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El Café la Blanca
Hoy, para empezar el año, el Archivo Gustavo Casasola nos regala una vista de la calle Cinco de Mayo, en el Centro Histórico, alguna vez conocida como el callejón del Arquillo.
De esa calle tengo los recuerdos más dulces de mi infancia. Verán, en Cinco está uno de los restaurantes favoritos de mi familia: el Café la Blanca.
Pedazo de pasado congelado, La Blanca fue fundado cuando este país acababa de pasar por la Revolución. Por su escaparate vio pasar carretas antes de que automóviles, por sus pasillos se pasean vendedores de lotería, plumas y novedades varias. A la entrada un hombre de edad vende cuadros de toreros. Y como un dios, el salón es presidido por un reloj verde que está ahí desde que tengo memoria (y seguramente desde antes) de marca Timex.
La Blanca tiene más de un siglo de existir. Hace un par de años las meseras nos recibieron con la mala noticia de que el lugar estaba a punto de cerrar. Problemas económicos, dijeron. Los mismos hombres con sombrero y jugadores de ajedrez de siempre acompañaban la escena. Pensé que este lugar pertenecía a tiempos pasados y tal vez, aunque doliera, era hora de decirle adiós.
Pero afortunadamente el café logró superar sus problemas y hoy sigue dando servicio en su dirección usual: Cinco de mayo casi con Isabel la Católica. El mejor café del Centro Históricos, garantizado.