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Vulnerabilidades en el financiamiento de la economía mexicana
Durante los últimos dos años, el sector público se ha consolidado como el principal usuario de los flujos de financiamiento que recibe la economía mexicana, muy por encima del privado. Esto es comprensible si se considera que, de acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria, tan solo en 2023 el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación plantea destinar el 63.2% del gasto total a los rubros de pensiones, costo financiero de la deuda y el gasto federalizado.
En un contexto de mayores tasas de interés y ante el reducido espacio fiscal, vale la pena revisar las tendencias de la otra parte de la ecuación, esto es, las fuentes de financiamiento de la economía. En términos generales se pueden distinguir dos principales tendencias.
La primera es la reducción del financiamiento externo. De acuerdo con Banxico, los flujos de financiamiento externo pasaron de 1.0% a -0.8% del PIB entre 2019 y 2021, ante el menor apetito de los no residentes por deuda gubernamental en moneda nacional. De hecho, entre marzo de 2020 y junio de 2022, la tenencia de bonos gubernamentales por parte de no residentes se redujo en cerca de 28,500 millones de dólares. Esto, a pesar de la elevada liquidez global y la significativa alza de la tasa de interés de México.
Si bien es cierto que el menor apetito por deuda gubernamental por parte de los no residentes fue compensado, en esta ocasión, por la demanda de inversionistas nacionales (v.gr. bancos y Siefores), no hay que perder de vista que el hecho mismo refleja una situación vulnerable.
La posibilidad que ha tenido la economía mexicana de atraer capital foráneo a cambio de una tasa fija en moneda nacional ha significado una gran ventaja en términos de financiamiento, por lo que su ausencia podría representar riesgos de incrementar la deuda en moneda extranjera.
Adicionalmente, la mayor exposición del sistema bancario a la deuda pública plantea un riesgo para la estabilidad macro-financiera ante un entorno económico adverso, como lo destacó el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su más reciente Reporte sobre la Estabilidad Financiera.
La segunda tendencia de las fuentes de financiamiento es el inusual incremento del componente interno, que incluso ha compensado la caída de las fuentes externas. De acuerdo con Banxico, en 2020 y 2021 el flujo anual de recursos de las fuentes internas promedió 8.4 puntos porcentuales del PIB, cifra 57.5% por encima del promedio registrado entre 2010 y 2018.
Este incremento se puede explicar por el mayor ahorro precautorio, consecuencia de la pandemia, y estuvo apoyado en un incremento de 22.5% en términos reales de los depósitos a la vista de los distintos tenedores privados entre febrero de 2020 y diciembre de 2021.
No obstante, durante 2022 se ha registrado una caída de esta disponibilidad de recursos y ante el incremento en el consumo, influido por la reducción de casos de COVID19, se esperaría que regrese a niveles cercanos a los vistos entre 2010 y 2019.
En suma, la economía mexicana cuenta con menores fuentes de financiamiento externas, fuentes internas que pierden fuerza y un sector público con necesidades de gasto inercial cada vez mayores. Estas condiciones hacen más vulnerable a la economía y, ante el actual entorno de mayores tasas de interés, podrían derivar en un desplazamiento relevante de financiamiento al sector privado. Al momento, la situación dista de ser una crisis, pero habrá que estar atentos a que las vulnerabilidades no se traduzcan en un escenario de riesgo.
*El autor es economista principal de BBVA México.