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Opinión

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Poder dual

El poder no se comparte, se ejerce. En todo caso se puede negociar para que su efecto sea lo menos dañino en aquellos que se ven afectados por determinadas decisiones. Pero compartir el poder entre dos instancias cuyos objetivos son sustancialmente opuestos, termina siempre en una guerra donde una de las partes lo pierde todo.  

Este fenómeno lo vimos durante el denominado “Maximato”, donde la figura del General Calles como expresidente impedía a sus sucesores asumir el papel de un primer mandatario sin ataduras con respecto a su antecesor. La ruptura entre Lázaro Cárdenas y Calles representó el fin de ese fallido ejercicio de poder compartido. Desde ese momento y hasta la democratización del sistema en 1997, no existió límite alguno para un mandatario mexicano, que el de su limitado tiempo como gobernante.

El ascenso de Claudia Sheinbaum bajo el manto de la figura de López Obrador, supuso un cambio en el sentido de la imposibilidad de romper con el presidente saliente, pero también la necesidad de demostrar que esa lealtad expresada de múltiples maneras, tenía fecha de caducidad. Y es que no es comparable el Maximato de Calles, con la influencia que ejerce el expresidente tabasqueño sobre su sucesora de manera explícita.

López Obrador ha desaparecido totalmente de la escena pública, pero sus operadores en el Congreso y en otros espacios de poder obedecen a quien desde la penumbra sigue dictando órdenes. Esta superposición de intereses y lealtades disminuyen sensiblemente la operación política de una presidenta que formalmente detenta el control del Ejecutivo, Legislativo y eventualmente del Judicial.

Un enorme poder que tarde o temprano deberá definirse en uno u otro sentido, a partir de las decisiones urgentes que se tomarán para evitar una crisis financiera producto de un endeudamiento excesivo y un margen de maniobra sumamente reducido, aunado al problema de seguridad que se complicará tras la llegada de Trump a la Casa Blanca el próximo 20 de enero.

Sin embargo, mientras Sheinbaum no se deshaga de los extremistas ignorantes e incapaces de desobedecer las órdenes provenientes de Palenque, el poder dual existente en estos momentos de manera anómala, tenderá a mantenerse y funcionar en contra de la presidenta.

La amenaza latente de una revocación de mandato al cumplirse tres años de gobierno convocada no por la oposición, sino por los leales al expresidente que podrían considerar que la mandataria ha traicionado al caudillo, se presenta como un arma efectiva a utilizar en caso de una posible ruptura entre ambos personajes.

El poder dual es un fenómeno temporal que no puede sostenerse de manera prolongada, y más nos vale que el poder legal y legítimo sea el que prevalezca antes de que el caos derivado de una confrontación entre antiguos aliados, termine con la débil estabilidad existente en el país.

Ezra Shabot Askenazi es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la UNAM. Como académico ha sido jefe del Departamento de Ciencias Sociales y Jefe de Planeación Académica en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán.

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