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Un torneo que esconde la realidad de un país

En esta región, donde el dinero nunca sobra, no se escatima cuando se refiere a futbol.

En cuatro aviones cargueros, la empresa española Ibergreen envió 24,000 metros cuadrados del césped natural Bermuda Tif Way 419, avalado por la FIFA, a Mongomo y Ebebiyín, dos de las cuatro sedes de la Copa Africana de Naciones (CAN). La compañía especifica que el terreno de juego necesita un riego frecuente y nunca con aguas residuales.

En Guinea Ecuatorial, sede del torneo africano, un tercio de la población no tiene acceso al agua potable y servicios de saneamiento, por lo que, previo al inicio del certamen, fue recurrente la detención de personas que robaban el vital líquido que estaba destinado para el riego de las canchas de los estadios.

La nación subsahariana representa a la perfección la paradoja de las condiciones sociales y deportivas del continente africano. En la sede del torneo africano, 70% de la población vive en pobreza, a pesar que el ingreso per cápita del país (16,000 dólares) es superior a naciones como Polonia, Chile y México; mientras, en el futbol, a pesar de contar con estrellas como Yaya Touré, Wilfried Bony o Seydou Keita, los premios económicos para los representativos son mínimos.

El campeón africano ganará 1.5 millones de dólares, 2.6 veces menos que el campeón de América; un tercio del ganador de la Copa Asiática y 20 veces menos la cifra del monarca de la Eurocopa.

Sólo la Concacaf reparte un monto menor (2.9 millones de dólares entre los 16 participantes de la Copa de Oro), donde el campeón gana 1 millón de billetes verdes; sin embargo, las condiciones sociales y políticas en África convierten al torneo de selecciones en el más precario del mundo.

Un torneo patrocinado ?por el régimen

Teodoro Obiang asumió el poder mediante un golpe de Estado. Es el presidente de Guinea Ecuatorial desde 1979 y en las últimas elecciones del país se reeligió en el cargo con 93% de las votaciones a favor.

Obiang se ganó el calificativo de un africano de verdad , cuando en noviembre del año pasado accedió a organizar la Copa de África con tres meses de anticipación y ante la renuncia de Marruecos, la sede original, que se negó a recibir a las 16 selecciones participantes por el brote de Ébola.

En un país donde el ingreso diario es de 7 dólares, un boleto para un partido del torneo resulta inalcanzable, cuando el precio promedio es de 9.4 dólares. Por eso, el gobierno dispuso de entradas populares, de 0.86 dólares, y compró 85,000 boletos de esa zona para repartir entre la población.

A través de los ministerios de Educación, Deportes y Ciencias, el régimen repartió los boletos; con eso aseguraba que uno de cada cinco asientos disponibles en los estadios ya tuviera dueño. Obiang gastó 73,100 dólares en la compra de boletos y otros 149,040 dólares en la compra del césped para los estadios.

En una zona con necesidades, Gabón ayudó a la organización al donar 20 autobuses para el traslado de los equipos participantes, y aunque el torneo estuvo en peligro de no realizarse, el futbol sobrevive en el continente africano.

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