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¿Trastorno o tendencia?
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCAs) pueden ser hoy altamente medicalizados o en el extremo opuesto, ser camuflados en parte, a causa de diferentes ideas preconcebidas sobre lo que significa padecerlos.
El proceso de medicalización se refiere a cómo la medicina contemporánea domina en el discurso y en la práctica, en espacios que antes no eran considerados de índole médica. Esto generalmente conlleva a que la medicina no siempre tiene las mejores soluciones para temas que no competen al campo médico. El proceso de medicalización de la sociedad es algo complejo y merece ser analizado por caso.
En el caso de los TCAs, materiales historiográficos sobre conductas alrededor de la alimentación nos revelan que conductas alimentarias de riesgo o trastornos de alimentación, se enmarcaban no como padecimientos del orden de la salud mental (como están hoy clasificados), sino más bien como conductas que tenían que ver con el higienismo en algunos casos y en otros, como medios de expiación.
Tal es el caso, por ejemplo, de Santa Catalina de Siena, de quien se especula sobre el cuadro clínico descrito en sus propios textos, que podría corresponder a un Trastorno de la Conducta Alimentaria. Lo que es claro es que los TCAs son de etiología compleja que involucra factores psicológicos, sociales, económicos y culturales.
En el lado opuesto del espectro, encontramos también en la actualidad, cómo ideas preconcebidas sobre quiénes son más susceptibles de padecer estos trastornos y en qué consisten constituyen barreras para su diagnóstico y tratamiento.
Tal es el caso, por ejemplo, sobre el prejuicio largamente extendido de que sólo las mujeres jóvenes pertenecientes a clases altas son quiénes son susceptibles de padecer un TCA. Se ha dejado de lado, por ejemplo, los TCAs que aparecen en la edad adulta, o entrando a la edad madura, que están relacionados con la sensación de pérdida de control sobre un cuerpo que envejece naturalmente.
Así, circunstancias como el nido vacío, la menopausia o la andropausia pueden precipitar la aparición de conductas alimentarias de riesgo, como el comer desordenadamente o "picando". Las personas de la tercera edad en muchas ocasiones, también presentan inapetencia por circunstancias que no tienen que ver con la imagen corporal.
La constante exposición de la imagen y el culto al cuerpo, hacen que también muchas personas presenten conductas de riesgo, como hacer dietas rápidas, periodos de pica y ejercicio físico extremo para verse de cierta manera, pertenecer a un grupo social en específico o incluso, conseguir el empleo o pareja que se quiere. Esto resulta aún más riesgoso cuando todo se disfraza de "cultura wellness" en donde se trata al cuerpo como una entidad aparte que hay que domar, mantener a raya, modelar, modificar y siempre controlar para poder ser o pertenecer.
Las ideas preconcebidas de que un Trastorno de la Conducta Alimentaria o una conducta Alimentaria de riesgo son presentadas por adolescentes que están inconformes con su cuerpo, constituye una idea hiper reduccionista del tema.
Las prácticas alimentarias individuales o comunitarias pasan por procesos sumamente complejos que involucran no sólo emociones, sino también aspectos que determinan nuestra pertenencia. Ser ciegos ante estos aspectos no solo limita la comprensión del tema, sino que también nos hace incapaces de poder detectar algún padecimiento a este respecto, ya sea para propios o cercanos, si "todo mundo lo hace" y en el círculo de cercanos es "normal", porque las prácticas de riesgo pueden perpetuarse y apoyarse por el grupo de pares.