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¿Se puede escribir después de morir?

Javier Guerrero, escritor e investigador venezolano en la Universidad de Princeton, afirma que “todo archivo es un dispositivo póstumo que se constituye como una extensión del cuerpo ausente o muerto, la mente y la mano que escriben.

“Este libro prueba que escribir no se detiene con la lápida o el sepulcro, ni se fija con los polvos del archivo. Asegura que se puede seguir escribiendo, materialmente escribiendo, después de perecer. Y que la escritura puede correrse y volcarse hacia un porvenir capaz de llegar pese a los obstáculos que implica desaparecer. La muerte del autor en este libro es la muerte material del autor. Es el cese de la función cerebral o cardiaca. No obstante, el archivo, entendido como ese lugar en el que se consigna aquello irremediable, indeseable, o inacabado para proclamar el fin de su autor, se vuelve un dispositivo que administra aquello que sigue su curso pese a la desaparición de la mano que escribe, aquello que se activa y paradójicamente contradice su legado para constituir una rara extensión del cuerpo ausente o muerto”.

Esta afirmación proviene de Javier Guerrero, escritor y ensayista venezolano profesor de Estudios latinoamericanos en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey, EU), quien presentó este sábado su libro "Escribir después de morir. El archivo y el más allá" (Ediciones Metales Pesados, 2022), durante la jornada final del Coloquio Internacional “Por una gestión crítica de la cultura. La gestión como pro-ducción”, de 17, Instituto de Estudios Críticos, acompañado por la escritora Margo Glantz y la coordinadora académica del encuentro, Eleonora Cróquer Pedrón.

Guerrero propone el archivo no sólo como mortaja de un autor o autora, por el contrario afirma que todo archivo es un dispositivo póstumo. Su activación se perpetra con independencia de la vida de su autor y sostiene la idea de que el archivo excede su condición funeraria y en él se producen formas de vida y permutaciones somáticas capaces de desafiar la tajante división entre vivir y morir. “El archivo, por lo tanto, es un exceso capaz de discutir la finitud de la vida y la desaparición del cuerpo que vive y escribe.”

A través de casi 400 páginas “Escribir después de morir” se aproxima a las ingeniosas maneras con las que el cuerpo autoral escribe luego de perecer. Javier Guerrero propone “un ejercicio plástico sobre autorías incesantes que necesitaron de comunidades para escribir y seguir escribiendo” y que, gracias a la capacidad erótica de nuestras manos y cuerpos, los archivos de Delmira Agustini, Severo Sarduy, Salvador Novo, Reinaldo Arenas, Pilar Donoso, Pedro Lemebel, entre otros, devienen exceso capaz de discutir y, en ocasiones, destituir la desaparición del cuerpo que escribe. Se trata de un lugar sin límites cuya metamorfosis se gesta en el contacto material con la aparente quietud de los papeles y objetos personales de los autores.

Guerrero emprende un viaje al cajón de las maravillas de cada uno estos autores para interrogar papeles, fotografías, postales de amor, pelucas, muñecas, pájaros disecados, chalecos, anillos y los más inverosímiles objetos, incluso aquellos que aguardaban ocultos bajo un colchón -apuntó Margo Glantz- temerosos de ser descubiertos y quizá deseosos de permanecer en su escondite.

Desde allí plantea la idea de que una laguna o soslayo se ha instalado en la literatura y en las artes, que han sido incapaces de concebir la trascendencia material de los creadores más allá de su muerte: “El archivo contiene todas las señales necesarias para conducir aquellas historias truncadas por la finitud de la vida, aquellos proyectos no desarrollados por los cuerpos que debieron despedirse temprano o aquellos que necesitaban más de una vida para concebirse”, señala.

“’Escribir después de morir’ piensa las muchas posibilidades escriturales que registran los papeles, cachivaches de autor, los retazos de vida que se hallan en cajas a veces olvidadas, a veces resguardadas en condiciones climáticas perfectas, a veces fantaseadas, pero que a fin de cuentas hacen posible una extensión de la vida autoral, una ampliación perecedera de la literatura”, detalla.

