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La heroica defensa de los cines pequeños en la selva de los grandes distribuidores
Uno de los sectores que más ha pegado la pandemia, pero como dice el dicho, a unos más que otros es el mercado del cine. El mercado del cine, en general quedó quasidestruido, ya que normas de higiene o de prevención impidieron que todos los exhibidores pudieran estar en operación sin declararse en quiebra. Ahora bien, no es lo mismo ser uno de los duopolios amados por las productoras, que reciben tratos más benignos por éstas, que exhibidoras independientes, y a las primeras no sujetarlas a la condición de garantía que sí se exige a las segundas, esto es, que se le pague al productor la asistencia de todo el público estimado, independientemente del personal que afluya al aforo.
El mercado del cine, de acuerdo a las clasificaciones hechas por la Comisión Federal de Competencia, está hecha por dos grandes segmentos: las productoras, que son las que corren con el mayor riesgo salvo el caso de los grandes estudios, como Disney, y las exhibidoras, divididas claramente entre grandes exhibidores y exhibidores de tamaño pequeño, que pagan una cantidad de dinero por clientela “asegurada”, aunque ésta finalmente no asista.
¿Les piden las productoras la asegurabilidad de la clientela a Cinemex y Cinépolis? De acuerdo al tiempo que llevo estudiando el mercado, que no es poco, no. Y en parte es lógico, pues pueden asegurar mayores audiencias a las productoras.
Sin embargo, las productoras están obligadas por virtud de la Ley Federal de Competencia Económica y la Ley de Cinematografía a no discriminar competidores, sobre todo cuando la discriminación otorga ventajas indebidas, o impide o restringe o desplaza competidores del mercado. Con el monto de las garantías, y ante una industria en recuperación, el efecto de la cláusula de garantía para los pequeños exhibidores tiene unos efectos de quasi desplazamiento, pues no gozan de la fortaleza financiera de Cinépolis y Cinemex, que además gozan de la ventaja competitiva de que no tienen que pagar “garantías”.
Son muchos pequeños cines, de escasa capacidad económica, que a veces nutren de otras películas a la cartelera o que operan en lugares que no son negocio para Cinépolis o Cinemex. A pesar de suponer una porción del mercado, enriquecen grandemente la oferta cinematográfica, suponen un beneficio para los consumidores, pero dependen financieramente de los tiburones de las grandes productoras y exhibidoras. ¿Es justo que mientras los pequeños competidores deben pagar con la cláusula de garantía, ésta cláusula no les toque al duopolio televisivo ni con el ojo de un alfiler? El asunto además no se sostiene desde la óptica del derecho de la competencia, pues la cláusula de garantía solamente genera distorsiones en la economía en beneficio de los grandes estudios y el duopolio televisivo e implica una discriminación de trato, junto a otras posibles prácticas anticompetitivas como pueden ser de subsidios cruzados o de encarecimiento de precios del rival.
Bueno sería que se vieran al espejo las grandes productoras y exhibidoras. ¿Juegan un juego con cancha pareja? Pues todos los indicios apuntan a que no es así. Mientras unas perciben por adelantado las utilidades de los cines (las productoras) y los cines grandes corren con pocos riesgos, los cines pequeños corren a su propia costa y riesgo la asistencia del público, que es un hecho aleatorio, pagando la asistencia como si fuera un activo asegurado, un gasto fijo. No se vale.
El cobro de cláusulas de garantía de las grandes distribuidoras a los pequeños cines suponen un trato discriminatorio en contra de la Ley Federal de Competencia Económica y la Ley de Cinematografía que beneficia al duopolio del cine y a las grandes productoras del cine por un aspecto que no produce eficiencias en los términos de la Ley. ¿Es suficiente esto para que la Cofece se anime a actuar o tenemos que esperar a que estos cines quiebren cuando el mal ya esté hecho irremediablemente?