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Anémona 440 N° 2: una inmersión surrealista
Cruzar el umbral de la casona que alguna vez fue la última residencia de Porfirio Díaz fue como adentrarse en otro mundo. Este lugar histórico, que en su momento funcionó como vecindad, se había transformado en el escenario de "Anémona 440 N° 2: ruptura dimensional", una experiencia artística creada por la Galería Errante y el artista Ricardo Garduño. Al entrar, sentí de inmediato que la historia del lugar con la propuesta surrealista de Garduño, le da una nueva vida al espacio.
Recorrer las salas fue como atravesar distintos capítulos de un sueño. Cada habitación estaba impregnada de un ambiente onírico, con seis pianos intervenidos en medio de una sinfonía de luz y sonido. Me llamó la atención cómo el espacio, que alguna vez albergó la vida cotidiana de varias familias, ahora parecía narrar historias que rompían las barreras de la realidad.
En algunos rincones, me topé con habitaciones llenas de sillas de madera y baúles de viaje antiguos. Estas piezas, desgastadas por el tiempo, acompañadas por artefactos antiguos como radios, máquinas de escribir y lámparas, creaban un ambiente nostálgico, como si la casona misma contara fragmentos de vidas pasadas. Este contraste entre lo histórico y lo surrealista reforzaba la atmósfera inmersiva de la exposición, envolviéndome en un mundo que parecía a medio camino entre el pasado y un sueño.
Una de las piezas más impactantes fue el mural de Alfonso Xavier Peña. Había algo en su obra que parecía conectarse directamente con las paredes de la casona, como si esas imágenes coloridas y llenas de vida siempre hubieran pertenecido allí. Era un contraste fascinante con el entorno, aportando una nueva capa de significado a todo lo que estaba sucediendo. Este mural, junto con las instalaciones de Garduño, creaba un diálogo visual para detenerse y hacer reflexionar sobre el poder transformador del arte.
Un momento particularmente mágico fue cuando Octavio, conocido como "la bruja de Texcoco", armonizó con su violín y su voz, creando una melodía envolvente que resonaba en todo el espacio.
A medida que avanzaba por las diferentes salas, sentía que estaba siendo testigo de algo único. Las historias que contaban las paredes de la casona se entrelazaban con las obras, los sonidos y las luces, creando una atmósfera que era a la vez íntima y expansiva. La Casa de Porfirio Díaz, en su nueva vida como espacio para el arte, se había convertido en algo más que una galería: era un portal hacia lo surrealista, un lugar donde los sueños y la realidad se fusionaban de maneras inesperadas.
La curaduría de Alessandra Migliano lograba que todo encajara, un tanto oscura con mucho surrealismo. No se trataba solo de mostrar arte en un espacio histórico, sino de ofrecer una experiencia en la que lo antiguo y lo contemporáneo convivieran en armonía. Migliano, a través de Galería Errante, está logrando algo importante: romper con las barreras tradicionales de las galerías y hacer que el arte sea accesible para todos.
“Anémona 440 N° 2: ruptura dimensional" no es solo una exposición, es una experiencia que te invita a sumergirte por completo en un mundo donde las reglas normales no se aplican. Para mí, fue un viaje sensorial y emocional que me dejó reflexionando sobre el poder del arte para transformar espacios y, sobre todo, la forma en que lo percibimos.