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Arte e Ideas

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El Pilar de Saramago

Son las cuatro de la tarde y los relojes de la casa que durante años compartieron José Saramago y Pilar del Río se detienen.

Son las cuatro de la tarde y los relojes de la casa que durante años compartieron José Saramago y Pilar del Río se detienen. Hasta los prosistas ateos tienen sus propios rituales: Es la hora en que nos citamos por primera vez , escribió Saramago: detenerlo a las cuatro es como si el reloj marcara la hora en que el mundo empezó . No es gratuito: bastan dos minutos, acaso menos, para darse cuenta que Pilar del Río es excepcional.

Pero sobre todo, uno se da cuenta por qué para Saramago no fue sólo su esposa: Pilar, además de ser íntimamente mi Pilar, es también mi pilar , escribió el portugués.

Aquí, en Guadalajara he saludado un montón de amigos. Nadie me ha dado el pésame; nos hemos dado las gracias , confiesa la periodista española a este reportero, inmediatamente después de que el escritor argentino Juan Gelman la saluda con afecto y se despiden. Pilar del Río tiene 60 años y luce jovial y bella, elegante. Hace unos meses murió el amor de su vida pero ella no siente su ausencia: A él lo veo a cada momento, en mucha gente , dice.

El ruido la distrae: aire acondicionado, un grupo de empresarios que hablan con altavoz integrado, mujeres que piden agua.

Como ella prefiere hablar de cerquita a su interlocutor y en un tono más dulce, se levanta de su asiento y nos conduce a una zona menos lujosa pero mucho más tranquila.

Ahí confiesa: No me encuentro un sujeto digno de atención particular para decir qué fue para mí Saramago pero sí puedo generalizar: tenemos una gran suerte de haber sido contemporáneos de Saramago , dice.

Como de película

Próximamente se estrenará el documental José y Pilar coproducido por Fernando Meirelles y Pedro Almodóvar. En ella se relata el proceso de escritura de una de las últimas novelas de Saramago, El viaje del elefante (2008), que trata sobre un paquidermo que recorre toda Europa para ir a Viena, cuando muere dos años después en el abandono total, le cortan las patas para hacer paragüeros.

Qué triste fin para unas patas que han cruzado los Alpes, decía Saramago. A él le parecía que era una metáfora de nuestra vida: si no la vamos llenado de sentido es absurda .

Pero la historia de cómo se conocieron José y Pilar también podría filmarse: Yo lo conocí porque me habían gustado sus libros y fui a agradecérselo porque soy una persona educada y agradezco los libros que me enriquecen, que me hacen ser mejor.

Había leído Memorial del convento y El año de la muerte de Ricardo Reis, que eran los libros que se habían editado en español. Me le acerqué un poco temblando y le di las gracias. Él me dijo: ‘De nada’. Cómo fue para él este encuentro, de alguna manera está descrito en La balsa de piedra .

Pero Saramago no la soltó y la invitó a salir: Fuimos a leer unos poemas a la tumba de Pessoa . Fue el 14 de junio de 1986.

Tras la muerte de Saramago, ella facilitó materiales para la exposición titulada La consistencia de los sueños, que está en formato libro editado por Alfaguara.

En aquel proceso, tomó la agenda de su marido de 1986 y encontró una flor marchita que indicaba la fecha en que se conocieron. El 24 aniversario de que nos conocimos los celebramos tres días antes de su muerte , platica.

Escritura a dos idiomas

Es de todos conocido que la simultaneidad con la que se publicaban las novedades del autor en portugués y español se debe a que Saramago tenía en su mujer a su traductor personal: La diferencia con cualquier otra traducción es que sé lo que él pensaba , dice del Río.

Nunca escribía más de dos páginas por día; decía que ahí se agotaba su capacidad, aunque escribía muchísimo en correspondencia: tenía empeño en contestar todas las cartas que recibía. Se levantaba y leía los periódicos tranquilamente. Su tiempo de trabajo literario era por la tarde y por la noche. Como salíamos poco de casa, hacíamos cosas tan anodinas y normales como ver la televisión o leer o charlar o recibir amigos , relata.

Las dos páginas que cada día escribía me las daba y yo las traducía al español. Si él acababa de escribir un libro, por ejemplo El viaje del elefante a las cuatro de la tarde yo a las ocho ya lo tenía traducido .

Solo interferí dos veces en su escritura: una para decirle que un contestador automático no puede sonar si no hay luz, porque él nunca había puesto uno, y otra con una palabra en La caverna: Él usó la palabra portuguesa ‘billete’, que para nosotros es ‘entrada’, y le dije: ‘billete también significa entrada pero no me gusta porque parece que se habla de dinero: voy a poner entrada’. Y él me contestó: ‘Me gusta más, lo voy a cambiar yo también’. Esa es mi gran aportación a la obra de Saramago , comparte Pilar.

aflores@eleconomista.com.mx

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