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Sensorama presenta la experiencia en parejas para miembros de Club El Economista

Con emociones, sabores y sonidos, las parejas de miembros de Club El Economista pudieron conocerse en lo más profundo de su ser.

¿Como sueñan los ciegos? Fue la pregunta que se hizo el fundador de Sensorama Héctor Fernández, por lo que comenzó un proceso de exploración de los sentidos con los ojos totalmente vendados, con lo cual descubrió que los otros sentidos se comienzan a agudizar a falta de vista, así como la existencia de un sentido de percepción interior.

Sensorama reunió a los suscriptores del Club El Economista para permitir que las parejas asistentes se contaran una historia a través de sus sentidos y poder conocerse mejor así mismos, ya que la experiencia fue dirigida hacia parejas sentimentales, pero es importante resaltar que, para amar a otra persona, primero se debe amar así mismo.

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Contaban las antiguas culturas que los cuatro elementos son el origen del todo y que estos viven dentro de cada individuo. Cuando todos estos elementos se encuentran en armonía interior, se puede acceder a un quinto elemento, el alma, el éter o el espíritu y con este reconocerte en el otro. 

La experiencia dio inicio con una la travesía individualmente, por medio de un reconocimiento sensorial del aire, del fuego, de la tierra y del agua. Cada asistente pudo sentir cómo están estos elementos en ellos y posteriormente, por medio de una dinámica sensorial, lograron el reconocimiento del otro, la aceptación, validación y agradecimiento del amor, del estar y del ser.

“Parejas tiene la propuesta de que estemos pasando por los cuatro elementos para encontrar un quinto, que para Sensorama ese quinto es el amor, pero primero, para poder encontrar el amor, para poder amar a alguien más, primero nos tenemos que amar a nosotros mismos”, dijo Azul, artista sensorial de Sensorama.

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Las parejas asistentes pudieron sentir el tacto de hojas, el sonido de maracas y tambores, sensaciones de estar en un lugar tropical, para posteriormente levantarse y reconocer a su pareja, con la que, por medio del baile, pudieron expresar sus emociones internas acumuladas durante el viaje.

Posteriormente, cada asistente se puso de pie, para dar comienzo al auto reconocimiento, tocándose las manos, brazos para así, imaginarse que delante de ellos se encuentra un espejo, visualizándose a sí mismos en él.

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Después, la artista sensorial pidió iniciar un recorrido por sus memorias, iniciando a los 6 años, donde las parejas pudieron recordad su mirada a esa edad, a que jugaban, cuáles eran sus preocupaciones y los sueños que tenían en aquel entonces. Siguiendo por ese camino, llegar al momento de su primer amor, haciéndoles recordad cual fue su primer beso, cómo se sintió y de donde proviene todo ese amor que laguna vez sintieron.

Al mismo tiempo, los miembros de Club El Economista estiraron su mano para tocar ese espejo, reconociendo sus caminos, sueños, esperanzas caídas, dolores y recibir en sus manos un objeto que sostuvieron con cuidado y cariño. Este objeto contenía todas las memorias y caminos de los individuos.

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Concluido este proceso, los artistas sensoriales colocaron a los asistentes frente a otro espejo, con el que suavemente hicieron contacto, reconociendo a su pareja, al igual que sus heridas, sus caminos, sus aprendizajes, así como todo lo que la pareja ha vivido junta, los momentos felices, las experiencias, las peleas y discusiones, ya que, sin esos momentos, su relación no hubiera avanzado ni crecido.

Finalmente, las parejas intercambiaron entre su objeto y procedieron a tocarse y reconocerse. El momento consistió en abrazos, palabras y susurros al oído, donde pudieron decirse mensajes que siempre han querido expresar, haciendo del momento un lugar de alegrías y melancolía,

La experiencia finalizó con las parejas sentadas en cojines frente a velas y copas de vino, donde pudieron concretar el proceso de autoexploración y de reconocimiento a la persona con la que comparte los momentos más importantes de su vida.

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Para Laura Urbano, suscriptora de Club El Economista desde hace 3 años, la experiencia le pareció tan bonita que se perdió en sus sentimientos, y aseguró que le gustaría regresar a presenciar más experiencias sensoriales.

Por su parte, Mónica Vázquez, una de las suscriptoras más recientes de Club El Economista, la experiencia le pareció muy bonita y enternecedora, y al ser su primera experiencia sensorial, aseguró que le gustaría regresar pronto a una nueva.

Si quieres vivir experiencias como esta, suscríbete a Club El Economista y se parte de ellas.

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