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Opinión

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¿Para qué sirve la web3?

Technology,Criminal,Concept,As,A,Hacker,As,A,Cyber,CriminalCopyright (c) 2019 Lightspring/Shutterstock. No use without permission., Shutterstock

El sistema financiero actual funciona bien para los delincuentes, pero mal para millones de personas en todo el mundo, incluidos los disidentes en sociedades cerradas. Al aprovechar cuidadosamente las nuevas herramientas basadas en blockchain, finalmente podríamos comenzar a eliminar la antigua compensación entre la privacidad financiera y la seguridad

WASHINGTON D. C. – La Oficina de Fiscalización de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos impuso sanciones a una tecnología llamada Tornado Cash porque “desde su creación, en 2019, se usó para lavar más de 7,000 millones de dólares en monedas virtuales”.

Ese tipo de medidas para hacer cumplir la ley no es nada nuevo, pero se trata de un caso excepcional porque Tornado Cash es un programa de código abierto.

Es, básicamente, una herramienta automatizada que combina activos digitales y los redistribuye para proteger la privacidad. Aunque no conocemos completamente a Tornado Cash ni el motivo de su creación, sabemos que desde su puesta en funcionamiento se usó para transferir grandes sumas de activos digitales vinculados con actividades ilícitas (entre ellas, millones de dólares robados por hackers norcoreanos). Ahora, los estadounidenses que usen el servicio podrían ser penados con hasta 20 años de prisión.

Hay quienes creen que esas sanciones son necesarias para evitar el lavado de dinero, mientras que otros las perciben como un exceso por parte de los gobiernos. Pero, independientemente de la perspectiva que adoptemos, vale la pena que consideremos primero por qué se creó un protocolo como Tornado Cash. En pocas palabras, la respuesta es que nuestro sistema financiero no logra equilibrar la privacidad con la seguridad. Afortunadamente, las tecnologías de la web3 (cadenas de bloques) pueden contribuir a solucionar este desafío.

Como asesor sénior de dos secretarios de estado de Estados Unidos, pasé tiempo en muchísimos países examinando la manera en que los distintos sistemas afectan a los derechos individuales y la democracia, y ayudando a diseñar tecnologías y aplicaciones que fortalezcan a las sociedades abiertas. Mientras lo hacía, presencié el reiterado fracaso de los sistemas financieros actuales en casi todas sus dimensiones. En el mundo hay más de 1,000 millones de personas (millones de ellas, en Estados Unidos) que no pueden acceder a los servicios financieros básicos. Muchos no pueden pagar cuentas ni enviar dinero a sus familiares porque no poseen cuentas bancarias o identificación, y otros sencillamente no confían en las instituciones financieras.

Sus sospechas suelen ser legítimas. Para realizar transacciones, sin importar los montos, debemos compartir información sensible como nuestra fecha de nacimiento, domicilio y número del seguro social. Independientemente de que uno alquile un departamento o un automóvil, rutinariamente hay abusos y vulneraciones de esa información. Se dice que los ladrones de identidad han estado secuestrando cuentas de Experian —una de las tres principales agencias de calificación crediticia personal— solicitando simplemente nuevos perfiles con la información de las víctimas. Otra agencia calificadora, Equifax, dejó expuestos los datos de 150 millones de personas (aproximadamente toda la población activa de Estados Unidos) en 2017.

El sistema actual funciona perfectamente para los criminales. Un informe que publicó Naciones Unidas en 2011 detectó que el 99.8 % del lavado de dinero en el mundo queda impune. Pero podemos rediseñar nuestra infraestructura financiera para ofrecer más privacidad y seguridad sin facilitarles la vida a los dictadores y estafadores, aprovechando las tecnologías de la web3 para aplicar nuevos enfoques a la confidencialidad y la verificación de identidades.

En la mayor parte del mundo, la privacidad digital no existe en realidad. O vivimos en países como China, donde el gobierno sabe todo sobre nosotros y usa esa información para manipular nuestro comportamiento con motivos políticos, o vivimos en lugares como Estados Unidos, donde las grandes empresas de tecnología manipulan nuestro comportamiento por motivos comerciales. A largo plazo, ninguna de esas situaciones es compatible con una sociedad sana y abierta, pero la web3 podría proporcionar una tercera vía que nos permita controlar mejor nuestra identidad e información digital, agregando al mismo tiempo una capa de responsabilización para detener a los malhechores.

Ciertamente, la mayoría de los protocolos de la web3 se situaron en los extremos de la gama de privacidad. Las criptomonedas como Bitcoin y Ethereum proporcionan una transparencia total de las transacciones a través de registros públicos, mientras que los protocolos como Tornado Cash procuran el total anonimato combinando los activos de usuarios legítimos con los de criminales y regímenes deshonestos.

Afortunadamente, los desarrolladores tienden ahora a una situación intermedia que protege la privacidad y respeta los principios democráticos básicos, pero el diseño de esos sistemas es demasiado importante como para dejarlo solo en manos del gobierno, el sector privado o la sociedad civil. Las soluciones adecuadas requieren un esfuerzo conjunto centrado en unos pocos elementos clave.

En primer lugar, hacen falta objetivos claros. Como mínimo se debiera dar más control a la gente sobre su información, garantizar una mayor responsabilización en la forma en que se usan los datos, y ampliar el acceso a los servicios financieros en general.

En segundo lugar, hacen falta normas técnicas que faciliten y abaraten la creación y la seguridad de nuestras identidades digitales. Los bancos estadounidenses y canadienses gastan más de 30,000 millones de dólares al año en verificar identidades, pero habitualmente siguen siendo incapaces de evitar el lavado de dinero. Las mismas herramientas de la web3 que permiten las transacciones seguras y baratas entre monederos digitales pueden facilitar y abaratar la manera de confirmar que somos quienes decimos ser. Los estándares abiertos para validar las identidades digitales pueden garantizar la competencia sana, reducir los costos para los consumidores e incentivar los esfuerzos para mejorar la gestión de los datos.

Finalmente, hacen falta regulaciones financieras que puedan enfocarse de manera específica en los malhechores y permitir simultáneamente la transferencia segura de dinero a los disidentes y otras personas en las sociedades cerradas. Después de haber pasado tiempo con sobrevivientes de campos de trabajo esclavo norcoreanos, nunca postularía que mi derecho a las transacciones privadas es más importante que el suyo a la libertad, pero ambas cosas no son mutuamente excluyentes. Con políticas creativas y herramientas de la web3 bien diseñadas podemos fomentar las libertades civiles y evitar los abusos.

El autor

Tomicah Tillemann, exasesor senior de los secretarios de Estado Hillary Clinton y John Kerry, es director de Políticas en Haun Ventures. Se desempeñó como miembro del equipo de asistencia profesional del Comité de Relaciones Exteriores del Senado bajo la dirección de Joe Biden.

Copyright: Project Syndicate, 1995 - 2022

www.projectsyndicate.org

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