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¿Marean más los coches eléctricos y autónomos?

Foto: Shutterstock

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Con demasiada frecuencia, subestimamos la importancia del equilibrio. Y sin embargo, si un detalle lo perturba, podemos sufrir una caída o… ¡un mareo! El ser humano ha descubierto involuntariamente los inconvenientes de la cinetosis –mareo por movimiento– a medida que aumentaban sus medios de desplazamiento.

Se estima que el 25-30 % de la población se ve afectada regularmente por este fenómeno, una cifra que puede estar infravalorada, ya que se conoce poco: a menudo se resume en síntomas de malestar (náuseas, sudoración, palidez, hipotermia, cefaleas, vómitos), aunque también puede manifestarse en formas más leves como somnolencia, apatía o disminución de la capacidad cognitiva. El 60-70 % de los viajeros la experimentan al menos una vez en su vida.

Es más frecuente en los coches. Los pasajeros son más sensibles que los conductores debido a la falta de anticipación de las trayectorias. Los conflictos entre la información proporcionada por los diferentes sentidos perturban nuestro equilibrio y las dificultades para ajustar nuestra postura para adaptarnos son las dos principales teorías para explicarlo.

Cabría pensar que, en el más de un siglo transcurrido desde el desarrollo del automóvil, este problema estaría resuelto. Pero no ha sido así. Y a medida que la industria automovilística experimenta una metamorfosis tecnológica, cambios como la electrificación, la digitalización y la automatización de los vehículos están aportando beneficios, así como nuevos problemas.

Algunos de estos avances corren el riesgo de crear o acentuar este famoso desequilibrio y limitar aún más la capacidad de anticipación de los usuarios. En consecuencia, aumentan el riesgo de experimentar síntomas de malestar con mayor frecuencia. He aquí aquellos cuyos efectos ya han sido documentados.

Electrificación: menos señales y movimientos más bruscos

El motor de un coche eléctrico es más lineal y silencioso que un motor de combustión. Esta ventaja tiene un inconveniente: puede dificultar la capacidad de los usuarios para asimilar el movimiento del vehículo. Por ejemplo, para aquellos acostumbrados a estimar la aceleración por el sonido del motor, pierden esa pista con el silencio de un motor eléctrico.

Del mismo modo, las vibraciones del motor de combustión a veces se perciben como calmantes. Descansar la cabeza contra la ventanilla que vibra es, en efecto, beneficioso para algunos pasajeros. Estas mismas vibraciones se eliminan casi por completo en un coche eléctrico.

La adopción del frenado regenerativo (para recuperar autonomía eléctrica durante la deceleración) también puede ser perturbadora. Las deceleraciones inducidas por este sistema, generalmente de baja frecuencia y a veces bruscas, pueden ser particularmente desestabilizadoras. A la inversa, los tirones del acelerador pueden inducir movimientos bruscos debido al alto par de estos motores.

Interiores que favorecen la distracción

Otro avance tecnológico arriesgado es la presencia de pantallas cada vez más grandes y numerosas en el interior de los vehículos. Más allá de su atractivo para el usuario, estas pantallas le “sobrecargan” con información visual.

Su omnipresencia favorece la distracción, también con el riesgo de crear un conflicto entre la información visual y la información inercial del movimiento que recibe el cuerpo. Al concentrarse en el contenido de las pantallas, el pasajero limita su capacidad de asimilar las señales visuales que le permiten percibir correctamente su posición y su velocidad en el espacio, es decir, la vista exterior del vehículo. Por eso no es aconsejable concentrarse en un libro o en una pantalla durante un viaje agitado…

Es probable que esta tendencia aumente en los próximos años, con vehículos que podrían incluso tener pantallas en las ventanillas u ofrecer integración de realidad virtual. Todos ellos son elementos invasivos para los pasajeros, que pueden repercutir en su bienestar.

Saber que uno es más propenso a sufrir náuseas cuando está atrapado en un espacio sobrecargado de pantallas puede, en efecto, estresar a los pasajeros vulnerables. No es una cuestión baladí si se tiene en cuenta que el estado psicológico influye mucho en la cinetosis: hasta un 40 % de la gravedad de los síntomas puede atribuirse a él.

Conducción autónoma y falta de previsión

Los coches autónomos también pueden tener repercusiones.

En la actualidad, los vehículos sólo están equipados con un nivel parcial de automatización, pero en el futuro podrán conducirse solos. Esto significa que la tarea de conducir, que es la mejor manera de anticipar trayectorias y limitar síntomas, desaparecerá a largo plazo.

Para quienes siempre han conducido, la situación puede ser complicada. Dado que nuestra susceptibilidad al mareo depende en parte de nuestro hábito de ser pasajeros, los conductores habituales pueden ser susceptibles a la cinetosis hasta el punto de no poder viajar en vehículos altamente autónomos.

Además, con la desaparición del asiento del conductor, las cabinas se rediseñarán para ser más acogedoras, como salones sobre ruedas. Estas nuevas configuraciones ofrecerán más libertad a los pasajeros, que podrán, por ejemplo, girar sus asientos de cara a la carretera para charlar con otros ocupantes. Sin embargo, se cree que sentarse de espaldas a la carretera aumenta el riesgo de sufrir molestias. Aunque los experimentos han demostrado que no supone ninguna diferencia, esta idea puede ser un sesgo psicológico que facilite la aparición de los síntomas.

Una de las promesas del vehículo autónomo es permitir a sus pasajeros emplear su tiempo de viaje en actividades de ocio o productividad. Pero, como hemos visto, el uso de pantallas favorece el mareo. La popularización de los viajes en taxi y VTC, en los que los usuarios tienen los ojos pegados a sus tabletas y otros móviles, ya ha confirmado esta tendencia.

Por último, cabe señalar que en los vehículos no autónomos, la incidencia de la cinetosis sigue siendo moderada, ya que los conductores pueden adaptar su estilo de conducción si sus pasajeros manifiestan molestias. Sin embargo, esta dimensión humana desaparecerá en los vehículos autónomos, cuyo estilo de conducción será menos flexible y menos natural que el de un conductor humano.

El estrés o la falta de confianza asociados a este estilo de conducción podrían convertirse de nuevo en un factor agravante.

El ser humano, ¿principal obstáculo para los avances tecnológicos?

Los múltiples factores mencionados podrían, por tanto, penalizar la aparición del “vehículo del futuro”, autónomo y eléctrico, inicialmente destinado a aumentar la movilidad y ser accesible al mayor número de usuarios.

A falta de medios eficaces para contrarrestarlo, es posible que un aumento de los casos de cinetosis en estos vehículos provoque su rechazo. Teniendo en cuenta las dimensiones ética, psicológica y jurídica de su desarrollo, el factor humano es, pues, el principal obstáculo para la introducción de estos nuevos tipos de vehículos.

Desde hace varios años, existe un interés creciente por parte de los fabricantes y proveedores de automóviles por comprender mejor este fenómeno y finalmente reducirlo eficazmente. No por razones de interés público, sino porque comprometería la adopción de estas nuevas tecnologías.

Hasta la fecha, las causas y los mecanismos desencadenantes de la cinetosis siguen sin comprenderse claramente, por lo que la investigación de la industria se centra en cómo limitar su aparición. Se están explorando varias vías. Entre ellas, el uso de señales visuales, audibles y táctiles para ayudar al usuario a percibir y anticipar mejor los movimientos del vehículo, y la programación de un estilo de conducción cómodo y similar al humano que limite las aceleraciones bruscas.

William Emond, Doctorant sur le thème de la réduction du mal des transports en voiture, Université de Technologie de Belfort-Montbéliard

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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