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Presupuesto para ciencia en México, muy lejos de lo que la ley mandata
PPEF 2020 asigna cifra histórica a CTI, pero aún dista de 1% del PIB.
Después de que se diera a conocer el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) 2020, se vuelve a ver la violación a la Ley de Ciencia y Tecnología, que mandata un gasto anual de 1% del Producto Interno Bruto (PIB) para este rubro.
De acuerdo con el PPEF, el presupuesto total para ciencia, tecnología e innovación (CTI) pasaría de 91,390 millones de pesos en el 2019 a 98,317 millones de pesos en el 2020, de no ser modificado por la Cámara de Diputados. Aunque esto representa la cifra más alta de inversión en la historia reciente, de acuerdo con la Unidad de Inteligencia de El Economista y con base en la estimación puntual de los Criterios Generales de Política Económica en 2020, esto equivale a 0.38% del PIB.
“Esto es preocupante”, aseguró Víctor Hugo Guadarrama, coordinador de Proyectos Estratégicos de Ciencia, Tecnología e Innovación del Foro Consultivo Científico y Tecnológico. “Lo único que saca de la crisis y el deterioro económico en el que se encuentra una economía gira en torno a la propuesta en ciencia, tecnología e innovación que haga el país”.
El doctor en ciencias sociales con especialidad en economía y gestión de la innovación explicó que lo que ahora podemos percibir como propuesta en la materia es un incremento de 3.8 % de recursos totales (sin considerar la inflación). Pero en la distribución el Conacyt, que es cabeza de sector, pierde presupuesto (sólo le tocará 29.7% del total asignado, y en sus recursos fiscales hay una disminución de 0.5%), ya que 42% de este total se va para la Secretaría de Educación Pública, para promover la ciencia en la educación básica, pero no para proyectos de investigación.
“Hoy prácticamente no hay recursos para proyectos de infraestructura social, de CTI y para innovación. Los pocos recursos con los que contamos se irán a becas y al Sistema Nacional de Investigadores”.
Un caso a destacar es agricultura y desarrollo rural, que disminuye en 24% su presupuesto dirigido a programas de CTI. Esto, en un gobierno que anunció que el campo sería estratégico y prometió apoyos extraordinarios.
El especialista aseguró que no hay una apuesta verdadera y que se está desaprovechando lo construido a través de estas décadas. “México ya tiene infraestructura y ha desarrollado un sistema de CTI, que, si bien es cierto que no es robusto, ya tiene condiciones para mejorar la economía”.
“Cuando hablamos de más participación y política pública, desafortunadamente sí hablamos de recursos económicos. No podemos decir que tenemos una apuesta en este sentido si no damos recursos”, afirmó.
El papel del sector privado
A nivel mundial, el desarrollo de la ciencia está estrechamente ligado con las empresas, y su contribución se mide a través del Gasto en Investigación Científica y Desarrollo Experimental (GIDE), el cual siempre ha sido bajo para México. Por ejemplo, en el 2015 fue de 21%, mientras que la inversión gubernamental fue de 71 por ciento. Esto es opuesto a las tendencias internacionales, e impide el crecimiento económico del país.
Guadarrama destacó que el gobierno tiene que ser una palanca importante de desarrollo, también para que se genere esta innovación desde el sector empresarial.
“Esto está comprobado al analizar otros países que generan todo un marco que permite que el empresario realmente invierta. Existen incentivos directos e indirectos para fomentar la participación empresarial en CTI”.
Agregó que no solamente se trata de infraestructura o grandes recursos, sino leyes para promover, por ejemplo, compras públicas de innovación, que estén garantizadas, para que nuestro mercado crezca.
Países competitivos
El promedio de inversión en CTI en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es de 2.4% del PIB, lejano a la realidad mexicana.
Guadarrama explicó que aún “somos como un barco a la deriva”, pues si nosotros tuviéramos un objetivo, como lo tuvo en su momento Corea del Sur y lo han tenido Singapur, Indonesia u otros países desarrollados, que han apostado al desarrollo científico y la innovación como propulsor de desarrollo económico, la historia sería distinta.
También están Brasil o Costa Rica, que han desarrollado su industria aeronáutica, del software y la generación de energía limpia, provocando ser referentes en el continente.
Otro ejemplo es Finlandia, que cuando enfrentó una crisis en las bases donde estaba sustentada su economía, que eran el medio ambiente, en lugar de recortar, lo que hizo fue apostar por recursos a ciencia y tecnología, pues sabía que era el sector que los sacaría de esa crisis, e iba a hacer surgir un país con mayor desarrollo, dar valor agregado y mejorar las condiciones.