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El disco es cultura (e ideología)
La muestra de Wilson Díaz es un recorrido por la historia política colombiana a través de algo tan inocuo como una colección de vinilos.
Wilson Díaz (Colombia, 1963) es un coleccionista de miedo. O al menos eso se puede concluir cuando se recorre la breve sala del Museo Tamayo que aloja Quimera, su más reciente exposición en México.
¿Qué colecciona? La respuesta fácil sería decir que discos, pero en realidad es, como buen artista visual, un cazador de imágenes. Su imaginario viene de cómics, portadas de discos, publicidad, periódicos e inclusive propaganda política.
Quimera es rica en el imaginario colectivo de la Colombia reciente, o no tan reciente: la que va de los años 60 a los 90. La que estuvo marcada por la guerrilla, el narco y la presencia constante del ejército.
De cómo el disco se volvió bélico
La muestra tiene tres ejes, tres columnas vertebrales: la exhibición de las portadas de vinilos; el cómic Hombres de acero, publicado por el ejército, y la vida de Julián Collado, promisorio cantante de vallenato en los 70 que para los 80 se unió a las infames ?FARC, de las que se volvió el cantante oficial.
No hay que olvidar la fundación de la Astro Son Records, disquera financiada por el narco, que está presente con selecciones de éxitos bailables: los narcos también bailan y saben que en un país tan bullanguero el baile vende.
Ver las portadas de los discos es un recorrido ideológico por Colombia: a un lado de placas de canto nuevo y la efigie de Karl Marx está el disco oficial de Hombres de Acero. Es como si la batalla por el alma de la nación colombiana se estuviera librando portada tras portada.
Hay discos publicados por bancos, otros financiados por fundaciones, otros que son mera publicidad. Ninguno es inofensivo: documentan un modo de ser, una cultura que también incluye a la ideología de cada momento. Así como Hombres de acero buscaba hacer una imagen benigna del ejército (aunque en una obra Díaz aclara que en la historieta los soldados no combaten guerrilleros y narcos, sino seres fantásticos y monstruos electrónicos ), las entidades que producen cada disco buscan imponerse en la mente del público con mensajes ideológicamente marcados: nosotros no somos como aquellos, nosotros somos pro statu quo, nosotros somos el cambio.
Intercaladas entre las portadas de discos hay pinturas al óleo que sólo se notan cuando se recorre a pasito la muestra. ¿Por qué no se notan a simple vista? Porque Díaz, como un atrapasueños, va colando la imaginería de los vinilos y convirtiéndolos en obras propias. Las palmeras del tropical se convierten en selvas ominosas; junto a un disco que conmemora los 500 años del descubrimiento de América, un cuadro nos advierte que, en 1992, el mero mismo año, se comenzó la fumigación en Colombia. Las embarcaciones de Colón despliegan estandartes de Monsanto.
A pesar de su brevedad, Quimera captura un lugar y una época. Quiere uno saber más de Julián Collado y su periplo guerrillero o de los militares que en centros comerciales venden el cómic que los quiere volver épicos.