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¡Oh, diosa dictadura!
Ya no vivimos la historia como una ?narración de buenos y malos.
Mi abuelo materno y mi bisabuela paterna no se conocieron nunca, y no tenían nada en común: mi abuelo Román era un ganadero de Guerrero parco con las palabras, mientras que mi bisabuela Magdalena era una maestra de primaria retirada.
Pero una cosa los unía: ambos vivieron el porfiriato y amaban a Porfirio Díaz. Dice mi padre que mi bisabuela llamaba a la dictadura como la Oh, diosa dictadura . Para ella fue un tiempo de esplendor donde reinaba el orden y la armonía social.
Mi abuelo, según cuenta mi madre, decía que cuando Díaz era presidente nadie se atrevía a robarse ni un burro . ¿Por qué? Porque acababan colgados por cuatreros.
Cuento esto porque yo pertenezco a una generación que fue educada con la idea de que ?Porfirio Díaz fue lo peor que le pudo pasar a este país y que el descontento social durante su gobierno fue creciendo como olla de vapor hasta que llegamos a la (gloriosa, nos decían las maestras) Revolución Mexicana, de la que salió el PRI. Era otro tiempo, los 80 y los 90. Fuimos la colita de las generaciones criadas para adorar al Partido Revolucionario Institucional.
Ahora, aunque nos gobierna el PRI hay una sana oposición ideológica contra Enrique Peña Nieto. Tanto que el 15 de septiembre habrá una marcha para exigir su renuncia.
Son tiempos distintos, sin duda. Hoy algunos historiadores han recuperado la figura de Díaz como la de un buen gobernante. No nos vayamos hasta allá, pero es interesante saber que ya no vivimos la historia como una narración de buenos y malos.