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Amado Nervo, más allá de la poesía
En su espíritu moderno y agorero, Nervo decreta la desaparición del automóvil por el pésimo estado de nuestros caminos y la contaminación que causan. Su visión no fue atinada.
No lo convencían los anhelos de versos brillantes ni las ideas nuevas porque quería forjar un cielo y contemplar un mundo. Era poeta, desde luego. Uno que no trabajó con un vocabulario, sino con todo el lenguaje. Llegó a vivir algún tiempo en París, en el señero año de 1900. Fue buen amigo de Rubén Darío nada más para que quede claro que está avalado por la figura más importante de la poesía hispanoamericana moderna , pero a pesar de ello, o quizá por eso también desafiaba el aislamiento modernista, al poeta encerrado en su torre de marfil y estaba convencido de que la poesía y la vida debían ir de la mano.
Los mejores datos sobre los orígenes y la formación cultural del poeta como bien ha indicado Vicente Quirarte que todo de literatura sabe y de poetas mucho más se encuentran en dos de sus breves autobiografías escritas en España. En una de ellas escribe:
Nací en Tepic, pequeña ciudad de la costa del Pacífico, el 27 de agosto de 1870. Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modificó, encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo, y, esto que parecía seudónimo así lo creyeron muchos en América , y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de Nervo ancestral o si me hubiera llamado Pérez y Pérez! .
Sin embargo, y a pesar de sus deseos de alejar la tristeza azul del modernismo y desdeñar las ostentosas plumas del pavorreal de aquella poesía que quería ser cosmopolita, estaba tocado también por el espíritu de la modernidad. Dedicado a la crónica, ensaya en sus artículos de periódico una historia conjetural de los tiempos modernos. Vaticina la aparición del fax en su crónica titulada El teléfono-telégrafo y publica el primer texto mexicano de ciencia ficción que se llamó La última guerra .
En ese espíritu moderno y agorero, Nervo decreta la desaparición del automóvil, por el pésimo estado de nuestros caminos y la contaminación que causan que está seguro jamás iba a cambiar, pero a la vez le encanta la iluminación eléctrica y cómo realza la vista de la catedral. Y se divierte imaginando en sus textos a muchachas conversando coquetamente con los muchachos y hablando de moda con sus amigas desde sus aviones.
Pero de Amado Nervo se ha leído muy poco y mal, porque todavía es víctima de las habladurías de los que adjetivan frívolamente su poesía. Los que lo han acusado de sentimental (Si no te quieren como tú quieres que te quieran, ¿qué importa que te quieran?); cursi, (Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas. No te preocupes de la finalidad de tu amor); amante del azote (¡Cómo quieres que tan pronto/ olvide el mal que me has hecho, /si cuando me toco el pecho/ la herida me duele más!/ Entre el perdón y el olvido /hay una distancia inmensa; / yo perdonaré la ofensa;/ pero olvidarla.... ¡jamás!) y siempre adolorido por su amada inmóvil.
Durante su estadía en París, enviado como corresponsal de El Mundo, Nervo publicó la versión francesa de El Bachiller y una obra poética, poemas que habrían de extender su celebridad en los países de habla española. Uno de los poemas recogidos en ese libro, La Hermana Agua le dio un largo prestigio. Nervo cumplía eficazmente con su encargo de reportero y reportaba que a los lectores les parecían muy bellas sus correspondencias: De México me dicen, escribió, que se ha desarrollado mucho mi talento en París . Sin embargo, el sueño pronto terminó. Fue despedido en forma inopinada por el gerente de la publicación. Ya de regreso en México en 1902, publicó su libro de prosa y verso llamado El Éxodo y Las Flores del Camino y siguió colaborando asiduamente, además, en la Revista Moderna. Merced a los sufragios del grupo modernista, en 1903 alcanzó el triunfo de primacía entre los poetas y fue llamado el poeta mexicano por antonomasia. Pero nunca se le quitó el mal sabor de boca.
Su notable labor como periodista siguió adelante y se permitió ser un feroz crítico (y de paso sacarse alguna espina). Bajo el seudónimo de Rip rip publicó un artículo titulado En este país donde es sarcástico el poeta y abofetea con guante blanco a propios y ajenos cuando escribe:
¿Qué París es muy bonito? Pues entonces, padres desnaturalizados ¿cómo quieren ustedes que la pobre criatura que vivió en el cerebro del mundo viva sin enfermarse de tristeza en este país que será, cuando más, el intestino del globo terráqueo?
Allá hay muchos teatros y muchos boulevards, y muchas escenas paradisíacas. Aquí ni lo último. El vicio es un pobre vicio vergonzante que va de trapillo por calles apartadas.
Allá todo el mundo habla francés: hasta en los cafés cantantes lo hablan.
Aquí empezamos porque no hay cafés cantantes...
Aquí no hay nada... ¡Este país!
Y los buenos papás, que por proporcionar recreo e instrucción a sus hijos determinaron gastar fuertes cantidades sosteniéndoles en Europa, ven con tristeza que ni la Europa culta entró en ellos, ni ellos trajeron de esa Europa otra cosa que gérmenes de profundo hastío por todo lo que no es París y de desprecio profundo para todo lo que es México.
¿Van por una calle y una ráfaga de polvo los hace estornudar?
Lo primero que sale de sus labios es la consabida frase:
- ¡Este país!
En este país, en efecto no se puede andar por una calle sin estornudar.
Va el nostálgico bobeando y un transeúnte le da un codazo...
Tenía que suceder. En este país la gente no sabe andar y golpea a uno con el codo. No podía ser de otra manera: con un gobierno así y unas calles así y unos habitantes así...
En este país... Y el nostálgico se va muriendo a pausas de tedio (lo cual no impide que engorde) y compara, todos los días y a todas horas y tiene, para cuanto ve, deliciosos motines despectivos.
Llegará a viejo y tendrá aún en los labios a este país para maldecirlo.
Saliendo de México todo es Cuautitlán.
Saliendo de París, todo es México.
Para no hacer comparaciones, mejor es quedarse en Cuautitlán.
Así no se olvida el castellano, ni se destroza el francés.
En cuanto a las bicicletas, polainas y flores para el ojal, también las hay aquí en Cuautitlán.
¿Por qué ir pues a la capital de Francia?
Nervo parecía inaugurar una nueva tradición de autocrítica nacional.
Sin embargo, uno de los tópicos más repetidos en sus escritos fue que de sí mismo no tenía nada que contar
En 1906 escribía: Mi vida ha sido muy poco interesante: como los pueblos felices y las mujeres honradas, yo no tengo historia . Y finaliza con sílabas amargas: ¿Versos autobiográficos? Ahí están mis canciones, allí están mis poemas: a mí nunca me ha sucedido nada .
Pero se equivocaba. Basta leerlo para que suceda mucho y no le creamos nada.