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Las rusas se bañan de oro en nado sincronizado

Las rusas Natalia Ishchenko y Svetlana Romashina se llevaron el oro con 197.10 puntos en la final de rutina libre de la prueba de dúo de natación sincronizada en los Juegos de Londres 2012.

Natalia Ishchenko y Svetlana Romashina son culpables. Cargan sobre sí la responsabilidad y la culpa de 16 años de gloria rusa. Ayer, en los Juegos Olímpicos de Londres, con ellas el país volvió a colgarse la presea dorada en nado sincronizado por parejas y en el mundo ya se habla de predisposición de los jueces, favoritismo y trampa.

Pero la supremacía Rusa va más allá de percepciones. Sus rutinas se defienden por sí solas, son culpables, sí, pero de encontrar la receta a la victoria, mejorarla y volverla a utilizar. Pues ayer con la rutina de Las muñecas , que les dio el oro en Beijing, volvieron a repetir la hazaña.

Cualquiera que las vea nadar con su imborrable sonrisa y esa exactitud con la que sus pies combinan el tiempo y el movimiento para convertirlo en uno solo sabe que lo más cercano a los cuentos de sirenas son ellas.

Sin embargo, no es la primera vez que la doble campeona olímpica Natalia Ishchenko se enfrenta al mundo, pues cuando cumplió cinco años, los entrenadores le dijeron a su madre que no podría triunfar bajo el agua porque no tenía la flexibilidad suficiente. Entonces, ocho horas diarias divididas en natación, coreografía, danza y ejercicio remediaron el problema.

Quizá es verdad, en sus rutinas se ha perdido la sorpresa, el toque de novedad que sí tuvieron las españolas Andrea Fuentes y Ona Carbonell, con el que los asistentes sollozaron bajo el sonido de su tango para luego otorgarles merecidamente la plata por encima de la delegación china, pero las rusas son indiscutibles en la perfección de su técnica y la impresión artística.

En tal grado que uno de los sueños más grandes de Ishchenko es que algún día se puedan patentar los elementos de una rutina y firmar alguno con su nombre. Mientras que Svetlana Romashina piensa que los años de victoria ejercen más presión sobre su delegación y no lo contrario.

¿Y qué pueden hacer ellas, de pestañas largas y rutinas pulcras, contra la historia que ha escrito su país en las ultimas cinco justas olímpicas? ¿Qué culpa tienen de transformarse bajo el agua, de sumergirse y sólo escuchar el sonido de su música que aumenta en sus oídos hasta 100 decibeles?

¿De ser más artísticas que el equipo chino y más técnicas que el español? ¿Qué culpa tienen de ser parte de una supremacía en un deporte que se ha vuelto su vida, de haber nacido queriendo aprender natación danza y gimnasia... y de encontrar en este deporte las tres disciplinas juntas? Acúselas usted lector si se atreve, porque el mundo habla, pero sus rutinas lo callan.

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