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El Empresario

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El emprendimiento se abre paso en Cuba

Seis empresarias cubanas cuentan los desafíos que implica abrir un negocio en un país cuya cultura empresarial es incipiente. Sus experiencias sin embargo, no son tan ajenas a las nuestras.

Hace cinco años el gobierno de Cuba decidió permitir que los habitantes de la isla ejercieran un oficio como fuente de empleo. Caridad Limonta Ewen, de 60 años, fue una más del medio millón de cubanos que decidieron seguir ese camino. La ingeniera dejó su trabajo en el gobierno por problemas de salud y, en su afán de seguir siendo productiva, aprovechó la apertura, juntó sus ahorros y fundó Confecciones Procle.

Sin mucha infraestructura y escasa cultura en los negocios, el camino para ser microempresario en Cuba es cuesta arriba. En la isla, cuentapropista es el término con el que se conoce al empresario privado o autoempleador. Marianela Pérez Benítez, una de las más de 158,000 cubanas que están emprendiendo en ese país, comenta en entrevista los costos en luz y combustible, para operar su restaurante Pizzanella.

“Es bastante alto, pero no impagable. Yo quiero dar calidad de servicio y por eso tengo más consumo. Hay personas que se mueven en el mismo giro, pero no tienen las áreas climatizadas o tienen espacios mucho más abiertos; en mi caso gasto bastante en combustible, en electricidad, pero bueno me compensa, sino fuera así, no llevaría cuatro años con el negocio”, expone.

Pérez Benítez, quien junto con Caridad Limonta formó parte de la delegación cubana que acudió al Women’s Forum México, va por su segundo restaurante.

“Para nosotros es complicado adquirir la materia prima. Como no tenemos un mercado mayorista, como cualquier otro cubano compramos en el minorista. Ése es el reto diario, luchar por tener un producto para ofrecer y es bien difícil tenerlo”.

Los cuentapropistas que tengan personal a su cargo deben cumplir con una serie de obligaciones, como jornadas laborales de ocho horas, remuneración no inferior al salario mínimo en proporción al tiempo real de trabajo, un día de descanso a la semana, vacaciones y condiciones de seguridad e higiene en el trabajo.

A pesar de ello, para Yamina Vicente, dueña de “Decorazón”, se está convirtiendo en un reto hallar personal “responsable y con sentido de pertenencia. Es difícil encontrar capital humano para iniciar un negocio, y eso es un problema que enfrentamos todos los negocios en Cuba”.

Al igual que sus colegas, Vicente es economista y es también mamá de dos niños. Fue profesora universitaria pero siempre tuvo inclinación por el diseño y con la apertura de 2010, decidió reunir sus ahorros y con el apoyo económico de unos amigos abrió un negocio con poco capital. “Somos un equipo de muchas más personas y abarcamos todas las esferas de un evento –XV años, bodas, cumpleaños- en la medida que se ha ido desarrollando este sector en Cuba, ya nadie festeja un cumpleaños sin contratar este tipo de servicio”.

Como todo emprendedor, los cubanos también necesitan capacitarse sobre cómo dirigir sus negocios. Gretel de la Rosa, también economista y dueña de la tienda de regalos artesanales y de decoración “Tin Marín”, tomó un taller en Cuba Emprende, una iniciativa del Arzobispado de La Habana, que ayuda a la comunidad a desarrollar una mentalidad económica, a través de capacitación y asesoría en materia empresarial. Su método de enseñanza está basado en el empleado por Fundación Proempleo en México.

“Cuba Emprende nos aportó mucho. Fue cuando yo decidí por primera vez tener mi negocio propio, ahí te enfocan a que te veas como un ente empresarial y eso es muy importante, porque para poder ser empresario tienes que creértela, para llevar una empresa tienes que creértela”, indica.

Viajar es otro elemento de esta enseñanza. Sandra Lídice Aldama, propietaria de Jabones Artesanales “Brujas”, comenta el cubano es muy innovador, pero el emprendimiento es aún muy incipiente y sin Internet.

“La visita a un lugar donde el mercado está consolidado, donde hay relaciones mercantiles en todas la comunidades y a nivel estatal, nos incorpora experiencias, que unas las podemos hacer y otras se quedan como proyectos o sueños, esperando que el proceso de desarrollo de los cuentapropistas avance” para luego desarrollarlos.

Así como en México, los emprendedores de Cuba se enfrentan al reto de conseguir financiamiento. “Mientras más se va desarrollando la empresa, más difícil se vuelve, porque el nivel de inversión va creciendo tanto que hace imposible conseguirlo”, señala Yamina Vicente.

Para crear “Confecciones Procle”, Caridad Limonta, recurrió a alianzas con un diseñador y a amigos del exterior para poder comprar tejidos en Italia. La capacitación en Cuba Emprende le dio las herramientas para replantear el negocio y ver las posibilidades de exportación. Su esposo y su hijo son parte del negocio, que como todos requiere de financiamiento.

“El Banco Central de Cuba está otorgando líneas de crédito bien ligeritas al sector no estatal, y no solo a la cooperativa, sino al sector privado. No es tan fácil, pero hay que crear en los privados la cultura de cómo pido el dinero, porque éste, sea del banco cubano o del exterior, es una responsabilidad que hay que pagar. En general, la población cubana no tiene cultura crediticia, ni tiene cultura de impuestos y esa es una realidad que ustedes asumen diferente. Nosotros estamos cambiando en el camino”, concluye la empresaria.

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