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¿Qué se siente vivir en un país donde se trabaja 40 horas a la semana?
México está a punto de aprobar la jornada laboral de 40 horas. Con esto se daría un segundo paso en busca de un nuevo equilibrio entre vida y trabajo, luego de que el año pasado se votaron los cambios para aumentar los días de vacaciones.
Son varios cambios que reflejan una nueva realidad. A las vacaciones y las horas, hay que sumar los aumentos a los salarios mínimos (134% desde el 2018) y los cambios en el sistema pensionario, que incrementarán los ingresos para los trabajadores al final de la vida laboral.
Los movimientos que México está haciendo van en la misma dirección que otros países de América Latina. Hace 15 días, Chile votó también por reducir la semana laboral a 40 horas. Ecuador, que es el otro país con semanas de 40 horas, hizo los cambios el año pasado.
La reforma chilena incluye matices que quizá faltan en la mexicana. Ponen límites máximos al número de horas extras que puede trabajar una persona; abre la posibilidad de cumplir las 40 horas en cuatro días y contempla excepciones para sectores que son estratégicos y complicados de regular, como minería y transporte.
No se vayan a creer que la región latinoamericana va a la vanguardia. Las 40 horas semanales son una recomendación que la Organización Internacional del Trabajo formuló por primera vez hace más de siete décadas. En 30 de los 38 países socios de la OCDE se trabaja 40 horas o menos por semana. Las excepciones son Alemania, Colombia, Costa Rica, Irlanda, Israel, Reino Unido, Suiza y Turquía. Allá se trabaja más de 40 horas.
¿Cómo cambiará el mundo laboral en México, a partir de esta reforma? Una de las cuestiones más interesantes es observar, si el mexicano seguirá siendo el que más trabaja entre los miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico. Aquí se labora 2,250 horas al año en promedio, comparado con 1,776 horas que es el promedio de la OCDE. En México hay 10.4 millones de personas que laboran más de las 48 horas. Según la ENOE, del total de trabajadores, 14.9% trabajan de 49 a 56 horas por semana. El 13.3%, más de 56 horas.
Una cosa a tomar en cuenta es que tenemos dos universos laborales, el de la formalidad y el de la informalidad. La inmensa mayoría de las modificaciones que acuerdan los legisladores inciden sólo en las condiciones de quienes trabajan en la economía formal, alrededor de 45% de los trabajadores mexicanos.
En la informalidad está un poco más de 32 millones de personas. El 55.6% de los trabajadores de México está en ese “planeta” productivo. Para quien trabaja en la informalidad, las noticias de la reducción en las horas laborales por semana tienen que ver con un país al que no pertenecen. Lo mismo pasa con los aumentos al salario mínimo, los aumentos en los días de vacaciones y la reforma al sistema de pensiones.
¿Qué pasa en la economía formal? En lo que se refiere a condiciones de trabajo, los trabajadores mexicanos, con justicia, empiezan a cerrar la brecha que los separa frente a otros países más desarrollados. Para las empresas, el reto de asumir costos crecientes, asociados a cada una de estas conquistas laborales.
¿Cuánto cuesta cada avance? ¿Cómo se paga? Esos mayores costos son una realidad que no aparece en el debate legislativo. Las empresas tendrán que contratar personal adicional y/o pagar horas extras, reorganizar las jornadas laborales e incorporar más tecnología. Crecerá la distancia entre el mundo de la economía formal y la informalidad.
En el futuro, los números sólo podrán cuadrar si hay un incremento significativo en la productividad. Este es uno de los talones de Aquiles de la economía mexicana. Incrementar la productividad quiere decir hacer más con los mismos recursos, pero México no lo ha conseguido como país, a pesar de ser donde más horas se trabaja por año, en promedio.
Trabajamos 287 horas más por año que los coreanos del sur y 864 horas más que los alemanes, pero tenemos menor productividad laboral. Lo peor es que en esa materia no avanzamos. La productividad es menor que en 2006 y en el 2022 cayó 3.3 por ciento. ¿Cómo explicamos esto? ¿Podremos revertir esa caída con estas reformas que traerán un nuevo equilibrio entre vida y trabajo?