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Pemex debe repensarse: Gabriel Farfán Mares

El autor del libro “Pemex. El fin de una era”, propone que esa empresa se consolide al interior, primero, no contaminando y, segundo, apostar por energías renovables, incluso buscar ser líder en generación de electricidad a partir de energía eólica y geotérmica.

Foto:Archivo

Como herramienta del Estado mexicano, Pemex no debe desaparecer, pero sí repensarse, afirmó Gabriel Farfán Mares, autor del libro “Pemex. El fin de una era”, editado por MAPorrua.

Durante la presentación de ese trabajo, el cual incluye una serie de artículos publicados en El Economista, dijo que eso implica tomar en cuenta los retos que tiene el país para propiciar el desarrollo nacional y la protección al medio ambiente.

El también catedrático de la Universidad Georgetown de Washington, Estados Unidos, presentó su nuevo libro en la Universidad Pedagógica Nacional. Ahí relató que desde 1970 y hasta 1982, Petróleos Mexicanos (Pemex) estuvo en un proceso de construcción. A partir de 1982, el gobierno decidió que fuera un pilar de las finanzas públicas y sobreexplotó el petróleo, lo que ocasionó que se agotaran, tanto la producción como las reservas.

Incluso las decisiones que se tomaron en los primeros años del siglo actual aceleraron la difícil situación de la empresa, indicó.

Por ello, para el especialista, Pemex y el petróleo en México concluyeron una era en 2018, cuando el presidente, Andrés Manuel López Obrador, propuso cambiar el modelo de negocios de la empresa y pasar de uno orientado a la producción a otro dirigido a la producción de gasolinas y la petroquímica.

En opinión del especialista, aunque ha habido diversos problemas y cuestionamientos, se han hecho avances en refinación y es posible que pronto se solvente la demanda interna de gasolinas.

Asimismo, destacó que la presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, ha asumido un enfoque verde que le puede permitir a la empresa acceso a financiamiento más barato y hacer que pueda solventar un modelo de negocios distinto al enfocado a la extracción y exportación de crudo.

“Estamos en un momento histórico porque está la oportunidad, aunque otra cosa es que lo sepamos hacer”, advirtió.

Para ello, expuso, debe consolidarse al interior, primero, no contaminando y, segundo, apostar por energías renovables y ponerse límites y buscar ser líder en otras energías como la eólica y geotérmica.

El estado debe ser su respaldo

Por otra parte, el especialista planteó que Pemex debe tratarse como una empresa del Estado, sin que sea productiva, lo cual genera compromisos y expectativas sobre ella.

Eso implica que su deuda y apalancamiento está en el gobierno federal y, por tanto, el riesgo sería más reducido y con ello puede tener acceso a un financiamiento mucho más barato.

“Por eso ha sido una buena decisión volverla de nuevo en una empresa del Estado, pues se envía un mensaje nuevo hacia los inversionistas y las calificadoras internacionales de riesgo financiero, en el sentido de que la deuda de Pemex es deuda del Estado mexicano y este está detrás”.

En ese sentido, consideró que la salida al problema financiero que enfrenta debe transitar por incrementar su eficiencia y derivar los financiamientos hacia áreas que le permitan allegarse de financiamiento verde.

En ese tenor, consideró que el hecho de que México haya puesto cifras a sus compromisos relacionados con el combate al calentamiento global, presentar el plan de sostenibilidad de Pemex y el compromiso del gobierno federal al respecto, es un mensaje claro que ayuda a transitar hacia esas metas establecidas.

“Lo relevante hoy es que las estrellas están alineadas para que esa meta se cumpla. Estamos en la dirección correcta”.

Desde Pemex cumplir implica una mejor gestión, ser más eficiente, arreglar el problema financiero, entre otros asuntos que hay que arreglar.

El libro es para llamar la atención si no nos alineamos hacía un objetivo nuevo de Pemex y pensamos que lo que hay que hacer es restablecer el papel historio de Pemex de volver a producir crudo solo o con la alianza de los privados, vamos a desperdiciar una gran oportunidad.

El texto que incluye un prólogo de Manuel Breceda Lapeyre, que es una de las personas más respetadas en el sector, está conformado por 17 capítulos que pretenden provocar una reflexión sobre los hitos históricos de la empresa. Ofrece elementos para comprender el papel que ha tenido el petróleo en la historia del país.

Además, el autor compara a México con otros 33 países de diversas regiones del mundo que tomaron en su momento un perfil parecido al mexicano y por un largo periodo exportaron una gran cantidad de crudo y dependieron de eso para financiar a su gobierno y, en algunos casos, como el de Indonesia, optaron por otro camino, con un alto componente de ahorro soberano y de inversión de la renta petrolera en áreas donde haya no solamente un multiplicador de gastos sobre el crecimiento, sino inversión en capital humano como lo es en salud y educación.

La idea es ver lo que no pudo hacer México como lo que puede hacer hacia el futuro.

México apostó por maximizar la renta petrolera

Durante la presentación, César Verdugo Vélez, académico del Instituto Ortega y Gasset de México, destacó que en 1982 inició la carrera de México como exportador de crudo, aunque hubo quienes propusieron industrializarlo.

“Comenzó una carrera en la que incluso por momentos la exportación era lo que determinaba la producción”.

Dijo que en 2014 esa política tuvo una paradoja: tener altísimos precios, pero México y Pemex se endeudaron enormemente.

Eso se debía a que lo que importaba era la maximización de la renta petrolera y Pemex se convirtió en agente financiero del Estado.

Por su parte, el politólogo e internacionalista, Jerónimo Díaz Rebolledo, destacó que en algún momento de la etapa extractivista el precio del barril de crudo alcanzó los 35 dólares por barril, en medio de una gran especulación internacional; sin embargo se fueron poco a poco deslizando hasta llegar a principios de los años 80 del siglo pasado a 13 dólares, lo que implicó una pérdida de 60% del valor, lo que implicó que los sueños de administrar la abundancia que había hecho públicos el presidente José López Portillo, se enfrentaron a un cambio.

“El país despertó de una borrachera con la resaca de su vida, porque lo que había pasado con Cantarell es que México se endeudó de manera muy importante para financiar todos sus proyectos de desarrollo. La realidad de los mercados terminó aplastando al mito”.

Asimismo, dijo que hoy tiene tres grandes desafíos: una deuda muy alta, la más alta de las empresas del sector a escala internacional, de más de dos billones de pesos; no está siendo rentable y opera en un entorno global enfocado a reducir las emisiones de carbono y por lo tanto reducir el consumo de combustibles fósiles.

A su vez, el director editorial de El Economista, Luis Miguel González, expuso que Pemex ha sido una de las historias más mal contadas en México, tanto por quienes la defienden como por quienes la critican, en parte por cuestiones ideológicas y en parte por desconocimiento, pero sobre todo por la mala costumbre de no saber discutir en público y ordenar nuestras diferencias.

Destacó que para el autor es posible entender de manera diferente a Pemex incluso sin renunciar a puntos de vista ideológicos, entendiendo de la historia de la empresa y el país.

En ese sentido, dijo que el libro busca aportar ideas nuevas cuestionándose cómo puede encajar Pemex en una nueva política industrial que a su vez es territorial y fiscal.

Destacó que el libro es valioso por la voluntad de asomarse al futuro de Pemex y tratar de encontrar un lugar para esa empresa en el futuro del país.

En lo que tenemos que coincidir es en que Pemex es bastante importante como para que lo simplifiquemos, abundó.

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Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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