Lectura 4:00 min
Regresión petrolera en México
Es suficientemente probable un escenario de regresión en la institucionalidad y política petrolera en México, y el intento de vuelta al monopolio estatal con todas sus implicaciones financieras, fiscales, tecnológicas, operativas, competitivas y de corrupción. El desmantelamiento de la reforma energética es uno de los pilares discursivos del candidato puntero en la elección presidencial. Hay que creerle; hay que preocuparnos.
Antes de la reforma energética México era una anomalía en el mundo por su institucionalidad petrolera monopólica, opaca y dependiente de decisiones políticas, envuelta frecuentemente en un halo de corrupción. El monopolio petrolero fue capaz de descubrir y explotar con relativo éxito grandes yacimientos en aguas someras, accesibles con tecnología convencional y con muy bajos costos de inversión y operación (menores a 7 USD por barril). Fue el caso de Cantarell y de Ku Malob Zaap (KMZ). La renta petrolera de ambos nutrió fantasías nacionalistas, un gasto corriente desenfrenado del gobierno mexicano, y una ilusa evasiva a llevar a cabo una indispensable reforma fiscal, manteniendo el modelo sin tecnología, competencia e inversión privadas. Llegamos a producir casi 3 y medio millones de barriles diarios de crudo, mientras los ingresos del gobierno dependían en cerca de 40% de la renta petrolera extraída a Pemex.
Cantarell y Ku Malob Zaap empezaron a declinar sin nuevas adiciones significativas de reservas probadas, ni otro yacimiento supergigante a la vista. La promesa de aguas profundas en el Golfo de México era inalcanzable por limitaciones financieras, tecnológicas, logísticas y operativas del monopolio mexicano. Se colapsó la producción a menos de 2 millones de barriles diarios, y con ello los ingresos del Estado. Quebró y se derrumbó el escenario monopólico petrolero, último estertor del desarrollo estabilizador. En 20 años, sin reforma energética, la producción de nuestros campos actuales sería de apenas 300,000 barriles diarios.
La izquierda sostenía que todo era deliberado para desacreditar al modelo monopólico, que se esquilmaba y sofocaba a Pemex para justificar la privatización. Mientras tanto, en Estados Unidos se explotaban intensamente yacimientos en aguas profundas de su Zona Económica Exclusiva y se desarrollaba la revolución del shale.
En este contexto, es clarísimo que la reforma energética fue un imperativo práctico, financiero, institucional, competitivo, tecnológico, fiscal y operativo para recuperar algo de lo perdido en materia petrolera en un mundo globalizado. No fue un arrebato ideológico. Era absolutamente indispensable. Desmantelar ahora la arquitectura institucional, regulatoria y operativa de la reforma energética es suicida. Sería absurdo endeudarnos buscando nuevos e improbables yacimientos supergigantes y nunca encontrarlos, y comprometer cuantiosos recursos públicos en negocios altamente riesgosos, de baja rentabilidad e inciertos, como las refinerías.
El modelo creado por la reforma energética permite atraer inversión, capital de riesgo y tecnología para buscar nuevos yacimientos rentables en un escenario competitivo sin comprometer recursos públicos, con licitaciones de transparencia sin precedente en México, y manteniendo el Estado mexicano la rectoría y regulación, y la mayor parte de la renta petrolera. Tal como ocurre en más de 100 países. La reforma energética también abre camino para una mejor administración de la renta petrolera a largo plazo en un Fondo Mexicano del Petróleo, con el potencial de acrecentar la riqueza pública con inversiones diversificadas y de alto rendimiento, y de preparar la transición energética hacia energías limpias y renovables.
El tiempo se acaba. El petróleo será importante como combustible muy pocas décadas más. La electricidad es el futuro en materia automotriz. Se mantendrá su relevancia como materia prima para la petroquímica, pero la demanda global de crudo será menor en órdenes de magnitud. Los precios serán mínimos, y nuestras reservas probables y prospectivas se devaluarán. Si ocurre la regresión que AMLO plantea, permanecerán bajo tierra para siempre.