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Opinión

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¿Por qué es posible que la pandemia no aumente la desigualdad?

El impacto directo de la pérdida real o potencial de puestos de trabajo en los ingresos de las personas se compensó en la mayoría de los países desarrollados con un apoyo gubernamental sin precedentes. En Estados Unidos, esta asistencia se prestó en forma de cheques enviados directamente a millones de hogares. En Europa, la mayoría de los gobiernos financiaron planes masivos a corto plazo

BRUSELAS – Durante la fase aguda de la pandemia de Covid-19 en la primavera del año 2020, cuando gran parte de la población estaba encerrada en casa, la economía cayó en una profunda recesión que golpeó en especial a los trabajadores no calificados y a las  minorías. Además, a diferencia de las recesiones anteriores, la pérdida de empleos se concentró en sectores con alta proporción de mujeres trabajadoras, lo que justifica el uso del término “recesión femenina”.

Por lo tanto, los primeros indicios apuntaban a que las consecuencias de la pandemia agravarían la desigualdad. Pero los dos años posteriores han proporcionado señales de que este no es necesariamente el caso.

Para empezar, el impacto directo de la pérdida real o potencial de puestos de trabajo en los ingresos de las personas se compensó en la mayoría de los países desarrollados con un apoyo gubernamental sin precedentes. En Estados Unidos, esta asistencia se prestó en forma de cheques enviados directamente a millones de hogares. En Europa, la mayoría de los gobiernos financiaron planes masivos a corto plazo, bajo los cuales el Estado pagó la factura con el propósito de que las empresas retuvieran a los trabajadores que iban a ser suspendidos temporalmente.

Estas medidas significaron que las pérdidas iniciales de puestos de trabajo inducidas por la pandemia no condujeron a una reducción de los ingresos. Y quienes tenían más probabilidades de perder sus puestos de trabajos fueron también los más propensos a recibir un generoso apoyo gubernamental.

Como resultado, los indicadores de desigualdad que se basan en el ingreso disponible, (es decir, el ingreso total después de contabilizar los impuestos y las transferencias del gobierno recibidas) no se deterioraron, e incluso mejoraron ligeramente en algunos casos. El indicador más ampliamente aceptado de la desigualdad de ingresos es el llamado coeficiente de Gini, que mide hasta qué punto la distribución del ingreso observada diverge del igualitarismo perfecto. En Estados Unidos, el coeficiente se mantuvo muy alto en año 2020, pero no aumentó más.

El patrón es similar en Europa, y un estudio incluso llegó a la conclusión de que la desigualdad de ingresos se redujo en las cuatro economías más grandes de la Unión Europea (Alemania, Francia, Italia y España) entre enero de 2020 y enero de 2021. Otro estudio indica que a pesar de que la desigualdad se hubiera incrementado considerablemente sin las acciones de los gobiernos, tanto el índice de Gini como el indicador oficial de riesgo de pobreza de la UE muestran que los programas específicos de apoyo estatal neutralizaron dicho impacto inicial.

Este resultado pone de relieve cómo el Estado puede desempeñar su papel de asegurador de última instancia al proteger a los grupos vulnerables de una inesperada conmoción económica de una magnitud sin precedentes. Sin embargo, los gobiernos ahora están reduciendo los esquemas de apoyo Covid-19 a medida que avanza la recuperación, aunque de manera algo más gradual en Europa que en Estados Unidos, donde el repunte de la economía es más completo. ¿Significa esto que se reanudará la tendencia anterior a la pandemia que conduce hacia el aumento de la desigualdad?

Una vez más, los indicios iniciales indican que puede ser todo lo contrario y que los patrones de desigualdad anteriores podrían revertirse en el mundo post-pandémico. La “recesión femenina” resultó ser un fenómeno de corta duración, ya que la mayoría de las pérdidas de empleos que afectaron a las mujeres sólo duraron uno o dos trimestres. Otra señal alentadora es que la participación de los salarios (la proporción de la producción total que se paga a los empleados) aumentó en el año 2020 y en el 2021.

La participación de los salarios estuvo cayendo por mucho tiempo, lo que propició una serie de explicaciones. Pero la reciente recuperación parece natural: Actualmente hay muy pocos trabajadores para hacer funcionar el stock de capital existente. “Reconstruir mejor” es un término poco apropiado. Los confinamientos por la pandemia Covid-19 no destruyeron ningún capital, sino que simplemente lo dejaron inactivo durante un breve periodo. Por tanto, la recuperación no requiere de nuevo capital, sino sólo de una redistribución del capital que ya se encontraba disponible.

Sin embargo, ahora hay menos mano de obra disponible que antes debido a lo que los comentaristas estadounidenses han llamado la “Gran Dimisión”, que en la práctica ha reducido la fuerza laboral, o más bien, ha disminuido la proporción de la población adulta dispuesta a trabajar a los niveles salariales anteriores. Las empresas deben ofrecer salarios más altos para atraer a los trabajadores que necesitan para aumentar la producción.

En Europa, los mercados laborales son menos dinámicos, pero las dimisiones aumentan en la mayoría de los países miembros de la UE, aunque siguen existiendo importantes focos de desempleo. Y es probable que la mayor necesidad de trabajadores persista durante algún tiempo. La pandemia ha acelerado tendencias preexistentes que, a muy largo plazo, podrían reducir la demanda de trabajadores poco cualificados en particular, pero que a corto y medio plazo probablemente tendrán el efecto contrario.

Por ejemplo, las compras en línea, que solían ser marginales en la mayor parte de Europa, ahora están ganando rápidamente popularidad en todas partes. Como resultado, muchos de los productos que anteriormente poníamos en carritos de compras físicos, metíamos en bolsas y llevábamos a casa, hoy en día son recogidos, empaquetados, transportados y entregados por otros, a quienes se les debe pagar por su tiempo y esfuerzo.

La mayoría de estos nuevos roles son poco calificados y podrían ser desempeñados en un futuro lejano por robots, camionetas de reparto que se conducen de manera autónoma o drones. Pero debido a que la entrega de última milla todavía requiere de la participación de humanos por ahora, las perspectivas de empleo para los no calificados lucen mucho mejor que antes.

Asimismo, hace unos años, algunos expertos pronosticaban un mundo en el que los robots harían gran parte del trabajo. Los choferes de camiones, por ejemplo, supuestamente quedarían desempleados gracias a los vehículos autónomos. Pero hoy en día, la falta de choferes es uno de los factores que frena la recuperación del sector industrial de los efectos de la pandemia.

Por lo tanto, se puede decir que desde un punto de vista económico para los segmentos más vulnerables de la sociedad, la crisis de Covid-19 ha evolucionado, hasta ahora, mucho mejor de lo que se temía, las pérdidas iniciales de empleos e ingresos fueron amortiguadas por el generoso apoyo estatal, y la vigorosa recuperación está conduciendo hacia mucho mejores perspectivas de empleo para muchos. A medida que la pandemia entra en su tercer año, esto, al menos, debería proporcionar algunos motivos para sentir optimismo.

El autor

es miembro de la junta y miembro distinguido del Centro de Estudios de Política Europea.

Copyright: Project Syndicate, 2020

www.projectsyndicate.org

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