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La bomba renunciaria del secretario Carlos Urzúa
El gran cambio que necesita México requiere pasión, empuje y convicción, no los arranques, frivolidades y conflictos de interés en los que se ha convertido la 4T
En las últimas semanas, la 4T se ha topado con la realidad: un país en ruinas que requiere cirugía mayor y un proyecto que no convence, ni a propios, ni a extraños. La renuncia voluntaria o por la fuerza de Urzúa es una muestra de que cada día el presidente AMLO se va quedando más solo en las mazmorras del remodelado palacio nacional. La bomba renunciaria de Urzúa muestra la tozudez y nula capacidad de autocrítica de López, quien olvida que la realidad no se transforma por decreto, ni porque tenga ocultos en la valenciana de su pantalón “otros datos”. A nadie más allá de él, le importan sus otros datos. El gran cambio que necesita México requiere pasión, empuje, convicción, paciencia y astucia, no los arranques, frivolidades y conflictos de interés en los que se ha convertido la 4T. No requiere un gabinete cortesano, dispuesto a aplaudir las más bizarras decisiones.
No requiere un gabinete que destila conflictos de interés presentes o potenciales, que si el jefe de la Oficina de la presidencia, Alfonso Romo, tiene negocios, el comisario Ackerman y su esposa Irma Eréndira Sandoval, Gerardo Esquivel y su esposa secretaria de estado, la ministra Esquivel, esposa de su contratista favorito, el superdelegado Lomelí renunciado. No es que ellos o ellas no tengan meritos propios para ocupar posiciones, ¡huele a podrido!
No requiere de un gabinete frívolo protagonizando bodas épicas, portadas de revistas del corazón, ni programas triviales en los espacios oficiales, cual propaganda de gobierno de cuarta. Tampoco de sus voceros políticos e intelectuales que defienden mucho, explican poco y agreden mucho. Son un desastre. No requiere de una austeridad que obstaculiza el desarrollo, provoca desabasto, desempleo y crispa a los inversionistas. La táctica de patear el avispero no asusta a nadie, bueno sí, a la inversión.
AMLO ha decepcionado a muchos, a otros tantos los irrita a diario con la mañanera, a su servidor no lo ha decepcionado, simplemente como el chico del meme, nunca esperé demasiado. La renuncia del antes odiado Carlos Urzúa, más allá de chisme y el morbo de los pleitos en la corte presidencial, es una oportunidad para AMLO de rectificar el camino y aceptar que sus otros datos no convencen a nadie y cada vez convencen menos a su propio gabinete. Hasta la próxima renuncia, querido y fino lector.