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Japón, la nación del llanto, el tiki-taka y la épica
Una táctica de futbol aplicada al rugby y al orgullo nipón.
El campo era un mar de lágrimas. Apenas unos minutos antes, Michael Leicht, el capitán de la selección japonesa de rugby, había tomado una de las decisiones más trascendentes para el equipo. Era el tiempo extra del partido de la Copa del Mundo y perdían por tres puntos ante Sudáfrica. Entonces se señaló un golpe de castigo y lo más fácil era poner en zona de anotación el balón, con una patada centrada que hubiese asegurado un histórico empate ante los dos veces campeones del mundo.
Pero no. Leicht entonces decidió que la jugada era para asegurar el triunfo y así lo hizo. Un segundo después, Karne Hesketh se colaba en la zona de anotación y con ello lograba la épica victoria, la primera después de 18 derrotas seguidas en mundiales y hacía historia al conseguir su tercer triunfo en una justa del orbe desde 1991. Lloraban como unos chiquillos, porque así expresan su alegría los japoneses, mientras a la distancia un hombre, orgulloso, los miraba.
Su nombre es Eddie Jones, entrenador neozelandés que apenas tres años atrás había tomado las riendas de la selección nipona. El mismo que había quedado prendido de la exquisitez del juego de España en el Mundial de Sudáfrica y que había buscado al responsable del tiki-taka que, desde hace muchos años, había cautivado al mundo.
Jones, hijo de una japonesa y un neozelandés, había decidido que la idea futbolística de Pep Guardiola era aplicable al rugby. Varias veces viajó a Alemania para buscar al técnico español y se decidió a aprender, aprenderlo todo.
Era la idea hacer un equipo más flexible y variar su formación en función de la evolución del juego. Con esa filosofía, Eddie aprovechó la peculiar forma física de los japoneses, pequeños, explosivos, dinámicos, y les dio rugby.
Un rugby que en Japón no cuenta con una liga profesional, y que antes estaba plagada de naturalizados. Los chicos aportaron orgullo y valentía. La mezcla fue perfecta y así fue como llegaron al Mundial, donde nadie esperaba nada de ellos y con esa etiqueta desafiaron los pronósticos, aun cuando ante Sudáfrica las apuestas daban 900 a 1 al triunfo de los nipones.
Unos días después, Escocia parecía bajar de su nube a los japoneses al imponerse 45-10, pero de nuevo el orgullo relució ante Samoa, a quienes los nipones humillaron por 26-5 y les permitieron seguir soñando con un pase a cuartos de final; y de conseguir ganar a Estados Unidos el domingo próximo, sin duda habrá llanto de nuevo, porque ésa es la única forma en que los japoneses saben expresar su felicidad.
Es todo un fenómeno en televisión
Un total de 25 millones de espectadores en Japón siguió por televisión la victoria de su selección contra Samoa (26-5) el pasado sábado, lo que representa un récord para un partido de rugby en el país que albergará el próximo mundial, en el 2019.
Ese número representa una cuota de pantalla de 20% de la población, que vio el segundo triunfo de Brave Blossoms en el torneo. Este récord supera la marca precedente que se alcanzó en Francia, con 20.7 millones de espectadores durante la semifinal que Inglaterra ganó al XV del Gallo (14-9) en el mundial del 2007.