Se puede seguir escribiendo desde el panteón

Javier Guerrero asevera que la escritura es un oficio colectivo que necesita entrelazarse con muchas manos ajenas para trascender el espacio y el tiempo. “Porque vivir es una condición que no termina con la expiración, porque escribir incluso en la acepción más mecánica del término se puede concretar desde el panteón con las cenizas esparcidas”.

“Volver después de morir requiere de un cardumen entero de dedos dispuestos a acariciar y despertar aquello que en algunos casos tuvo que esperar muchos años para de nuevo aparecer, se trata pues, de un posible renacimiento”.

La escritora Margo Glantz felicitó a quienes tuvieron que "desmañanarse" en sábado para acompañar a Javier Guerrero en la presentación de su libro, incluso a ella misma que en el día de su cumpleaños 93 decidió acudir al Centro Cultural Universitario Tlatelolco, “en lugar de estar celebrando”.

Glantz elogió la obra de Guerrero: “Es un libro maravilloso; académicamente riguroso pero que al mismo tiempo se lee como una novela; pocas veces me he encontrado con un libro académico que sea tan maravilloso de leer”, apuntó.

Por su parte, Eleonora Cróquer Pedrón, doctora en literatura hispánica, hizo notar que la obra de Javier Guerrero elige “archivos raros, de autores y autoras raros” y quiso “reivindicar esa categoría” en virtud de que no trabaja con personajes olvidados de la literatura. “La lectura del archivo no es para traer a la visibilidad algo que fue olvidado, que fue silenciado o que fue borrado de la historia cultural de América Latina, sino por el contrario son figuras muy habladas, relatadas, mitificadas, legendarizadas”, cuyas vidas, como denominador común, fue “excéntrica”.

Concluyó en que “cuerpo, archivo y opacidad son los términos de esta novela más larga, que es la trayectoria de un investigador que, yo diría, es uno de los jóvenes latinoamericanistas más importantes hoy en día”.

Al final del conversatorio, Javier Guerrero hizo un apunte a propósito de una  pregunta del auditorio relacionada con “La estatua de Sal”, de Salvador Novo. En los archivos de estos autores, dijo, “uno encuentra muchos mensajes cifrados” que probablemente dejaron allí “para que alguien en algún momento los descubriera (…); es como si dejaran paqueticos en el archivo y estos paqueticos fueran justamente estas señales que nos permiten en un futuro, quizá, probable, poder leer esos mensajes que dejaron cifrados estas escritoras o escritores (…) El archivo es un lugar sin límites para repensarlo todo”.

Acerca del autor

Javier Guerrero. Profesor venezolano de Estudios latinoamericanos en la Universidad de Princeton. Su investigación se centra en la intersección entre cultura visual y sexualidad en la América Latina de los siglos XX y XXI, además de las metamorfosis que ha sufrido el cuerpo en el arte, el cine y la literatura contemporáneos. Además de su libro más reciente, “Escribir después de morir. El archivo y el más allá”, es autor de “Tecnologías del cuerpo. Exhibicionismo y visualidad en América Latina” (2014) y de la novela “Balnearios de Etiopía” (2010).

La obra

  • Título: “Escribir después de morir. El archivo y el más allá”.
  • Autor: Javier Guerrero
  • Sello: Ediciones Metales Pesados
  • Año de publicación: 2022
  • 369 páginas

¿Dónde se consigue?

“Escribir después de morir. El archivo y el más allá” estará disponible a partir de este lunes 30 de enero en la librería de Editorial Herder, en Tehuantepec 50, Roma Sur, Ciudad de México.

francisco.deanda@eleconomista.mx

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Editor de Arte, Ideas y Gente en El Economista. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Filosofía Social, por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Especialista en temas de arqueología, antropología, patrimonio cultural, religiones y responsabilidad social. Colaboró anteriormente en Público-Milenio, Radio Universidad de Guadalajara y Radio Metrópoli, en Guadalajara.

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