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América humilla al Atlante y es líder
América hizo una fiesta en la cancha de los Potros, que hialron ocho partidos sin ganar en Cancún. COn el triunfo las Águilas llegaron al liderato, esperando lo que mañana haga Morelia.
Cancún. Sólo 180 segundos. América no necesitó más que ese tiempo para condenar a un equipo que no se cansa de perder en casa y que ayer no pudo con el contundente 4-0 en contra, resultado que no sólo puso a las Águilas como líderes del torneo, sino también llevó a los azulgrana a hilar su tercera derrota y a colocarse, junto con Chivas, como el peor club jugando como local.
Ciento ochenta segundos en lo que el Atlante no alcanzó a despabilarse un letargo que amenaza perpetuar. Se esfumó la ilusión de sumar los tres puntos. Adiós el deseo de ganar en casa. No era hoy la noche en la que el equipo dirigido por Mario García tendría que despertar.
América no necesito de grandes argumentos para convencer a la afición que vino al Andrés Quintana Roo a verlos ganar. Y los vieron. Acaso sólo aquel muchacho regordete que se acomodaba en su asiento se distrajo, como la defensa de los Potros cuando en un tiro de esquina, Jesús Molina se elevó para prender la pelota e incrustarla en la portería de Armando Navarrete.
Vaya festejo que dio el ex jugador de Tigres que por primera vez aportó para su escuadra y salió corriendo a la esquina, extasiado, desgarrando con su grito su garganta y la de cientos de aficionados que se unieron a la algarabía. Vaya lamento del regordete que sacudió su playera para unirse a la alegría.
Porque era una noche del todo azulcrema. Playeras, gorros, niños, mujeres y el estadio se vistió de colores amarillos y azules. En la cancha 11 hombres que no tuvieron problema para pasar por encima del Atlante que no pudo sacudirse los fantasmas de salir derrotado de casa.
En el área técnica un Piojo que brincoteaba y manoteaba, que era regañado por los árbitros por no respetar su espacio, que era amado por los americanistas y odiado por la afición atlantista que le reclamaba haberlos abandonado.
Fue así que para el minuto 20, una falla del juvenil Gerardo Castillo pondría en punto crítico la situación de la escuadra azulgrana al abrazar en el área a Christian Benítez y provocar un penal que fue cobrado por el mismo ecuatoriano para poner el 2-0 con el que terminó el primer tiempo.
La segunda parte no fue diferente. América mantuvo el dominio sobre un mermado Atlante que no consiguió descifrar la manera de ganar en casa. Entonces vendría una razón más para mermar la confianza azulgrana.
Fue Christian Bermúdez, quien antes fuera un emblema para el equipo el encargado de acrecentar la ventaja de América al minuto 57. El Hobbit, quien hasta hoy no había logrado anotar con su nueva casaca, aprovechó un error defensivo de los Potros y puso el 3-0 que parecía definitivo para los visitantes.
Locura total. Se convirtió el estadio en un mar de olas amarillas que se alborotaron todas y estalló el júbilo. Entonces vinieron las mentadas de madre para un Hobbit que intentó no festejar como lo había prometido pero sin querer lo hizo.
Las manos en el rostro de Mario García lo dijeron todo. La angustia de no conseguir la victoria se reflejó en su desencajado rostro, mientras Miguel Herrera hacía lo posible para ocultar su alegría, pero no pudo.
Como no pudo tampoco Atlante detener la goleada. Aunque lo intentó con un par de disparos en la portería de Moisés Muñoz, lo cierto es que los locales desaparecieron ante la contundencia que los americanistas querían mostrar. Y lo hicieron.
A 10 minutos del final, ya sin necesidad de anotar otro tanto, América volvió a aprovechar un tiro libre para poner el 4-0 definitivo. El centro llegó con potencia al área en donde Osvaldo Vizcarrondo aprovechó su estatura para levantarse y penetrar la portería de Navarrete quien nada pudo hacer para evitar la goleada.
De nueva cuenta el amarillo en las gradas se dejó ver y ya no se pararía más. Alegría total para los azulcremas que vinieron a hacer sentir al América en casa y se fueron con una sonrisa porque más que la victoria, les alegra saber que se irían a la cama con un sabor que no disfrutaban desde hace varios meses: el liderato general.