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Opinión

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Recesión económica: ¿ya nos alcanzó?

La jornada del 27 de julio, como era esperado por la mayoría de los miembros del consenso, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) de la Reserva Federal (Fed) tomó la decisión, de manera unánime, de aumentar la tasa de fondos federales en 75 p.b. para ubicarla en un rango de 2.25-2.50 por ciento.

Lo anterior destaca toda vez que algunos participantes del mercado sugerían que dicho incremento fuera de una magnitud mayor (100 pb). Tal incremento debía darse para proclamar el mandato del instituto central de velar por la estabilidad de precios y fortalecer el mercado laboral.

El Fed se encuentra en una coyuntura por demás desafiante: durante junio de 2022, el índice de precios al consumidor incrementó en 9.1% de manera anual, variación que representó el dato más alto registrado en décadas.

Segundo, aunque no es función del órgano central focalizar sus esfuerzos en favorecer el crecimiento económico, no puede ni debería mantenerse indiferente a las actuales lecturas de actividad económica, ya que la política monetaria no debe verse como un elemento aislado de la dinámica económica sino como parte de un conjunto de complementos para generar condiciones de crecimiento y, sobre todo, de bienestar.

En ese sentido, destacan las contracciones trimestrales anualizadas que el PIB de EU registró, las cuales fueron de 1.6 y 0.9 por ciento. Dicha condición, para muchos economistas y analistas, ya representa el temido término de recesión técnica.

Desde nuestra visión, consideramos hacer ciertos matices antes de aventurarnos a llamar recesión a un escenario que podría no corresponder a él; simplificar el análisis económico con solo observar la contracción del PIB sin observar los elementos que lo produjeron nos parece grave.

En efecto, la actividad económica de Estados Unidos registró dos retrocesos secuenciales, sin embargo, ¿qué fue lo que ocasionó estas contracciones? Ambos trimestres vieron contraídos sus componentes de gasto público, inversión e inventarios. Dichos retrocesos son, hasta cierto punto, esperados ante una coyuntura económica caracterizada por conflictos geopolíticos, expectativa de mayores tasas de interés y niveles de inflación especialmente elevados.

Ahora, el consumo privado, cerca de dos terceras partes del PIB consolidado, registró avances trimestrales anualizados de 1.8 y 1% para el primer y segundo trimestre del 2022, respectivamente. Adicional a ello, el mercado laboral continúa en niveles sólidos, si bien recientemente ha mostrado algunas señales de debilidad, ha registrado un desempeño robusto.

Lo anterior nos deja ver que la contracción no fue generalizada, por ello, utilizar términos que conlleven una connotación negativa y puedan desencadenar episodios de nerviosismo deben utilizarse con cautela.

Lo que es innegable es una ralentización en el crecimiento de la economía estadounidense que no solo es reflejo de consumidores e inversionistas más reservados por altos niveles de inflación, tasas de interés potencialmente mayores e incertidumbre por conflictos bélicos, sino que el efecto de base comparativa de los estímulos fiscales y monetarios instrumentados para hacer frente a la pandemia, ha empezado a resentirse.

En ese sentido, no será sorpresivo ver recortes más agresivos en los estimados de crecimiento para la que presume ser la economía más grande del mundo. Sin embargo, instamos a ser muy estrictos a la hora de estudiar los componentes que provocan las variaciones.

El anterior hecho tendrá repercusiones en prácticamente todas las naciones representativas, y México, no es la excepción, desafortunadamente el particular caso de México enfrenta retos característicos.

A diferencia de Estados Unidos, la historia en México es otra; en nuestra nación no existieron notables estímulos fiscales, por lo que aún no recupera sus niveles previos a la pandemia, es decir, los supuestos avances en la economía mexicana registrados en el primer y segundo trimestre del año deben tomarse con especial cuidado y no deben sobreestimarse.

Además de ello, la ralentización de la economía de Estados Unidos indudablemente tendrá efectos desfavorables en el desempeño económico mexicano.

Las manufacturas, exportaciones y remesas podrían ser los elementos más afectados, por lo que, reforzar elementos al interior deberían ser primordiales en la agenda pública.

Desafortunadamente, los factores que otorgarían dinamismo al crecimiento de México son, contrariamente, los que representan lastres.

Por ejemplo, una política pública poco predecible, expectativa de fragilidad en gobernanza y Estado de derecho que debilita la confianza y, por tanto, el flujo de inversión. Mientras dichos elementos no cambien, la recuperación en nuestro país se seguirá estimando pobre.

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