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Euforia y peligro: el desafío de las drogas adulteradas
Hace unos días, llegó a mi consultorio un joven de 22 años acompañado por sus padres. Había asistido al Corona Capital, uno de los festivales de música más grandes de México. Allí, en medio de la música y la euforia, consumió lo que creyó que era MDMA, también conocida como éxtasis o Molly. Sin embargo, lo que ingirió fue una sustancia adulterada que lo dejó al borde de una crisis médica y psicológica. Además de enfrentar los efectos físicos de la intoxicación, enfrenta episodios de ansiedad severa y una arritmia cardiaca que seguramente se agravó y ahora requiere tratamiento a largo plazo para estabilizarlo. Sus padres, desconsolados, no saben cómo apoyarlo, y el joven, entre lágrimas, admite que nunca imaginó que algo así le ocurriría; él solo quería disfrutar del momento.
Este caso no es aislado. Eventos masivos, conciertos y otros festivales son un microcosmos donde el uso de sustancias psicoactivas se ha normalizado, especialmente entre los jóvenes. Según datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT), el consumo de drogas ilícitas en México ha aumentado significativamente, con un 17.2% de los estudiantes de secundaria y bachillerato reportando haber consumido alguna sustancia en su vida. Entre las drogas más populares se encuentran la marihuana, el éxtasis, LSD y, más recientemente, sustancias sintéticas como el 2C-B, conocido como “cocaína rosa”. Sin embargo, lo que muchos consumidores desconocen es el riesgo latente de la adulteración de estas sustancias y la posibilidad de consumir una dosis que puede ser peligrosa o incluso letal.
El incremento en la adulteración de drogas recreativas ha alcanzado niveles alarmantes. Estudios recientes indican que buena parte de las sustancias vendidas como MDMA o cocaína en eventos masivos contienen mezclas de compuestos peligrosos, como fentanilo o metanfetaminas. Estas adulteraciones no solo aumentan el riesgo de intoxicación grave, sino que también dificultan el manejo médico en caso de emergencias, ya que los equipos de salud no saben con precisión qué sustancia están tratando.
En países como Suiza y Portugal, se han implementado programas exitosos de manejo de riesgos, como estaciones de análisis de sustancias en festivales y campañas educativas que informan a los jóvenes sobre los riesgos asociados al consumo de drogas. Estas iniciativas no promueven el uso de drogas, sino que buscan reducir los daños asociados al consumo irresponsable o a sustancias adulteradas. Por ejemplo, en Suiza, el programa Drug Checking permite a los asistentes analizar de forma anónima las sustancias que planean consumir, detectando adulteraciones y reduciendo significativamente las emergencias médicas.
En México, la inversión en programas de reducción de riesgos sigue siendo prácticamente inexistente. Se imponen políticas punitivas que ignoran el problema de raíz y carecen de alternativas reales para la protección de los jóvenes. Con un nuevo sexenio a la vista, es esencial priorizar políticas públicas que incluyan:
- Estaciones de análisis de sustancias en eventos masivos. Implementar centros móviles de análisis de drogas en festivales para detectar adulteraciones y prevenir emergencias.
- Educación y campañas preventivas. Invertir en programas que informen a los jóvenes sobre los riesgos del consumo y cómo reconocer señales de intoxicación.
- Regulación de plataformas digitales. Establecer controles más estrictos para limitar el acceso a sustancias a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería.
- Capacitación médica. Aumentar la formación de personal médico y psicológico para manejar intoxicaciones agudas y los efectos a largo plazo del consumo de sustancias adulteradas.
De igual manera, este uso poco responsable y riesgoso pone en jaque los avances significativos que ha alcanzado la ciencia en torno a la terapia asistida con psicodélicos y podría repetirse nuevamente el error de parar las investigaciones en torno al uso médico de estas sustancias.
El caso del joven que llegó a mi consultorio es una llamada de atención sobre lo que ocurre cuando se ignoran los riesgos asociados al consumo de sustancias psicoactivas en un entorno de fácil acceso y desinformación. Como sociedad, debemos reconocer que el consumo existe y que la única forma de minimizar sus consecuencias es a través de políticas integrales que combinen la educación, la regulación y el cuidado. La salud de nuestros jóvenes, y la tranquilidad de sus familias, dependen de ello.
Me encantaría conocer tus dudas o experiencias relacionadas con este tema. Sigamos dialogando; puedes escribirme a dra.carmen.amezcua@gmail.com o contactarme en Instagram en @dra.carmenamezcua. ¡Hasta la próxima!