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Opinión

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Y la seguridad más allá de buenos deseos, no llega...

Hace un año, a finales del 2021 escribí una columna que titulé por aquellos entonces “La seguridad: la deuda pendiente” en este espacio, y recuerdo muy bien que, por aquellos tiempos, los niveles de homicidios contabilizados desde el 2019 habían sufrido una tendencia al alta cerrando con 34,690 casos, mostrando una minúscula tendencia a la baja en 2020 con 34,558 casos, evidenciando resultados raquíticos en materia de seguridad que se constató en el 2021, con aproximadamente 34,173 homicidios.

Para nadie es un secreto, que más allá del despliegue militar, la construcción de cuarteles, el intento de hacer una policía de élite, como se intentó hacer con la Guardia Nacional, los casi 140,000 homicidios acumulados en este sexenio son un referente claro de la falta de una estrategia que no termina por delimitar objetivos claros, más allá del discurso, en todos los niveles -estatal, municipal y federal-. Hace unos días se escuchó a la secretaria de Seguridad Pública, Rosa Isela Rodríguez, comparecer en la cámara de diputados, aludiendo a los éxitos de la estrategia de seguridad y aseverando con énfasis, que estos resultados -que no se logran definir con claridad-, habrían sido gracias a la honestidad de este gobierno, y por no haber desarrollado contubernio con grupos del crimen organizado, ya que ellos van tras cualquier grupo criminal sea quien sea. Lamentablemente, los datos nos dicen otra cosa…

La discusión no se encuentra en la honestidad, honorabilidad o los buenos deseos, aclarando que la honestidad no es una elección sino una obligación de cualquier servidor público, sino en los preocupantes datos que la misma administración muestra. Entre los abrazos no balazos, una militarización en donde las atribuciones de las fuerzas federales se distribuyen entre administración, construcción, migración, gestión de puertos, aeropuertos y aduanas, y lo que queda para tareas de seguridad, una casi inexistente reconstrucción policial, pues el horizonte se confunde, ya que la seguridad es para los ciudadanos y es justo, la que parece inexistente en algunas zonas del país… ¿Cómo poder aludir a un éxito en materia de seguridad si existen territorios donde la vida es prácticamente invivible? Municipios de algunos estados, como Zacatecas, Guerreo, Sonora, Tamaulipas, San Luis Potosí, Guanajuato, entre otros, solo son algunos ejemplos de los altos niveles de violencia, donde el exilio, las pérdidas económicas o la alteración de la vida de sus ciudadanos es la normalidad. Si nadie dijo que esto fuera fácil, pero a cuatro años de gobierno, no se han visto resultados en esta materia, y esto es un hecho.

La realidad en materia de seguridad nos duela lo que nos duela, es terrible. En México mueren aproximadamente 90 personas a todos los días, entre 10 y 11 mujeres desaparecen, y los casos que logran judicializarse con mínimos. Por otra parte, las cifras de homicidios dolosos desde el 2018 al mes de noviembre del 2022, registradas por fiscalías estatales y federales arrojan un total de 139 mil 510 homicidios, lo cual nos da un promedio de 34 500 personas asesinadas cada año. Aunado a esto, a la inestabilidad e inseguridad que se vive en algunos territorios del país es de verdad indignante e injusta. La cosa es muy clara, llevamos casi 18 años viviendo contingencias en esta materia y en este sexenio la cosa no mejora.

Es así de claro, cuando en un municipio, uno tiene que soportar ver a niños de preescolar aprendiéndose canciones para mantener la calma debajo de sus pupitres, porque hay balaceras a unos metros de su escuela, extorsiones descaradas en ciudades y carreteras, restos humanos en espacios públicos, enfrentamientos de grupos criminales a cualquier hora del día, bloqueando carreteras, asaltando… me pregunto ¿Cómo se puede vivir así y hasta cuándo? ¿Hasta cuándo seguiremos viviendo en negación?

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