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Mario Aguilar se impone a El Zotoluco y Talavante
Con el primero de su lote, Mario consiguió llevarse el apéndice y con ello triunfar en la segunda corrida.
Ahora fue Mario Aguilar. No le importó ni el poder que mostró El Zotoluco en su muleta, mucho menos la gran faena realizada por Talavante; quería el triunfo y lo consiguió.
Demostró su raza desde el toro que le correspondió al español. Luego de los dos puyazos que recibió el astado y al corresponderle un quite, no se lo pensó dos veces y lo llevó a cabo en lances ajustados por chicuelinas que remató a una mano y que no tuvo una réplica del ibérico.
Con su primero hizo la tarde de los casi 10,000 asistentes cuando en otra gesta torera hilvanó una serie de tafalleras que de inmediato calaron hondo en la gente, siguieron estatuarios para iniciar la faena de muleta y tandas por el lado derecho que coronó con estoconazo fulminante que le valió el esperado apéndice.
En su segundo poco pudo hacer y abrevió para escuchar palmas.
Eulalio López El Zotoluco tuvo un lote infumable. Su primero, un manso rajado y que embestía con la cabeza alta sólo le permitió escuchar ovación al término de su faena. Para su segundo, se tuvo que conformar con escuchar palmas.
Regaló un séptimo astado al que literalmente bordó. Para recibir fue una larga cambiada de rodillas, siguieron lances a la verónica con una revolera de remate y lo mejor llegó en la muleta.
Con el engaño frente a la cara de su enemigo, hilvanó tandas de mucho mérito que alternó con el molinete.
Alejandro Talavante hizo la faena de la tarde, con la embestida de quizá el menos malo de los toros de Marrón, mostró mando, sitio, temple y recorrido para llevar de aquí hasta allá al astado, pero lo conseguido se fue por la borda cuando el torero español señaló un pinchazo, y luego otro y al final sólo saludó en el tercio.
Con su segundo abrevió para escuchar palmas. Regaló otro astado, llevarlo a la distancia y pergeñarle una faena bien estructurada y conseguir la oreja.