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Por qué quieren declarar a los carteles, organizaciones terroristas
Antes de que los mexicanos y los colombianos salten de la silla, hay que decirles, señores, señoras siéntense y escuchen la verdad. En Colombia, en México y en Estados Unidos, después de más de 50 años, el combate a las drogas sigue siendo costoso, y totalmente inútil.
En México, debemos tomar en serio y con preocupación las audiencias en el Congreso de la semana pasada, en que al mismo Merrick Garland, Procurador General de Justicia de Estados Unidos, los miembros de las dos cámaras le exigieron informarles si nuestro país está cooperando con el trabajo en contra del narcotráfico. La razón es que existe la intención de declarar a los carteles mexicanos de la droga ‘Organizaciones Terroristas”.
Esta misma idea fue tomada por CPAC, la mayor y más influyente reunión de conservadores de Estados Unidos para proponer que las fuerzas especiales de Estados Unidos combatan a los carteles dentro de México.
Mientras en la Cámara baja (federal de diputados) Dan Crenshaw, congresista republicano de Texas y Michael Waltz, congresista republicano de Florida, presentaron una iniciativa para que se use la fuerza necesaria para combatir a las organizaciones extranjeras que sean un peligro para la seguridad de Estados Unidos. Esa iniciativa ya fue aceptada para discusión en comités.
La verdad, es que Washington se ha gastado millones de millones de dólares para acabar con la raíz del narcotráfico, y ahora un creciente número de gente se pregunta, si vale la pena seguir tirando todo ese dinero a la basura.
A pesar de esa realidad, en agosto pasado el presidente Joe Biden ordenó renovar la ayuda a Colombia para luchar contra los mayores productores de cocaína en el mundo. A regañadientes, Estados Unidos tiene que aceptar que durante todos estos años las ganancias del narcotráfico crearon ejércitos armados operando impunemente en territorio colombiano.
Por eso Gustavo Petro, presidente de Colombia quiere un cambio de estrategia, y le asiste razón: la evidencia está más que presente.
Los cárteles colombianos en el 2023 tienen más poder, más dinero, más soldados, más socios y más cómplices internacionales que nunca. En síntesis, tienen hoy más poder.
Colombia y México están pagando un altísimo precio porque la guerra contra las drogas es un fracaso. En los dos países llegamos al colmo. En ninguno de los gobiernos siquiera pretenden que las cosas han cambiado, y todos los colombianos y todos los mexicanos se dan cuenta.
¿Cómo llegamos a este punto?
Las poblaciones de México y Colombia decidieron que era mejor mostrar indiferencia, mientras el Plan Colombia y El Plan Mérida fracasaban y el narcotráfico se convertía en un poder escondido.
Después de 51 años de guerra a las drogas, hay que insistir en que este banquillo tiene tres patas, y que la tercera es la de Estados Unidos.
Viendo hacia atrás, vemos también el presente
En 1971, Richard Nixon siendo presidente de Estados Unidos declaró la guerra contra las drogas en un famoso discurso que marcó el comienzo de una larga historia.
En 1973, con los primeros dos años de experiencia, Nixon creó a la agencia encargada de combatir a los narcos. Le llamó DEA: Drug Enforcement Administration. Pero el presidente ese mismo año estaba empantanado peleando en tres otros frentes: el de las guerras en Vietnam, Camboya, y el de Watergate, y los tres lo tenían tan enajenado que decidió que para ganar la guerra a las drogas le aplicaría también una estrategia militar.
Fue en los años 70, que México entró a lo que era el inicio de la guerra a las drogas, porque ya entonces existía un enorme cultivo de mariguana y de amapola, la planta base para producir heroína. Por eso lo primero que hicieron en nuestro país fueron las operaciones de fumigación y de quema de plantíos.
Hay que aclarar que esa parte de la “lucha contra las drogas” en México estuvo destinada más a pretender ante Washington, que a resolver el problema del consumo y la producción de drogas. México ve esto como un problema de Estados Unidos.
En los finales de los 60 por cosas de la vida, yo terminé en un internado en Quebec, Canadá, fue entonces que fui testigo de lo fácil que era obtener marihuana en el campus de los colegios privados y lo fácil que era obtener LSD en los clubes nocturnos los fines de semana. Y si eso era en Canadá, imagínese lo que era en Estados Unidos, en donde toda la estrategia militar de Nixon se topaba con la realidad del uso de las drogas como protesta a la conscripción para Vietnam.
