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¿Se expresan los jóvenes de ahora peor que los de antes? Lo que dice un informe de la RAE

Imaginemos que oímos la alerta de nuestro móvil: hemos recibido un mensaje. Al abrirlo, leemos:

“Oye, bro, le digo a mi madre k salgo en plan me voy a la calle en plan trankilo, ke ayer iba trifásico aunque el sitio ese estaba de locos tal cual, pero algunos daban cringe”.

Probablemente, si no tenemos entre 12 y 25 años, nos parecerá casi ininteligible y pensaremos que se han equivocado de destinatario. Frases así pueden llevarnos, a quienes pertenecemos a otras generaciones, a echar en falta un diccionario o un intérprete para asegurarnos de que entendemos todos los matices y no sentirnos fuera de onda.

Jóvenes y adolescentes son especialmente aptos en la creación de una jerga particular, en parte porque es una etapa de la vida en la que la pertenencia al grupo es prioritaria.

Pero que en esta etapa de la vida (la adolescencia y primera juventud) se innove especialmente en el lenguaje no significa que no se pueda aprender a navegar en las diferentes situaciones comunicativas de la vida a través de las normas y usos lingüísticos comunes a todos los hablantes de todas las edades. No solo se puede, sino que es algo esencial para el desarrollo del pensamiento, el criterio y el aprendizaje en general.

La alarma de la RAE

La Real Academia española ha publicado recientemente La enseñanza de la lengua y la literatura en España, con especial atención al uso, el conocimiento y el aprendizaje del español en el que han colaborado diversos profesores de ESO y Bachillerato de varias comunidades autónomas. Se trata de un informe de corte cualitativo en el que los docentes consultados, en calidad de expertos, han aportado sus particulares percepciones.

En él, se advierte de la concurrencia de varios factores preocupantes en España:

  1. Las carencias en los jóvenes en cuanto a la comprensión lectora (el dato puede ser bien refrendado por el último informe PISA).

  2. La baja fluidez expresiva referida a un pobre vocabulario (también en las lenguas cooficiales).

  3. La relegación de las lenguas clásicas en el currículo.

  4. El escaso interés de los jóvenes por la literatura.

  5. La trascendencia de la renovación didáctica en las aulas y su repercusión entre el profesorado.

  6. El impacto de la tecnología, el multiculturalismo y la diversidad en las aulas y su necesaria gestión.

Además de abogar por un plan educativo no partidista y un pacto de estado educativo, el análisis de la RAE llama a la urgente mejora del aprendizaje del español como primera lengua entre los jóvenes.

Una de las vías de mejora es, según la RAE, la “necesaria clarificación y delimitación entre competencia y contenido” en el aprendizaje, de manera que las competencias se entiendan como el resultado de los conocimientos, no como su sustitución. También aboga por concretar la aplicación en el aula de las propuestas curriculares, fomentando la formación y actualización del profesorado de forma equilibrada.

El informe destaca la importancia de la labor del profesorado no solo como guía, sino como poseedor del conocimiento y de la destreza didáctica para favorecer la retroalimentación objetiva para sus estudiantes.

Qué pueden hacer los docentes

Este diagnóstico que hace la RAE lo hemos podido observar muchos en la comunidad docente, de alguna forma u otra, y sobre él reflexionamos a menudo. Plantea unas propuestas de solución muy sensatas, si bien no entra en detalles de cómo se pueden llevar a cabo.

Iniciativas a tener en cuenta para mejorar la enseñanza y aprendizaje del idioma serían:

  1. Trabajar coordinadamente entre las diferentes etapas educativas desde infantil hasta los estudios universitarios, dado que cada etapa educativa no puede concebirse como un compartimento estanco.

  2. El tratamiento de la tecnología al servicio de la humanidad y su inclusión para un aula y aprendizaje mejores (no más fáciles), siempre bajo una supervisión adulta.

Jóvenes y no tan jóvenes

Pero quizá lo más importante que podemos hacer es preguntar a los jóvenes, los interesados, qué les ocurre con las palabras, qué interés tienen hacia ellas y qué piensan sobre estos elementos tan cotidianos para las personas, que trascienden, sin duda, el aula de gramática.

¿Qué ocurre, por otro lado, con el conocimiento y uso del lenguaje por parte de los adultos? ¿Quién, cómo y dónde lo analiza, y qué nos diría un diagnóstico similar?

El lenguaje juega un papel fundamental en nuestro cerebro. Como decía Miguel de Unamuno:

“La lengua no es la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo”.

Se reclama el pensamiento crítico en nuestra sociedad, en nuestros jóvenes, para que su autenticidad, su autoestima y su valor se pongan en evidencia. Para ello es fundamental fomentar el aprendizaje, uso y gusto por las palabras en todas sus facetas. Es lo que impulsa el pensamiento y los argumentos propios.

El lenguaje es una herramienta fortalecedora del pensamiento: siempre podemos mejorar su conocimiento y su uso, no solo cuando somos niños o jóvenes.

Manuela Catalá Pérez, Doctora en Filología Hispánica, profesora de Lengua española, Facultad de Comunicación y CC.SS., Universidad San Jorge

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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