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Opinión

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Hipnosis 2023: psicodelia experimental, electro y nostalgia indie

Wayne Coyne de The Flaming Lips. Foto: Cortesía Hipnosis

Una mezcla de stoner rock, psicodelia experimental, electro, chillwave y una dosis de nostalgia indie fue lo que ofreció la sexta edición del festival Hipnosis. El festival se ha caracterizado por ser ecléctico y con una esencia propia, apelando fuera de los sonidos del mainstream. 

Aunque es una odisea llegar al Parque Cuitláhuac y encontrar el lugar, por la casi nula señalización, la música comienza a sonar más fuerte y en el fondo suena All Them Witches. Originarios de Nashville, Tennessee, la banda tiene influencias del rock clásico, hard rock, y con una base muy tradicional de guitarras, bajo, teclado, batería y voz. El calor del día es perfecto para escuchar un stoner rock pantanoso. 

The Brian Jonestown Massacre es de esas bandas que no hacen muchos aspavientos. Muchas guitarras, solos de guitarra que evocan a The Byrds y a los Rolling Stones y la voz de Anton Newcombe nos trasladan a otro lugar: la quinta dimensión del rock ácido. Del otro lado se prepara una leyenda y la emoción comienza a subir. 

Aunque nunca he sido muy adepto a la música del Animal Collective, la colaboración entre Panda Bear con Sonic Boom es de otro planeta. Peter Kember, mejor conocido como Sonic Boom, fue uno de los fundadores de Spacemen 3 con Jason Pierce. Una de las bandas de space rock británico más importantes de las últimas décadas. Aunque aquí no hay guitarras ni distorsión. La dupla nos lleva en un viaje de psicodelia experimental con sampleos, loops y todos los elementos perfectos para una tarde en el parque. Todo termina con un sampleo de The Drifters para guardar el último baile  

Al caer la noche Melody’s Echo Chamber nos lleva hacia los caminos del dream pop y Altin Gün inyecta una dosis de acid folk turco con sonidos exóticos interpretados con instrumentos tradicionales. 

Toro y Moi y Temples fueron un respiro previo al plato principal, un momento para refrescar el paladar. El chillwave de Toro y Moi fue un aperitivo de chillwave para bailar, aflojar el cuerpo y transformar el escenario en una pista de baile. Temples son el recuerdo de una banda que ya habíamos visto en algún lado de fondo y justo para musicalizar ese momento de letargo del festival.  

Boy Harsher da un giro hacia el electro mientras la temperatura baja y el parque se transforma en otro lugar. Un cover de “Wicked Game” de Chris Isaak es el clímax para una presentación llena de seducción y beats sexys.

La cereza del pastel fueron The Flaming Lips interpretando en su totalidad su obra cumbre Yoshimi Battles the Pink Robots, que está cumpliendo 21 años. Fue un momento para cantar con pirotecnia, inflables y mucho caramelo audiovisual que mantienen al público en éxtasis por casi una hora. 

Los Flaming Lips llevan más de cuatro décadas haciendo música experimental y psicodélica, a veces fuera de los estándares pop. El repaso por el álbum es fugaz. 48 minutos. En Yoshimi Battles the Pink Robots, The Flaming Lips entregaron un álbum que a momentos quiere ser un musical, un disco concepto con una narrativa épica y el mejor álbum de su discografía. Los robots rosas que pelean contra Yoshimi irrumpen en los primeros acordes de “Fight Test”, mientras el público explota con júbilo y por unos momentos somos un manga animado. 

Los colores brillosos y de tono pastel saltan desde el escenario y todo el parque parece cubrirse de un polvo estelar que nos abrazará por estos breves instantes. Para cuando llegamos al imaginario Pavonis Mons, aterrizamos de vuelta en el Parque Cuitláhuac. Lo que acabamos de presenciar fue un acto mágico, una presentación cautivadora y especial. 

Es un momento de nostalgia para una generación. Un momento de comunión que nos lleva a cantar a todo pulmón: “Do you realise that everyone you know someday will die?” y nos transporta a otro mundo. 

antonio.becerril@eleconomista.mx 

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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