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A propósito de Chicuarotes, este es el perfil de los reclusos adolescentes en la CDMX
¿Cómo es que un par de adolescentes —El Cagalera y El Moloteco— se convierten en delincuentes? ¿Por qué en México el 33% de los reclusos tienen como máximo 29 años? ¿Cuáles eran las condiciones de vida de los reclusos adolescentes?
El Cagalera y El Moloteco son dos jóvenes que buscan cambiar sus desafortunadas realidades y, ese intento, toman decisiones equivocadas. La suya es una historia de desigualdad de oportunidades en México y, en palabras del director de cine Gael García Bernal, de desesperanza juvenil y sus consecuencias.
El Cagalera y El Moloteco son los personajes protagónicos del segundo filme de Gael García Bernal, Chicuarotes. La cinta está desarrollada en San Gregorio Atlapulco, en la alcaldía de Xochimilco, y retrata la realidad en los barrios que rodean a la Ciudad de México.
Según García Bernal, la película Chicuarotes “no deja a nadie indiferente”, “no ofrece respuestas, pero genera muchas interrogantes” e “ilustra cómo el entorno en el que crecen las personas determina gran parte de su criterio para tomar decisiones”. Y tiene razón. ¿Cómo es que un par de adolescentes —El Cagalera y El Moloteco— se convierten en delincuentes? ¿Por qué en México el 33% de los reclusos tienen como máximo 29 años? ¿Cuáles eran las condiciones de vida de los reclusos adolescentes?
En la Ciudad de México los jóvenes que se encuentran privados de la libertad registran un perfil de baja educación, ejercicio limitado de derechos sociales como la salud, el trabajo y la recreación y especialmente problemáticas domésticas durante sus primeros 15 años de vida, de acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad 2016 (ENPOL) realizada por el Inegi.
En los centros penitenciarios de la Ciudad de México 3 de cada 10 reclusos son jóvenes que no tienen más de 29 años y 7 de cada 10 tienen sólo primaria y/o secundaria terminada. Durante su infancia y adolescencia 4 de cada 10 presos vivieron en un hogar homoparental o incluso sin padres. Y, aunque la mayoría de los reclusos jóvenes de la CDMX no registran grados de pobreza extrema, más de la mitad creció en las periferias de la capital con problemáticas en la disponibilidad de servicios públicos, infraestructura vial y telecomunicaciones.
Bajos ingresos y empleos precarios también forman parte del perfil de los reclusos adolescentes de la Ciudad de México. El 75% de ellos trabajó alguna vez en su vida antes de su arresto en actividades precarias como el comercio informal, maquilas, vendedor, artesano o vigilante. Y el 54% carecía de ingresos suficientes para ejercer sus derechos sociales.
Además de las condiciones sociales, el entorno familiar es otro de los factores determinantes en la incidencia delictiva de los adolescentes y jóvenes. En los centros de reinserción de la Ciudad de México 3 de cada 10 tuvieron padres alcohólicos o drogadictos, a 3 de cada 10 le gritaban frecuentemente, a 2 de cada 10 lo golpeaban e insultaban y a 1 de cada 10 le provocaban lesiones de gravedad.
Jóvenes y adolescentes, grupo olvidado
La población de entre 12 y 29 años es considerada un grupo vulnerable que enfrenta discriminación y pobreza, condiciones por las que su vulnerabilidad para incidir en comportamientos delictivos es más alta en comparación con el resto de la población, de acuerdo con el informe Adolescentes: Vulnerabilidad y Violencia, realizado por la CNDH (Comisión Nacional de Derechos Humanos) y la organización internacional Save the Children.
El estudio analiza cómo la estructura social que margina “y olvida” a este grupo poblacional los hace altamente dependientes de las condiciones familiares en las que crecen y éstas, a su vez, limitan sus posibilidades de desarrollo humano y social.
Entre las teorías que podrían explicar porqué los jóvenes tienen una alta tendencia a la incidencia delictiva se encuentran la disfunción familiar y la violencia en la niñez, la falta de recreación y acceso a la cultura y las necesidades económicas insatisfechas. Por lo que, se sugiere priorizar en las políticas públicas la inclusión igualitaria de los adolescentes y jóvenes en el entorno social y económico.
El Cagalera y El Motoleco, los protagonistas de Chicuarotes, enfrentan tres de las problemáticas más pronunciadas de la población joven en México: escasos ingresos, desempleo y rezago educativo. El filme de Gael García Bernal, además de otras condiciones sociales, visibiliza a uno de los grupos más olvidados de entre los grupos discriminados: los jóvenes.
ana.garcia@eleconomista.mx