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Opinión

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Segundo piso

El compromiso explícito de Claudia Sheinbaum al tomar posesión como Presidenta de México fue mantener la continuidad del modelo de país heredado por López Obrador, sin cambiarle una coma, en algo que fue definido desde la campaña electoral como “el segundo piso de la 4T”. Este compromiso representa lo que parece ser una misión imposible para una presidenta leal absolutamente a su mentor, pero al mismo tiempo obligada a ejercer el poder político desde un Ejecutivo independiente . 

Si bien el expresidente cuenta con las correas de transmisión dentro del Congreso y a través de la mayoría de los gobernadores como para someter a su pupila en caso de desviarse del objetivo común, la nueva mandataria está obligada a demostrar el grado de autonomía necesaria como para ser considerada una interlocutora válida por políticos y dueños de capitales. Es decir, una mujer capaz de deshacerse de la tutela de su protector para convertirse en una versión distinta de un proyecto hoy considerado inviable en el corto plazo.

La habilidad de AMLO para sostener programas sociales regalando dinero a diestra y siniestra, sin otro objetivo que el de fortalecer el control social sobre una población agradecida por el dinero recibido a pesar de permanecer en la pobreza, es sin duda uno de los logros de una administración sustentada en el culto a la personalidad de un solo individuo dispuesto a sacrificar cualquier cosa a cambio de mantener el poder indefinidamente.

Y si a esto le añadimos el saqueo de recursos de distintas dependencias para utilizarlo en proyectos de infraestructura innecesarios e incosteables, la problemática inmediata para Claudia es por un lado estrictamente política por la necesidad de afirmar su mando, pero fundamentalmente económica por la ausencia de recursos disponibles para corregir los desequilibrios fiscales propios de un gobierno que se gastó todos los ahorros, y además aumentó peligrosamente los niveles de endeudamiento, principalmente durante este año electoral.

Se trata principalmente de levantar el tiradero social y económico derivado de la obsesión del caudillo por pasar a la historia como el gran líder liberador de la patria. La presidenta Sheinbaum requiere ahora recuperar el sentido de la realidad y actuar en consecuencia. Demostrar que su intención es gobernar y no únicamente ganar elecciones a cualquier costo. Que los críticos y adversarios políticos no son enemigos a destruir, sino interlocutores legítimos con los cuales es posible dialogar y llegar a acuerdos.

Aunque la presidenta tiene todo el poder para decidir lo que quiera sin una oposición que la pueda contener, su posibilidad de éxito radica en construir un México diferente al que AMLO, y ella misma, diseñaron durante estos últimos años.

Seguir en la misma línea provocará no sólo una crisis económica, sino también la reducción del poder presidencial hoy en manos del expresidente.

Ezra Shabot Askenazi es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la UNAM. Como académico ha sido jefe del Departamento de Ciencias Sociales y Jefe de Planeación Académica en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán.

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