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Opinión

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El peligro de la desesperanza

Mis redes sociales, en especial X, están repletas de gente que se dice deprimida, asunto que no pongo en duda, sino que tomo muy en serio. Aventuro algunas causas de este estado de ánimo, que si bien no sé si es general, está extendido. Primero que nada es consecuencia de la pandemia. Pasar por lo que pasamos no es cosa trivial. Recuerdo la incertidumbre y el miedo de los primeros meses de distanciamiento social, hace ya cuatro años. Y también recuerdo cómo se fue alargando el confinamiento y luego se dispararon las muertes. Los días que transcurrieron entre diciembre de 2020 y enero de 2021 fueron aciagos. No tengo conocimiento de una línea de ayuda psicológica para quienes padecen depresión posconfinamiento. Pero si los contagios y las muertes rebasaron la capacidad del Estado, ni pensemos en la posibilidad de que nuestro sistema de salud traté enfermedades, trastornos y condiciones mentales producto de la pandemia.

También creo que la desesperanza tiene que ver con el entorno político, por un lado están los resultados del gobierno de López Obrador (no bajaron los muertos, no regresaron a sus cuarteles los militares, no se terminó con la corrupción, se gastó demasiado y ya no alcanza el dinero etc.) y por el otro lado están las opciones que nos ofrecen los partidos políticos: es difícil tener esperanza cuando quienes serán nuestros gobernantes y nuestros representantes son incapaces de proponernos una alternativa para el futuro: tenemos que escoger entre este sistema de partidos que nos ha conducido al abismo, los mismos grillos saltando del verde, al rojo, al guinda, al azul y la nada.

Suma también el estado en el que se encuentra el planeta, estamos a la puerta de una crisis ambiental que agravará las carencias de recursos fundamentales como el agua y los granos básicos para alimentarnos: habrá sequías y hambrunas, huracanes, incendios y desplazados climáticos. Habrá más pobreza, más precariedad laboral, menos oportunidades de tener una vida digna. Y están las guerras en Ucrania y en Gaza. Esta última amenaza con expandirse a Irán.

Puesto así, es sencillo entender que tanta gente se diga deprimida. Estamos dentro de una atmósfera desesperanzadora, y por ello corremos el peligro de la inmovilidad. Lo primero que debemos hacer es tomar la mano de quien zozobra, es nuestra obligación como personas. Algo de razón tenía Marco Aurelio: «Cuando cumples con tu obligación, te debe ser indiferente tener frío o calor, dormitar o haber dormido bien, oír hablar bien o mal de ti, morir, o hacer cualquier otra cosa. Porque incluso el acto en el que morimos forma parte de los actos propios de la vida, y también en ese momento es suficiente hacer buen uso del presente». Luego ya veremos qué hacer, pero juntos.

X: @munozoliveira

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L.M. Oliveira es escritor. Autor de "El mismo polvo" y "El oficio de la venganza". Es Titular A en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y El Caribe.

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