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La devaluación de la veracidad, reto para la seguridad
La desinformación es uno de los fenómenos más observados y comentados en los últimos años a pesar de que la desinformación no algo nuevo. En realidad, ha sido parte del instrumental político y de guerra desde hace siglos. Espionaje, contraespionaje, propaganda, operaciones psicológicas, operaciones de información, entre otros términos técnicos, son ejemplos de actividades que usan -y abusan- de la desinformación para la consecución de sus objetivos.
La “novedad” es la combinación de alcance y audiencias sujetas a la desinformación, fuera de toda regulación, en función del advenimiento del internet y los subsecuentes desarrollo y proliferación de sitios de noticias, blogs, foros públicos virtuales, redes sociales, entre otros. E incluso en el ámbito del internet, el problema no se gestó de la noche a la mañana. Especialistas han estudiado por años el fenómeno y la forma en que distintos actores han aprovechado estas nuevas herramientas para llevar a cabo las viejas actividades asociadas a la desinformación.
Las granjas de sock puppets, el uso de bots, la explosión del trolls coordinados, la creación de ejércitos dedicados a influir actitudes y preferencias en internet que habilitan eventos como la intervención rusa en la elección estadounidense, la profundización de resentimientos económicos, sociales y raciales con fines políticos, la explotación de divisiones identitarias, la toma de la sede de los Poderes en Brasil, y la cancelación a diestra y siniestra “del otro” (distinto de uno mismo) han puesto la seguridad -humana, pública, nacional, internacional y global- en riesgo constante.
La acción global es impostergable, más aún con la llegada de nuevas tecnologías que generan información sin ningún tipo de verificación de veracidad (como ChatGPT y similares). Las generaciones más jóvenes están en riesgo de vivir en un mundo en el que la veracidad estará completamente devaluada y la confianza -sea entre individuos o en instituciones- será un noble sueño. Además, habría que considerar las implicaciones de todo esto para la democracia y la democratización.
La reciente Conferencia Por un Internet Confiable de la UNESCO es un importante primer paso. En ella se hizo un llamado al establecimiento de directrices globales para mejorar la confiabilidad de la información con la participación de actores estatales y no estatales -incluidas las grandes corporaciones dueñas de las plataformas de comunicación- con un enfoque de protección al derecho humano a la información. La participación de líderes nacionales, creadores de contenido y premios Nobel de la paz muestra el interés y la relevancia del tema. No obstante, la protección de la seguridad, y con ella de los derechos humanos y de la democracia, requiere de acción decidida, coordinada y vinculante.
En México, frente a la polarización y la manipulación política imperantes, el próximo inicio del proceso electoral para la sucesión presidencial, y la crispación en torno a todo ello, es imperativo fortalecer mecanismos de contención para la avalancha de desinformación que debemos anticipar. Si la autoridad va tarde, es urgente la acción social organizada.
*La autora es licenciada en Historia, maestra en Estudios de Seguridad y en Comunicación, y es miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión para Cumplimiento de la Ley, cooperación en seguridad y delincuencia transnacional organizada del COMEXI.