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Sudando la gota gorda en Estados Unidos
Llevar las riendas de la política exterior y los retos de la política interior en Estados Unidos en un año electoral es una chambota complicadísima y poco envidiable. Les puedo asegurar que no duermen tranquilos en la Casa Blanca -si es que duerman- con tantos fuegos prendidos al mismo tiempo.
Empezamos con la política exterior. A pesar de que Estados Unidos no ha mandado sus propias tropas, el país está financiando la guerra en Ucrania contra Rusia y apoyando a Israel en el conflicto en el Medio Oriente contra Hamas (y contra Irán, más otros adversarios por la zona).
Hace una semana, después de meses de demora, el Congreso por fin aprobó un paquete de más de 95,000 millones de dólares para apoyar a Ucrania, Israel (incluye asistencia para Gaza) y Taiwán. El Presidente Biden recalcó que “Israel tiene que asegurar que esta asistencia llegue a los palestinos en Gaza sin demora”.
Mientras el ala MAGA del Partido Republicano (Make America Great Again, seguidores de Donald Trump) bloquearon por meses la asistencia a Ucrania, la Casa Blanca tuvo que pararse de cabeza con su aliado, el presidente ucraniano Volodomir Zelensky, y trabajar con los pocos sensatos del partido opositor - como resultó ser el “Speaker” de la Cámara de Representantes, Mike Johnson - para lograr el cometido.
Johnson ahora enfrentará fuego amigo la semana entrante cuando la ultraderechista, Marjorie Taylor Greene (congresista republicana de Georgia) presente una moción de no confianza en su contra a raíz de su decisión de apoyar al financiamiento, algo que los Demócratas serán capaces de bloquear con sus votos para salvar el liderazgo de Johnson. Ironías de la vida.
La situación en Israel/Gaza es un tema altamente “interméstico” (internacional y doméstico) para Estados Unidos. A pesar de la ola de actitudes anti-inmigrantes que vive el país, hay que recordar que Estados Unidos es de los países más multiculturales del mundo. La población árabe en el estado de Michigan es la más grande del país y es uno de los estados bisagra para la elección presidencial.
El apoyo a la defensa de Israel es una política de Estado que va más allá de partidos políticos y no cambiará de la noche a la mañana. Dicho esto, el Secretario de Estado, Antony J. Bliken, pinta su raya al decir sin titubeos que su país no apoya a una ofensiva terrestre de Rafah, el sur de Gaza, donde hoy hay 1.4 millones de palestinos. El gobierno de Biden quiere enfocarse en la negociación de un cese de fuego, que incluye, por supuesto, el retorno de los rehenes israelíes. Blinken ha estado negociando constantemente con Arabia Saudita, que bien podría tomar el paso de reconocer a Israel si eso incluye planes para garantizar la viabilidad de un estado palestino, algo que desgraciadamente parece cada vez más lejos de la visión de los israelís.
Por su parte, el Primer Ministro Benjamin Netanyahu está empeñado en salvar su propio pellejo político y lanzar otro ataque para acabar con Hamas, una meta que, mientras podría ser deseable, es poco factible. Es imposible predecir qué pasará, pero queda claro que el gobierno de Biden está perdiendo su paciencia con Israel.
La masacre que llevó a cabo Hamas el 7 de octubre en contra de inocentes israelíes detonó el derrame de sangre que hoy se vive en la región. Lo más triste es que la meta de Hamas fue justamente generar caos y fomentar el odio en contra de Israel. Los líderes de Hamas sabían que Israel iba a contraatacar y que miles de palestinos - su propia gente - iban a perder sus vidas y sufrir, algo que no les importó. Aún así, la única salida ahora será la negociación de un cese al fuego y una visión de paz hacía adelante, por iluso que parezca en este momento.
Las protestas por la situación en Gaza en las universidades de Estados Unidos ponen en relieve las divisiones de la sociedad respecto a este complicadísimo tema. Los jóvenes están indignados con la matanza que hemos presenciado, algo entendible. Pero como recalcan el Presidente Biden y el gobernador de California, entre otros, se debe proteger la libre expresión y la protesta pacífica, pero la tolerancia no se extiende a la violencia o al antisemitismo. Las universidades no pueden defender sus instalaciones y la integridad de todos sus estudiantes sin recurrir a la fuerza civil del policía.
Todavía es temprano para saber qué impacto tendrá todo esto para el resultado de la elección presidencial del 5 de noviembre, pero la situación en Washington, DC, y en varios capitolios de Estados Unidos, está que arde.