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Privacidad vs. tecnología: la falsa elección
La premisa es: “La tecnología al servicio de la humanidad, no la humanidad al servicio de la tecnología” (António Guterres, ONU, 2023).
Desde hace tiempo la incesante innovación tecnológica ha puesto sobre la mesa la discusión acerca del uso, tratamiento y procesamiento de nuestros datos personales en ecosistemas digitales. El aumento de servicios y usuarios crece potencialmente año con año y, con ello, los riesgos y desafíos que enfrenta nuestra privacidad.
La tendencia encaminada a la adquisición y uso de sistemas de la inteligencia artificial, neurotecnología o computación cuántica, por mencionar solo algunas tecnologías disruptivas, nos hace reflexionar acerca de los límites que deben fijarse para el respeto y garantía de libertades y derechos fundamentales. Este asunto, aunque para ser obvio y evidente, ha generado una gran discusión social en los últimos meses.
Para ilustrar el reciente impacto tecnológico en la economía global, me gustaría compartir con ustedes algunas cifras que reflejan su alcance:
El Reporte Global Digital 2023 de Meltwater and We are social, indica que hay una población total de 8,010 millones de personas, de las cuales 5,160 millones son usuarias de internet, lo cual representa 65% de la población.
A su vez, hay 4,760 millones de usuarios activos en redes sociales, lo que representa 60% de la población.
En cuanto a la inteligencia artificial, de acuerdo con una proyección de la consultoría PwC, alcanzará un impacto económico de 16,000 millones de dólares en 2023.
De acuerdo con Forbes, el metaverso agregará 5,000 millones de dólares a la economía global para 2030, y 2023 será el año que defina la dirección del metaverso para la próxima década.
El Foro Económico Mundial señala que 50% de los empleados necesitarán volver a capacitarse para 2025. Se espera que 40% de las habilidades básicas actuales cambien en los próximos 5 años.
La economía nacional experimentará un incremento de 4%, en 2023, de acuerdo con el World Economic Outlook del Fondo Monetario Internacional de octubre del 2022; el mercado de tecnologías de la información crecerá 8% y el de servicios de tecnologías de la información lo hará a una tasa de 12%, según datos de la consultora IDC.
Hay una proyección de crecimiento de la economía digital mundial que es irrefutable, motivo por el cual, debemos centrarnos aún más en garantizar la protección de datos personales en un mundo globalizado e hiperconectado. En efecto, se trata de un desafío constante, ya que el uso de nuevas tecnologías aunado a la falta de legislación o normatividad que las regule representa el mayor reto al que se deben enfrentar los gobiernos, la iniciativa privada, los desarrolladores tecnológicos, la academia y la sociedad civil.
En términos de tecnología, hemos vivido en los últimos años el despliegue de diversas aplicaciones de inteligencia artificial generativa muy atractivas para los usuarios, como ChatGPT, Bard, Llama, entre muchas otras. Por lo que es importante resolver los desafíos existentes en lugar de detener su desarrollo, como lo señaló Bill Gates en respuesta a la carta que varios científicos y desarrolladores impulsaron con el objetivo de frenar el avance de la inteligencia artificial.
Lo que nos lleva a razonar que la única manera de equilibrar la creciente demanda digital con la necesidad de proteger los derechos de los individuos es desarrollando sistemas que, desde su origen, estén estructurados tomando en consideración principios éticos digitales, especialmente basados en la transparencia y explicabilidad de los algoritmos utilizados, que a su vez generen una rendición de cuentas efectiva que permita obtener la confianza al usuario final. Aunado a ello, la calidad y veracidad de la información con la que se entrena al algoritmo es determinante para evitar sesgos que dan pie a la discriminación. Por supuesto, privacidad y seguridad son principios claves para asegurar una transformación digital ordenada.
Es aquí en donde quiero abordar la “falsa elección” entre tecnología y privacidad. Parecería que siempre tenemos que elegir entre una y otra, y esa es la primera decisión que debemos no tomar. Se tiene que dejar en claro en nuestra sociedad, que no se trata de usar tecnología y sacrificar privacidad, se trata de usar tecnología con responsabilidad considerando los aspectos de privacidad de los titulares, lo que a su vez va a generar confianza en los distintos actores económicos y eventualmente va a incentivar un ambiente digital más saludable.
Debemos reconocer que muchos de nosotros estamos hiperconectados. Coleccionamos aplicaciones en nuestros dispositivos móviles y eso va generando una estela digital que es difícil de borrar. Recordemos que: “Las decisiones que tomemos ahora pueden afectar nuestros próximos años de vida” (Yuval Noah Harari, 2020). La identidad digital va a sobrepasar nuestra identidad física en esta década y tenemos que prepararnos para ello. Fenómenos sociales como el phubbing dan cuenta de nuestra dependencia tecnológica.
La transformación digital es irreversible en nuestras vidas, por lo que es fundamental tener un estándar adecuado de protección como punto de partida. A mayor riesgo tecnológico es necesario tener mayor supervisión humana. Seamos parte de la conversación, solo entre todos podemos generar un cambio de rumbo.