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Opinión

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Agenda internacional ambiental, tres meses para reivindicar a México

El gobierno saliente (¿saliente?) dejará una oscura estela de ruinas institucionales, de devastación ecológica, impunidad, y de escombros de políticas ambientales, energéticas y climáticas. Su palmarés es escalofriante; nunca visto en la historia ambiental moderna de México. También, fue empañado el prestigio de nuestro país en foros y acuerdos internacionales, y ganada a pulso una penosa imagen de ignorancia, incumplimiento y desdén. Esto, en todo tipo de temas, como cambio climático, biodiversidad, océanos, y otros. México dejó de ser líder y referencia global. Veremos, en los próximos tres meses, decisivos, si se mantiene la degradación, o se intentan recuperar reputación y respeto. La comunidad internacional, a través de la ONU, escenificará en el siguiente trimestre una serie vital de cumbres multilaterales, con la participación de Jefes de Estado, ministros y otros altos funcionarios. Será la oportunidad para reivindicar a México, o para sellar un destino de paria global. Todo comienza los próximos días de septiembre con la Semana del Clima (y Océanos), convocada por Naciones Unidas en Nueva York. En octubre, tendrá lugar la cumbre de biodiversidad COP 16 en Cali, Colombia, de manera casi simultánea a las Reuniones Anuales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, cuya agenda otorga un papel protagónico a los temas climáticos y ambientales. Y, en noviembre, se llevará a cabo la cumbre climática COP 29 en Bakú, Azerbaiyán. Igualmente, en noviembre, se celebrará la cumbre del G-20 en Río de Janeiro, Brasil, de las economías más avanzadas del mundo (entre las que nuestro país se llegó a ubicar años atrás en el sitio número 12). En esta última, también, las preocupaciones y políticas sobre conservación de los océanos se ubicarán en un papel preponderante. México podría en todo ello ratificar estulticia y desprecio, o aprovechar grandes oportunidades para reconstruir su prestigio y hacer una contribución relevante a los esfuerzos globales por el clima, la biodiversidad y la conservación de los mares, bienes públicos planetarios de importancia existencial. Son las últimas llamadas para el mundo y para nuestro país.

Ciertamente no se esperan avances espectaculares, dada la complejidad política y económica de los temas, pero sí, pasos trascendentes que aceleren los procesos decisorios, para lograr al 2030 y al 2050, objetivos significativos. En años recientes, los gobiernos han establecido compromisos importantes (por cierto, interconectados) de dejar atrás los combustibles fósiles, minimizar emisiones de metano, triplicar la potencia instalada de energías renovables, reformar al sector agropecuario, llegar a una deforestación cero al 2030, proteger en forma de Áreas Naturales Protegidas al menos el 30% del territorio terrestre y marino, y restaurar el 30% de los espacios naturales degradados. Pero no son suficientes. Los compromisos y avances que vaya acreditando cada Gobierno, sin duda, operarán como ejemplo, competencia y acicate para los demás. No se olvide que, en la actualidad, los imperativos climáticos y ambientales están estrechamente vinculados a la competitividad de los países. El apremio es muy intenso. El mundo apunta, con la trayectoria de emisiones actuales de CO2, a un aumento en la temperatura promedio de más de 3°C para fines del siglo, lo cual se vislumbra catastrófico. (El Acuerdo de París fija el compromiso de limitar el calentamiento global a 1.5°C llegando a cero emisiones netas en 2050). Mientras tanto, se destruyeron sólo en 2023 en el planeta casi 4 millones de hectáreas de bosque tropical primario (una superficie equivalente a Dinamarca o Suiza) en países en vías de desarrollo, al tiempo que flotas pesqueras industriales – subsidiadas – arrasan los mares del globo haciendo colapsar pesquerías enteras, poblaciones, ecosistemas y especies marinas, y comunidades humanas ribereñas.

El impacto sobre la biodiversidad y el capital natural del planeta es brutal. Es de resaltarse en otro sentido, la importancia de lograr volúmenes suficientes de financiamiento a los países pobres, con la finalidad de habilitarlos para asumir compromisos creíbles en materia climática. (De ahí resalta el rol del Banco Mundial y del FMI, y del sistema financiero internacional). Se estima que se requiere 1 billón (diez a la doce) de USD de financiamiento externo público, multilateral y privado al año para ello, en términos concesionales (condonación de deuda, swaps, donaciones, bajas tasas de interés, y largos plazos de amortización) – una cantidad muy considerable pero factible. En los meses siguientes, México, y el resto de los países, deberán presentar Estrategias Nacionales de Biodiversidad y Planes de Acción (para la COP 16), y compromisos de reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (NDC o contribuciones determinadas nacionalmente), mucho más ambiciosos, para febrero de 2025. México no está preparado para hacerlo, hoy en día. Veremos al nuevo gobierno, si persiste en mantener a nuestro país en condición de paria internacional, o si decide reparar los daños infligidos al prestigio, estatura multilateral, sostenibilidad y competitividad de México. Habrá que seguirlo de cerca.

@g_quadri

Político, ecologista liberal e investigador mexicano, ha fungido como funcionario público y activista en el sector privado. Fue candidato del partido Nueva Alianza a Presidente de México en las elecciones de 2012.

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