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Zedillo y AMLO
La presencia de Ernesto Zedillo en México revivió un viejo debate que sigue estando presente en la realidad mexicana. La disputa por la nación entre aquellos que sostienen que es posible adecuar el nacionalismo revolucionario del PRI de los setentas al mundo globalizado de hoy, y aquellos otros que insisten en la necesidad de reducir el papel del Estado en la economía y mantener la posibilidad de una alternancia en el poder en el marco de legitimación de todos los participantes en la contienda política.
Y es que el proyecto de la 4T parte del principio de que el proteccionismo económico y la existencia de una sola fuerza política legítima, son suficientes como para reconstruir una visión del país que fue desechada después de la crisis económica de 1982 y que revivió a partir del triunfo apabullante de López Obrador en el 2018.
La incorporación al TLCAN y luego al T-MEC le ha permitido en términos económicos a nuestro país, evitar una crisis financiera producto de un mayor endeudamiento y ahora de un déficit fiscal de magnitudes peligrosas. Remesas y exportaciones, y ahora el flujo de capitales producto de la relocalización, le han permitido al gobierno seguir funcionando y dilapidando recursos en obras no rentables, sin que por el momento estalle el globo que se infla día con día.
Ernesto Zedillo tuvo que lidiar en los inicios de su sexenio con las consecuencias económicas de una guerra política desatada por el levantamiento zapatista, los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, la falta de destreza por parte de la nueva administración para desactivar la bomba de la deuda heredada por el gobierno salinista.
El Fobaproa, que sirvió como instrumento para evitar la pérdida de los ahorros de millones de personas, provocó a su vez el abuso por parte de especuladores y políticos afectados por la quiebra del sistema. Fue el mal menor frente a la catástrofe que se avecinaba, pero sirvió como bandera de lucha para los nacionalistas revolucionarios que como AMLO abanderaban el retorno al pasado priista del presidencialismo absoluto.
Zedillo impulsó la democratización del país más por su desinterés en los asuntos políticos, que por sostener a lo largo de su mandato un proyecto para impulsar el pluralismo y la democratización de la vida institucional. De una u otra forma el expresidente soltó las amarras del corporativismo priista y permitió así la alternancia en la presidencia.
El pleito entre el presidente y Zedillo es en realidad el choque entre dos visiones distintas de nación. Una que promueve la concentración del poder en una persona y la reconstrucción del Estado interventor, y otra que reivindica una economía de mercado y la división de poderes como única forma de garantizar la democracia y el Estado de derecho. De eso se trata.