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The austerity republicana
Cuando López Obrador asumió la presidencia en 2018, una de sus primeras banderas fue la llamada “austeridad republicana”. Bajo la premisa de recortar el gasto burocrático para liberar recursos, su gobierno llevó a cabo despidos masivos en la administración pública, afectando a instituciones clave y desmantelando capacidades técnicas que tardaron décadas en construirse. Pareciera que la fórmula populista ahora está siendo replicada en otras latitudes.
En Estados Unidos, bajo la batuta de Donald Trump y su aliado Elon Musk, se está llevando un enorme programa de recortes. Desde su nombramiento como jefe del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), Musk ha encabezado una ola de despidos masivos, replicando un modelo que amenaza con desmantelar el funcionamiento mismo del gobierno, en forma muy similar a lo que sucedió en México.
En pocos meses, el DOGE ha eliminado más de 9,500 puestos federales y presionado a otros 75,000 empleados para aceptar retiros voluntarios. Los despidos no han sido aleatorios: han afectado de manera desproporcionada a agencias que sirven como contrapesos institucionales y que protegen derechos ciudadanos.
La Oficina de Protección Financiera del Consumidor (CFPB), creada tras la crisis de 2008 para evitar abusos bancarios, ha perdido a casi la mitad de su personal. El Servicio de Impuestos Internos (IRS), encargado de la recaudación fiscal, enfrenta una merma que obstaculiza su capacidad para auditar y fiscalizar a grandes contribuyentes. Incluso la NASA y la Administración Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA) han visto reducir su plantilla, comprometiendo proyectos científicos y de seguridad estratégica.
Musk, fiel a su estilo empresarial, justifica los despidos como una medida para “eliminar la grasa burocrática” y hacer que el gobierno funcione como una startup. Pero gobernar no es administrar una empresa privada. Las instituciones públicas no operan con la lógica de la rentabilidad, sino bajo el mandato de servir a la sociedad, garantizando derechos y proporcionando servicios esenciales.
La reducción de personal en el regulador de salud y medicamentos (la Food and Drug Administration), por ejemplo, ha ralentizado la aprobación de nuevos medicamentos y tratamientos médicos. La reducción del personal del IRS, por ejemplo, implica menos auditorías y, por ende, una mayor evasión fiscal, lo que reduce la recaudación y anula cualquier ahorro obtenido por los despidos.
Musk y Trump han disfrazado esta desarticulación como un ejercicio de eficiencia, pero los resultados cuentan una historia diferente: retrasos en servicios, falta de supervisión y un aumento en la vulnerabilidad de la población frente a prácticas abusivas e ilegales. Más preocupante aún es el impacto en la gobernanza democrática. Muchas de las agencias afectadas actúan como contrapesos frente al poder ejecutivo y como defensoras de derechos ciudadanos.
En última instancia, la austeridad impuesta por Musk y Trump no solo desmantela la burocracia, sino también los mecanismos de control y equilibrio que garantizan la rendición de cuentas y la protección de derechos en una democracia funcional. El estado administrativo está siendo substituido por un estado presidencialista, donde Trump pretende gobernar con las llamadas Órdenes Ejecutivas, burlando al Congreso.
La versión Musk de la austeridad republicana no es más que un experimento ideológico disfrazado de eficiencia. Lejos de mejorar el funcionamiento del gobierno, los despidos masivos están desmantelando capacidades esenciales, afectando a la economía y debilitando los contrapesos democráticos.
Los resultados de una política similar están a la vista en su vecino del sur. Es, al final, la desastrosa versión recargada de la llamada austeridad republicana.