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Opinión

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¿Qué le puede borrar esa sonrisa?

De lunes a viernes se planta ahí, enfrente de sus porristas, sonríe satisfecho, burlonamente. Pareciera que nada le preocupa. ¿Sus adversarios? No, ellos no lo perturban. Están desorganizados, desunidos, llenos de problemas, sin mucha credibilidad. Ni siquiera están decididos a iniciar la búsqueda de candidatos a la presidencia. Tienen muchas opciones y no tienen ninguna. 

¿Le preocupa la reacción del gobierno de Biden por todo el ajetreo alrededor de la inasistencia a la Cumbre de las Américas? Es difícil creerlo. Mientras al gobierno norteamericano le interese que México sea un cada vez mejor muro contra la migración al norte, la situación podrá manejarse.

Entonces, ¿le preocupa su popularidad? De ninguna manera. Todas las encuestas lo colocan arriba del 50% de aceptación, por eso la sonrisa de gato que se comió al ratón.  Incluso, las malas calificaciones que las encuestas hacen sobre su manejo económico, el combate a la delincuencia organizada o sus desafortunadas frases apapachando a criminales no merman su rating.

¿Qué las corcholatas se traen un pleito soterrado? Eso tampoco es motivo de alarma. Finalmente, todas ellas le son incondicionales. Bien mirado son una especie de clones suyos, sin discurso propio ni propuestas diferentes, como a él le gusta. Podrá aplacar los pleitos cuando llegue el momento de designar un(a) sucesor(a).

¿Qué buena parte de su gabinete está paralizado, falto de coordinación? Bueno, eso es el resultado de que no sostiene acuerdos concretos con algunos secretarios y secretarias. Pasan semanas y a veces meses sin que puedan plantearle temas específicos. Él solo vive para el estrellato, para que lo ame su gente, las buenas personas del pueblo. Atiende a quien le puede servir para brillar, para burlarse de sus “adversarios”, para doblegar empresas rebeldes, para hacer trabajo gratuito, como soldados y marinos. 

Las evidentes corruptelas de familiares y funcionarios y la ineficacia de su gobierno no lo atormentan. Al principio le preocupaba, pero ya vio que casi no tienen efecto en su popularidad.  Casas y departamentos en Texas, bolsitas de pan llenas de dinero, propiedades y depósitos inexplicables, contratos turbios no parecen inquietar a la gente. ¿Será que en el fondo la corrupción no les importa? 

El crimen organizado le preocupa un poco, pero finalmente el pacto con ellos parece estar funcionando: él no se mete en sus negocios y ellos no lo desafían. De vez en cuando hace aprehensiones y decomisos, pero nada de luchar frontalmente contra los carteles y bandas. Cree que, con el tiempo, se dividirán territorios y negocios y bajará la violencia, al menos la violencia que afecta su imagen. La muerte de periodistas y activistas lo inquieta un poco, pero con uno o dos shows semanales en donde se lean los arrestos y las condenas de un puñado de miserables está a salvo de críticas. 

A él le interesa que sus grandes obras se concreten y parezcan funcionar bien. Siempre hay forma de presionar a empresas y gobiernos estatales para que se plieguen a sus deseos.

Pero hay algo que le preocupa, algo que le puede borrar esa sonrisa: la inflación y la mala situación de la microeconomía. Desde su punto de vista eso es más grave que el crimen organizado o la masacre de personas y los feminicidios. La recuperación que pregona no llega hasta abajo a pesar de sus programas sociales y la inflación alcanza a todos y tiene un efecto frustrante y enojoso. 

Está convencido que su viejo y añorado partido, ese de los señorones como Echeverría y López Portillo se desfondó, pero no por culpa de las masacres del 68 y 71 o la guerra sucia. No, eso no lo derrotó. Su viejo partido fue erosionado por las deslealtades, por eso a él le preocupa más la lealtad que la honradez o la eficiencia. Pero, sobre todo, la crisis económica y la inflación durante De la Madrid ocasionaron el descontentó en el norte del país y luego en toda la república. 

Él sabe que la inflación desgasta gobiernos, que la falta de buenos empleos y posibilidades de negocios pequeños y medianos crea rencores que luego se filtran a las urnas. Si a esto se le agrega la inseguridad, se tiene el caldo de cultivo para una caída. Solo de pensar en eso le dan pesadillas; toda su gloriosa lucha en la oposición, toda su magnífica obra literaria, todas sus heroicas anécdotas, sus consejos, sus buenas intenciones cristianas en riesgo de perderse por la inflación. 

Eso no puede ser. Cueste lo que cueste (y vaya si está costando) no dejará que suceda no vaya a ser que la anodina oposición despierte y se aproveche para abrirles los ojos a las y los ciudadanos y borre su Legado.

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