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Seguridad de las vacunas contra el SARS-CoV-2: por qué no debemos bajar la guardia
Las vacunas contra el virus del SARS-CoV-2 han demostrado ser muy eficaces para prevenir las formas graves de la enfermedad Covid-19, ya sean vacunas con vectores adenovirales (AstraZeneca y Johnson & Johnson) o vacunas de ARN mensajero (BioNTech/Pfizer y Moderna).
En lo que va de años se han administrado 8 500 millones de dosis en todo el mundo y los datos disponibles indican que su seguridad también es excelente. De hecho, las reacciones más comunes (dolor en el lugar de la inyección, fiebre, dolores musculares, dolores de cabeza, etc.) remiten rápidamente y son similares a las que pueden observarse con otras vacunas.
En consecuencia, el balance beneficio-riesgo de la vacunación de Covid-19 es incuestionablemente positivo, y lleva a maximizar la cobertura de vacunación en la medida de lo posible.
Sin embargo, las campañas de vacunación se encuentran con la oposición o las dudas de algunas personas. Entre las diversas razones aducidas, predomina el temor a que no se hayan identificado aún ciertos efectos indeseables. Esta preocupación se ve alimentada por observaciones aisladas cuya relación causa-efecto no puede ser establecida por los programas convencionales de farmacovigilancia.
El objetivo de este artículo es animar al desarrollo de estudios específicamente diseñados para identificar o descartar complicaciones muy raras. Será esencial comunicar la información que se recoja de forma transparente, para que los opositores a la vacunación no tengan el monopolio de estos temas.
Eventos adversos raros que han llamado la atención
La primera complicación grave que salió a la luz fue la trombosis atípica tras la administración de la vacuna de AstraZeneca en mujeres jóvenes. Las consecuencias de esta trombosis pueden ser dramáticas, especialmente cuando afecta a los vasos cerebrales.
En un principio, se descartó la responsabilidad de la vacunación argumentando que la incidencia de la trombosis era similar en las poblaciones vacunadas y no vacunadas. Hizo falta que algunos médicos perspicaces, impresionados por la analogía con una complicación poco frecuente del tratamiento con heparina (un anticoagulante), identificaran los marcadores biológicos de estas trombosis atípicas para ver la evidencia. Estas pruebas fueron confirmadas por estudios epidemiológicos específicos que cifraron el riesgo en 2 casos por cada 100 000 dosis por debajo de los 50 años.
Por recomendación de las agencias reguladoras, las autoridades sanitarias de muchos países han adaptado las estrategias de uso de las vacunas con vectores adenovirales en función de la edad, con el fin de reducir al máximo el riesgo de la complicación. En Francia, las vacunas con vectores adenovirales se han reservado para las personas mayores de 55 años.
La inflamación del corazón (miocarditis) o de su envoltura (pericarditis), observada ocasionalmente en los días siguientes a la inyección de la vacuna de ARN mensajero, es otra complicación poco frecuente que ha llevado a modificar las estrategias de la vacuna Covid-19. Se produce con mayor frecuencia en hombres jóvenes, y el riesgo es mayor después de la segunda dosis de la vacuna Moderna (unos 13 casos por cada 100 000 dosis).
La organización ejemplar del sistema sanitario israelí es la que ha permitido destacar esta grave complicación. Afortunadamente, la gran mayoría de los casos tienen un desenlace favorable.
El aumento de aproximadamente cinco veces en el riesgo con la vacuna Moderna parece estar relacionado con la cantidad de ARN presente, que es más de tres veces mayor en esta vacuna que en el producto de Pfizer/BioNTech. Esto ha llevado a la [Alta Autoridad Sanitaria francesa] a desaconsejar el uso de la vacuna Moderna en personas menores de 30 años, además de administrar solo media dosis de esta vacuna cuando se utilice como refuerzo.
En este momento, no podemos excluir que puedan producirse otros acontecimientos adversos excepcionales tras la administración de las vacunas contra el SARS-CoV-2. El reto es determinar cuáles son, especialmente si su rareza puede hacer que se escapen entre las grietas de los sistemas de farmacovigilancia.
Reaparición de linfomas
La observación por parte de nuestro equipo del desarrollo de un linfoma tras la administración de una vacuna de refuerzo de Pfizer (un tumor del sistema linfático, que se produce a expensas de linfocitos B y T) nos lleva a considerar en particular las posibles consecuencias de la hiperestimulación del sistema inmunitario que inducen las vacunas de ARN. Esto está relacionado con su acción sobre una población particular de linfocitos, las células T foliculares.
Las vacunas de ARN mensajero son, de hecho, mucho más potentes en este sentido que las vacunas basadas en tecnologías convencionales. La cuestión es si esta hiperestimulación no es, en algunos casos, un arma de doble filo.
En el caso de las enfermedades linfoproliferativas, nuestra observación no es aislada. Se han publicado otros tres casos de reaparición de linfomas tras la vacunación contra el SARS-CoV-2, uno tras la vacuna de Pfizer, los otros dos tras la vacuna de AstraZeneca.
En el ámbito de las enfermedades inmunoinflamatorias, un artículo reciente también llama la atención sobre 13 casos de glomerulonefritis (daños en el glomérulo, una unidad funcional del riñón) que se produjeron o agravaron tras la vacunación.
Sugerimos que también se preste especial atención a los niños con alto riesgo de desarrollar diabetes tipo 1 (dependientes de la insulina). Tienen células T foliculares activadas en gran número, incluso antes de que el nivel de glucosa aumente en su sangre. Por lo tanto, es prudente asegurarse de que las vacunas de ARNm no estimulen aún más estas células, lo que podría acelerar la aparición de la diabetes.
Seguir mejorando los sistemas de farmacovigilancia
Es muy poco probable que los sistemas de farmacovigilancia existentes detecten si la vacunación contra el SARS-CoV-2 acelera el curso de las enfermedades mencionadas anteriormente. No porque se manejen procedimientos acelerados inadecuados, sino porque el método tradicional para establecer la responsabilidad de la vacuna en un evento de enfermedad determinado se basa en la comparación de su frecuencia en poblaciones vacunadas y no vacunadas consideradas en su conjunto.
Los estudios dirigidos a poblaciones de riesgo basados en una hipótesis mecanicista creíble son mucho más apropiados para probar o refutar complicaciones raras.
Sean cuales sean los resultados de estas investigaciones, no deberían eclipsar la relación beneficio-riesgo, globalmente muy favorable, de las vacunas de ARN mensajero. Pero sí invitan a adaptar las estrategias de vacunación para los pacientes con ciertas condiciones que les ponen en riesgo específico.
Michel Goldman, Président de l'institut I3h, Université Libre de Bruxelles (ULB)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.