Avance usted medio siglo y verá que desde que asumió el poder, Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda del país productor de cocaína más grande del mundo, viene denunciando la visión militarista de la guerra contra las drogas. Petro repite y repite que "Las armas no resolverán el problema de las drogas",
Hoy cincuenta y tantos años después, Colombia, México y Estados Unidos producen y consumen más drogas que nunca. Y con ellos, el planeta entero también tiene la mayor oferta de drogas ilegales en la historia.
No quiero hablar del mundo, esta columna es solamente sobre Colombia, México y Estados Unidos, donde es difícil estimar con precisión el costo humano de todos estos años de guerra a las drogas. En Colombia, no es solo la producción y tráfico, sino como eso está fuertemente entrelazado con un conflicto armado que sigue y sigue... como el conejo que anuncia baterías.
En México, también, los muertos, los desaparecidos y los desplazados se cuentan por cientos de miles. Y además de esas víctimas directas, también hay daños colaterales a los derechos humanos, la democracia, la economía y la proyección internacional del país.
¿Por qué Colombia se convirtió, y siguió siendo durante tanto tiempo, el mayor productor mundial de cocaína? ¿Por qué México es ahora el mayor traficante y productor de fentanilo?
Las dos cuestiones se debaten en los tres países, pero con una gran diferencia. México y Colombia siguen plagados con pobreza y con injusticia social, y eso es un caldo de cultivo de la violencia y la ilegalidad.
Estados Unidos hoy enfrenta la realidad de anualmente más de 70,000 muertos por abuso de fentanilo. Pero no espere usted que Washington algún día reconozca su culpa. Aunque hay avances, en las mismas audiencias en el congreso de la semana pasada el Senador, Charles Grassley, le exigió a la DEA y al FBI un informe completo de quienes en Estados Unidos son socios de los carteles.
De Colombia podemos hablar de su geografía increíblemente fragmentada y de su dificultad para formar una nación sin divisiones sociales y económicas.
De México podemos discutir hasta el cansancio su posición estratégica única entre dos océanos, su larga historia de contrabando y de corrupción.
Los dos países viven un círculo vicioso: El narcotráfico florece en instituciones frágiles a las que corrompe constantemente.
El doctor Francisco Thoumi, académico independiente y miembro de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas, y a quien conozco hace más de 30 años, es sin duda el experto más reconocido en el papel de Colombia en el narcotráfico mundial. Francisco siempre ha sostenido que... “La guerra contra las drogas se decidió en Washington, inicialmente como una guerra interna”.
Hoy es importante recordar esta advertencia, porque en Washington hay otra vez una nueva dinámica encausada, no a resolver la alta drogadicción de los estadounidenses, sino a usarla como pretexto para crear una cortina de humo que nuble la vista de los que votarán por un nuevo presidente el año próximo.
Los estadounidenses saben que el narcotráfico deja muertos y miseria en México y en Colombia, y conocen también que en ambos, los sistemas de justicia internos son débiles y están supeditados a los gobiernos centrales.
Las muertes por sobredosis afectan a millones de estadounidenses, pero no se ven como crimen común contra la población. Aquí el sistema jurídico es muy fuerte, desde el gobierno federal hasta el más pequeño de los gobiernos locales tiene fuerzas policiacas bien entrenadas, bien equipadas y bien pagadas. Por eso en Estados Unidos los crímenes causados por las drogas solo ocurren en los barrios negros y pobres.
Ojo... hay algo más que nos debe preocupar
A nivel gobierno nacional en Estados Unidos causa enorme preocupación que los ejércitos privados de los carteles estén creciendo y que ya dominen partes de México. Les causa justificado temor que esto ocurra a solo millas de la enorme frontera México- Estados Unidos. Se lo informo porque sería irresponsable ignorar que esas fuerzas irregulares están provocando todas las nuevas propuestas de uso de fuerza militar que estamos escuchando en Washington.
Por favor, no nos dejemos engañar. Mucho de esto es politiquería, pero ¡cuidado!
México, Colombia y Estados Unidos necesitan replantear soluciones antes de que esto crezca y no haya más alternativas que la fuerza.