruselas para paliar las múltiples crisis que se acumulan.
Italia es fundador de la Unión Europea, y como tal recibirá más presión desde Bruselas. Mucha más que lo que reciben Polonia y Hungría, gobernados por ultranacionalistas.
La resurrección de Berlusconi es materia de estudio. El posfascismo ha llegado a la tercera economía europea.
Twitter: @faustopretelin