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Decisiones de inversión ante los complejos mercados financieros
Es razonable pensar que el desempeño de los mercados financieros es explicado por el comportamiento de una economía, pero no necesariamente esa relación se presenta todo el tiempo. Cuando se habla de mercados financieros, se hace referencia a personas en todo el mundo tomando decisiones en materia de inversión, comprando y vendiendo activos para obtener retornos de capital.
Esos mercados financieros son imperfectos, difíciles de entender, irracionales y normalmente no están en equilibrio, y eso es justo lo más interesante de ellos, lo que hace que el precio de un activo se abarate o se encarezca, y eso conlleva a encontrar oportunidades de inversión independientemente del ciclo económico en el que se encuentre, con independencia de si la economía marcha bien o mal.
Para muestra de lo anterior, a inicios de la pandemia del COVID-19, se llegó a ver un panorama bastante cercano a un apocalipsis. La actividad económica se detuvo en muchos sectores, hubo confinamientos a nivel mundial, aviones en tierra, fronteras cerradas, hospitales saturados, lo que llevó a la peor contracción de la economía global, al romperse la interacción de la oferta y la demanda.
En el segundo trimestre del 2020, la economía más grande del mundo, Estados Unidos, registró una caída en el crecimiento económico del 28%, mientras que la tasa de desempleo subió del 4% al 15% en el mismo trimestre. La pregunta es, ¿cómo le fue a las inversiones ante un escenario de tal magnitud? La respuesta no es obvia y hasta cierto punto contraintuitiva, ya que tanto los activos de renta variable como los de renta fija obtuvieron rendimientos positivos.
Durante el segundo trimestre del 2020 las acciones del S&P500 subieron 20%, mientras que la deuda corporativa en dólares generó una rentabilidad de 9.0% en dólares, medido por el ETF LQD (bono corporativo con grado de inversión).
Hay una frase muy famosa en el mundo de las inversiones que dice “The stock market is not the economy”, que se traduce en que los mercados financieros se mueven más en anticipación a una expectativa y menos por realidad. El sentimiento y comportamiento de los inversionistas son factores muy difíciles de medir, pero termina siendo más importante valorarlos al momento de tomar decisiones, que dejarse llevar solo por lo que está pasando en la actualidad.
Y es aquí donde entra la trampa de tomar decisiones de inversión cuando se es empresario (persona moral) e inversionista (persona física) a la vez. No hay nadie mejor para tener un termómetro correcto de la actividad económica que los mismos empresarios, los que construyen el país, los que generan riqueza y empleo, sin embargo, esa sensibilidad que tienen de la economía los hace ser más cautos y reservados al momento de invertir su patrimonio, lo que podría no ser la mejor óptica al momento de tomar decisiones para su portafolio, dejando oportunidades sobre la mesa.
Los inversionistas globales no están peleados con ningún país, con ningún partido político, con ningún ciclo económico, los inversionistas buscan oportunidades pese a que el panorama sea incierto, miden los riesgos y compran coberturas para protegerse de lo que pueda pasar mañana.
El mañana es incierto y no se puede controlar, la clave para tomar decisiones es centrarse en factores que sí se puede administrar, como definir el plan a largo plazo, respetar el perfil de riesgo, apegarse a los objetivos planteados, ser consciente del horizonte de inversión; sabiendo que el camino no será fácil, pero estará lleno de oportunidades que el inversionista podrá ir capitalizando acompañado de su asesor financiero, que le ayudará a mantener el rumbo del barco, a no caer en la trampa del pesimismo que lo sesgue a pensar que las inversiones siempre serán un reflejo de la economía.
Gustavo Gaxiola Danwing
Head Investment Strategy, Banca Patrimonial y Privada BBVA México